LA DISCIPLINA DEL GUERRERO


La disciplina del guerrero le permite elevar su energía interior, el caballo de viento, que, además de darle fuerza, le permite deleitarse en todo lo que la vida le ofrece.

El guerrero aprende al recorrer su camino que el discernimiento y la diligencia traen paz a su vida. Además, sabe que la satisfacción aparece cuando tenemos una dirección clara y definida hacia dónde dirigir nuestra vida. Con la precisión de la disciplina, el guerrero hace crecer su alegría, porque, cuando no hay disciplina, la limitada mente del “yo” dirige nuestra vida, porque lo ha hecho durante tanto tiempo que nos hemos acostumbrado a que sea así.

Sin un rumbo fijo, nuestra mente vaga a la deriva por el océano de la vida, y una vez que ya hemos perdido el rumbo, es difícil sentirnos satisfechos con nada, y eso nos hace más irritables, más ansiosos, o nos deprime. Nos descuidamos, dejando de estar alerta, lo que nos hace más torpes y nos impide comunicarnos adecuadamente.

En cambio, la disciplina nos ofrece un espacio definido y claro para seguir creciendo. Solo podemos realmente experimentar la amplitud de nuestra mente, y explorar todos los aspectos de nuestro potencial, gracias a la disciplina.

Cuando ampliamos nuestra perspectiva, superamos la estrechez de miras y la mente se libera de la negatividad y oscurecimientos que no la dejaban fluir con libertad. Si meditamos, contemplando e intentando aplicar la virtud en nuestra vida diaria, veremos cómo cambian las cosas y empieza a tener un sentido la vida. Posiblemente al principio, sentimos que la disciplina es algo pesado y aburrido, pero llega un momento en que el guerrero disfruta de esa misma disciplina, porque es lo que le permite hacer surgir el caballo de viento, lo que le da energía y deleite a la vez.

La disciplina de establecer el compromiso personal de continuar por la senda de la virtud sin apartarse nunca de ella es gratificante para el guerrero, y cada vez se convierte en más natural. Poco a poco, nos vamos dando cuenta que nos sentimos mejor cuando cedemos a otros lo que íbamos a tomar para nosotros, y que somos capaces de tomarnos con más calma y paciencia lo que antes nos agobiaba, lo que nos permite estar más relajados y con más energía.

Antes, la virtud era algo teórico, de lo que simplemente hablábamos, pero ahora, gracias a la disciplina, la podemos experimentar personalmente. Tener en cuenta la ley de causa y efecto nos da la confianza de la satisfacción, y sabemos que el único camino para el guerrero es el de la virtud, liberándonos de la oscuridad y la confusión al no dañarnos ni a nosotros mismos ni a los demás. Eso nos hace sentir más ligeros, como si el brillo de nuestro corazón nos elevara el ánimo y nos permitiera fluir libres como el viento.

Cuando se abre el noble corazón del guerrero, se liberan y fluyen con toda libertad la nobleza, la compasión y el amor. Sentimos que nuestro espíritu se eleva, porque hemos superado la agresión y nos hemos liberado de la trampa de la duda, de esa parte de la mente que oscurece nuestra sabiduría innata. Las diferentes expresiones de la duda –envidia, ansiedad, ambición, olvido, agresividad y orgullo—oscurecen la esencia de nuestro corazón y vuelven a la mente más rígida. Cuando nos liberamos de la duda, se expande nuestra mente y fluye la compasión de forma natural, lo que nos hace capaces de adaptarnos a cualquier situación sin problemas.

Los maestros guerreros, gracias a su disciplina, emanan alegría y cordialidad porque no luchan contra la realidad. Después de haber conquistado completamente su propia agresividad, dedican su esfuerzo y sus vidas para ayudar a otros a despertar y a descubrir la verdad de la esencia de guerrero que llevan en su corazón.

La mejor forma de conquistar la agresividad es pensar en los demás. Al pensar en los demás entramos en contacto con nuestro noble corazón y, si nos mantenemos en contacto con él, tendremos paciencia con nuestro propio sufrimiento. Entonces la negatividad ya no es capaz de desviarnos de nuestro rumbo, porque la compasión que emana de nuestro corazón ha expandido nuestra mente, y el “yo” ha menguado, así que dejamos de revisar continuamente el mundo que nos rodea movidos por los celos y la envidia, y creyendo que nuestro sufrimiento es único, porque sabemos perfectamente que todos los seres sufren.

La disciplina del guerrero consiste principalmente en pensar en los demás. Disfrutamos ayudando a los demás porque al hacerlo sentimos que nuestro ser se eleva superando el egocentrismo que nos deja ensimismados con nuestro yo. Al deleitarnos de esta manera, dejamos de estar atrapados en la profundidad del valle de las dudas y la indecisión, sin comprender el sentido de nuestra vida, y subimos a lo alto de la montaña, donde podemos ver con claridad la extensión de nuestro mundo, comprender por qué estamos allí y saber qué dirección debemos tomar.

El corazón del guerrero está alegre porque valora su propia sabiduría, y mantiene un cuerpo y una mente sanos, al ver claramente lo que debe aceptar y no confundirlo con lo que hay que rechazar. El guerrero se deleita elevando su espíritu de esta manera, pero no le eleva la arrogancia, sino comprender por qué usa la virtud en su vida y hacia dónde le conduce. La disciplina de darle sentido a nuestra vida nos ayuda a superar la envidia del que se siente pobre, y nos permite deleitarnos con lo que hay en cada momento.

Por su disciplina, el guerrero deja de experimentar los ámbitos inferiores de la vida, donde reina la negatividad, y siempre se siente animado y alegre sin importar lo que haga, actuando con armonía y elegancia, y manifestando su brillo interior. Al tener la confianza y la determinación de dar ese rumbo a su vida, puede disfrutar de los aspectos superiores de la existencia, que le ayudan a seguir manifestando la nobleza de su corazón. Porque cuando no hay obstáculos para manifestar nuestra compasión, podemos actuar impulsados por ella, extendiendo la alegría al mundo que nos rodea.





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