LAS CINCO ETAPAS DEL ENTRENAMIENTO





UN ÚNICO PROCESO

A menudo, podemos encontrar en diferentes textos diversas clasificaciones de las etapas del entrenamiento. Hay infinidad de maneras en que estas etapas, a veces llamadas de desarrollo personal, se pueden dividir y definir. Puedes decir que hay tantas etapas como quieras, dependiendo de cómo se expliquen, y según lo elaborado de la cosmología particular de cada escuela. Pero el proceso de práctica en sí mismo será siempre fundamentalmente el mismo, sin importar en qué escuela estemos, siempre que sea una práctica auténtica. En algunas escuelas puedes encontrar mucho material con extensas explicaciones, y en otras, las explicaciones de estas etapas pueden ser extremadamente escasas y sencillas. Pero siempre se está describiendo el mismo proceso, y sólo hay uno. No importa lo elaborado de las imágenes que se puedan usar para explicarlo, finalmente sólo tenemos este momento aquí mismo, y ahora mismo, para trabajar con él. Y lo que no está aquí no está allí.

LAS CINCO ETAPAS DEL ENTRENAMIENTO

Una de las clasificaciones habituales de las etapas en el entrenamiento describe cinco etapas, aunque se puede decir que existe una más, el estado anterior a esas etapas.

Previamente a involucrarte en cualquier tipo de práctica, hay una especie de etapa pre-práctica, que no cuenta realmente como una etapa. Esta es la etapa de la mayoría de la humanidad a través de toda su vida, o vidas, antes de que finalmente alcancen la primera etapa. Este estado pre-práctica se caracteriza por un estado predominante de falta de conciencia de la relación de causa y efecto entre nuestras propias acciones y sus consecuentes experiencias.

Primera etapa

La primera etapa de la práctica propiamente dicha se caracteriza por darse cuenta de una correlación misteriosa entre el pensamiento egocéntrico, una reactividad, y una especie de contracción o tensión en el cuerpo. También podríamos llamarlo sufrimiento. A consecuencia de algo que te sucede que es especialmente destacable, empiezas a notar esta extraña conexión entre tus pensamientos y las emociones que sientes en tu cuerpo como resultado de esos pensamientos y la tensión que invade tu cuerpo físico. Empiezas a darte cuenta que hay alguna conexión entre esos fenómenos. Ese es el principio de tu práctica: simplemente notas eso.

Segunda etapa

La segunda etapa empieza cuando por primera vez comienzas a trabajar sobre eso, a examinar esos pensamientos y las sensaciones que producen en tu cuerpo, y la naturaleza de las tensiones resultantes en el cuerpo, lo que significa que llevamos nuestra atención a ese asunto. Empezamos a considerar la naturaleza de estas tres cosas interrelacionadas y a descomponerlas, no de una manera lógica sino sencillamente mirándolas, y comenzamos a vislumbrar de dónde vienen. Esa es la segunda etapa, cuando empezamos a verdaderamente prestar atención de esa manera y por tanto comenzamos a reconocer lo que está pasando dentro de nosotros.

Tercera etapa


La tercera etapa comienza sólo cuando tenemos un fogonazo de simplemente experimentar la vida tal y como es en este preciso momento. Esta es la primera vez que tenemos un momento cuando, en lugar de observar la experiencia que estamos teniendo, como estando aparte de ella y reaccionando a ella, simplemente la experimentamos. Eso no quiere decir que no haya pensamientos, sensaciones, y tensión. Esto puede ser precisamente lo que estemos notando. Podemos ver que ciertos tipos de pensamientos, pensamientos egocéntricos, causan sensaciones muy predecibles en el cuerpo que se suman a las ya existentes, añadiendo una incomodidad bien definida.


Por supuesto que hay pensamientos que no son egocéntricos, que no causan una separación catastrófica de la realidad, y que, por tanto, no tienen este desafortunado efecto en la vida de mente y cuerpo. Pueden ser tan sencillos como pensar en lo que vamos a cenar o tan profundos como desear que todos los seres sean felices. No es que no haya pensamientos útiles y funcionales, pero el tipo de pensamiento autodestructivo al que nos referimos es el pensamiento que nos mantiene separados de la vida tal como es. Estos son pensamientos o sentimientos como la avaricia, el enfado, y el prejuicio. Estas cosas son una especie de mecanismo de defensa que desarrollamos para mantenernos aparentemente seguros y separados de los problemas de la vida, y preservar y proteger esta falsa condición.

Así que, la tercera fase es cuando repentinamente tienes una experiencia momentánea de no tener ningún pensamiento egocéntrico en absoluto, de hecho, sin ninguna opinión sobre ello, ni en un sentido ni en el contrario. No es bueno y no es malo. No es nada. Es simplemente como es. Se puede decir que es como un pequeño “despertar”.

Hay muchas variaciones o aclaraciones de esta experiencia, o diferentes grados, pero no es especialmente importante en este momento. Básicamente, el efecto de este nuevo nivel de conciencia es soltar, de manera instantánea y completa, la tensión física y emocional. Hasta que no se tiene la primera experiencia de esto, no es posible imaginar el alcance de esta tensión. Es como haberse liberado de una mordaza, que apretaba cada átomo del cuerpo. De repente, simultáneamente, hay una increíble liberación, y por primera vez sientes lo que realmente significa ser totalmente libre. Puedes reír o llorar por esta sensación de liberación, o simplemente puedes asombrarte por ella.

Así que ha empezado a darse la tercera etapa, pero una vez que has tenido tu primera experiencia de tercera etapa, sigue siendo posible, de hecho, bastante probable, que casi inmediatamente después vuelvas a la primera etapa. Puedes volver a echarle la culpa a otros por tu situación, resistiendo al mundo en el que te encuentras. Cuando esto sucede, una vez más empiezas a ser consciente de la reactividad de tus pensamientos, emociones, y acciones físicas. Y conforme te haces consciente de esta manera, esta estructura de mente reactiva empieza una vez más a desmoronarse, y, ya está, has salido de repente de la primera etapa a la segunda, y después a la tercera.

Cuarta etapa


Según van pasando los años en tu práctica, empiezas a entrar en la cuarta etapa. La cuarta etapa es exactamente igual que la tercera, pero mucho más constante. Ahora practicas a un nivel mucho más profundo. Estás más inspirado, más interesado que nunca en ver lo que realmente está sucediendo aquí. Empiezas a sospechar que quizás hay todo un mundo del que no sabías nada, toda una forma de vida que no existía antes para ti. Estos periodos de simplemente experimentar empiezan a aumentar, de forma que hay algunos periodos en tu vida diaria en los que no estás atrapado en la prisión de ese constante bucle o corriente de pensamientos enjuiciadores sobre ti mismo y sobre los demás.


Recuerda que estas etapas requieren años y años para desarrollarse. No son algo que sucede en un periodo de uno o dos años. Esto puede costar diez, quince, veinte años, o incluso más. Depende de cada persona, de las aptitudes con las que viene. Cada uno es diferente, dependiendo de lo motivado que estés, de lo que te entregues, de lo que te esfuerces en practicar, y, en primer lugar, de lo impecable que sea tu darte cuenta.

Quinta etapa


Finalmente, es cuando el 80 o el 90 por cien del tiempo estás en el momento presente, sin ningún tipo de reacción egoísta. Aún así, sigue habiendo algunas ocasiones en las que caes en algún comentario sobre ti mismo, cuando te ves a ti mismo como si estuvieras fuera de ti. Pero en esta etapa, te das cuenta inmediatamente que está sucediendo, y entonces simplemente vuelves a vivir sencillamente la vida tal y como es. De hecho, incluso el salir de la conciencia, en esta etapa, es parte de ser consciente. 


Cuando practicamos un arte auténtico en el que practicamos con consciencia, podemos apreciar perfectamente como uno mismo y su compañero de entrenamiento son un ejemplo perfecto de lo que sucede dentro de nosotros cuando estamos en la vida diaria. Cuando estamos entrenando con un compañero, si estamos distraídos, asustados, abrumados, o intimidados por el ataque que se nos viene encima, comprobamos enseguida que no funcionamos bien. Perdemos nuestra calma, sentimos el corazón en la garganta, y nos quedamos paralizados (o al menos muy torpes). Eso es exactamente lo que ocurre dentro de nosotros cuando tenemos miedo de las cosas que nos trae la vida, o incluso cuando estamos ligeramente decepcionados por ellas. Incluso cuando estamos esperando a que llegue algo emocionante, seguimos sin ser capaces de enfocarnos adecuadamente, no estamos en calma, y no somos capaces de manejarnos con la vida según nos llegan las cosas, porque no estamos realmente presentes.

Según vamos desarrollándonos en nuestra práctica, vemos en qué etapa estamos realmente gracias a nuestro compañero de práctica y a través de él. Por eso siempre se insiste en que la persona que ataca no debe fingir el ataque. Cuando alcanzamos un alto nivel de técnica y práctica, es importante ofrecer, y también recibir, un ataque realista. De otra manera, la persona que es atacada empieza a tener una falsa noción de calma cuando ésta no está realmente presente. Entonces, cuando sucede algo realmente estresante en la vida, esa persona sufrirá por ese engaño. Puede llegar a pensar que es capaz de manejarse a cierto nivel cuando no está en absoluto preparado para ello.

Siempre es útil recordarnos las cinco etapas del entrenamiento, ya que esto fomenta una comprensión más saludable e inclusiva de todo por nuestra parte. Si tenemos claras estas etapas, hacen más fácil que cada uno vea el nivel en el que está realmente, y poder así ponerse con el trabajo que necesita hacer. Hay que recordar que la etapa pre-práctica trata de intentar controlar tu entorno para darte cosas buenas e intentar alejar de ti lo malo. Ese es el estado en el que llegan todos al empezar a practicar. Y eso es precisamente lo que tenemos que sacrificar.

Por supuesto, “sacrificio” implica que tienes que abandonar algo. Pero lo que abandonas no es la comida o el entretenimiento, excepto a un nivel muy superficial. Lo que se te pide que abandones, o sacrifiques, como guerrero, es ese egocéntrico y continuo enjuiciarte a ti mismo que se contrae en lo que llamamos el “pequeño yo”. Ese pequeño yo es el que dice: “no comas carne”, o “no veas películas violentas”, etc. Ese es el mundo relativo intentando controlar y perfeccionarse a sí mismo, y está perdiendo completamente el punto esencial. En nuestra práctica, se nos pide que abandonemos todo ese esfuerzo por controlar nuestra vida, ya que es precisamente ese el malentendido fundamental en sí mismo.



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