Cuando cualquier experiencia del
cuerpo, el corazón, o la mente se sigue repitiendo en nuestra conciencia, es una
señal de que este visitante está pidiendo una mayor y más profunda atención.
Durante
nuestra práctica de llamar por su nombre a los problemas comunes que nos
acechan, podemos encontrarnos con algunas fuerzas ocultas que les hacen volver
una y otra vez. El miedo, la confusión, el enfado, y la ambición aparecen a
menudo como visitantes insistentes en nuestra meditación. Incluso después de
que sintamos que ya los conocemos mejor, vuelven otra vez a aparecer. ¿Cómo
podemos trabajar entonces con estos visitantes insistentes? ¿Cómo podemos
comprender lo que perpetúan las dificultades que nos encontramos?
Una vez que
podemos llamar por su nombre a esos “demonios” cuando vienen y van, nuestro
corazón puede acogerlos con mayor delicadeza. Podemos reconocer nuestras
neurosis sin juzgarlas. Entonces estamos listos para una apertura aún mayor,
para comprender cuáles son sus raíces.
Si prestamos
atención con más cuidado sentiremos que cada “demonio”, cada obstáculo, es una
contractura emocional o espiritual, y que cada una de ellas es producida por el
miedo. Son estas contracturas y aferramientos lo que a menudo se describe como
el origen de todo el sufrimiento humano. Normalmente, durante los primeros años
de práctica, se lucha con la inquietud, el deseo, la duda, y el enfado. Se
puede pensar entonces que son estas fuerzas las raíces de nuestro sufrimiento.
Pero, si escuchamos con más atención, descubriremos que bajo todas esas luchas
lo que hay es miedo.
Nuestro
miedo crea un contraído y falso sentido de uno mismo. Este falso o “pequeño” yo
se aferra a nuestros limitados cuerpos, sentimientos y pensamientos, intentando
mantenerlos juntos y protegerlos. De esta limitada sensación del yo surge la
deficiencia y la necesidad, el enfado defensivo, y las barreras que construimos
para protegernos. Tenemos miedo a abrirnos, al cambio, a vivir plenamente, a
sentir la totalidad de la vida, convirtiéndose en nuestro hábito esta contraída
identificación con ese “cuerpo de miedo”. De ese miedo surge toda nuestra
envidia, odio y engaño. Pero, bajo todo eso, podemos encontrar una apertura y una
totalidad que podemos llamar nuestra verdadera
naturaleza, o estado original, o naturaleza del despertar. Pero, para
llegar hasta nuestra verdadera naturaleza, tenemos que examinar y desenredar de
la manera más personal todos los mecanismos de este “cuerpo de miedo”.
Uno de los lugares
donde más claramente podemos observar ese proceso de contracción en nuestra
vida es en la meditación. Muy a menudo, tendremos la experiencia de contraernos
y reaccionar ante una dificultad específica que viene como un visitante
insistente una y otra vez durante la meditación. Este patrón de pensamientos,
estados de ánimo, y sensaciones pueden sentirse como algo atascado o sin
acabar. No nos referimos a los problemas generales del sopor, enjuiciar, o la
irritación, sino a sensaciones, pensamientos, sentimientos, y otras historias
muy específicas, y a menudo dolorosas, que surgen repetidamente en nuestra
conciencia.
Cuando
surgen dificultades repetidamente, nuestro primer enfoque espiritual es
reconocer lo que se nos presenta, llamándolo por su nombre, diciendo suavemente
“tristeza, tristeza”, o “recuerdo, recuerdo”, o lo que sea. Por supuesto, que
ciertos patrones que se repiten están pidiendo una respuesta, alguna sabia
acción por nuestra parte. Debemos reconocer estas situaciones, y no quedarnos
ahí sentados sin más. No obstante, muchos visitantes insistentes, incluso
después de haberlos llamado por su nombre o respondido a ellos, seguirán
repitiéndose, surgiendo una y otra vez.
Cuando una
experiencia del cuerpo, del corazón, o de la mente, sigue repitiéndose en
nuestra conciencia, es una señal de que este visitante está pidiendo una mayor
y más completa atención. Aunque la regla general en la meditación es permanecer
abiertos al fluir de lo que sea que surja, cuando nos encontramos con un
visitante insistente, debemos reconocer que esa es su forma de pedirnos más
atención, para comprenderlo con más claridad. Este proceso implica
investigación, aceptación, comprensión, y perdón.
EXPANDIR EL CAMPO DE ATENCIÓN

Al
principio, para conseguir cierta perspectiva, podemos numerar a esos visitantes
insistentes del uno al diez, según su mayor o menor frecuencia de aparición. De
esta forma, cuando los reconocemos, no tenemos que escuchar toda su historia
cada vez que aparecen y podemos dejarlos ir más fácilmente. O podemos usar una
variante de esta técnica y darles un nombre o título gracioso, como “Atila el
Bárbaro”, “el Señor Perfecto”, o “el Amante Impaciente”. De esta manera, los
patrones repetitivos de miedo, tristeza, impaciencia, o soledad, son más
familiares, y escuchamos sus historias de una manera más amistosa y abierta.
De todas
formas, esto no es suficiente. Si nos encontramos con una historia que se
repite una y otra vez en nuestra mente, tenemos que expandir nuestro campo de
atención de la siguiente manera: ¿Cómo afecta ese pensamiento a mi cuerpo?
Podemos entonces descubrir una tensión en el diafragma y el pecho. Podemos
nombrar eso “tensión, tensión”, y permanecer muy atentos durante cierto tiempo.
Al hacer eso, puede que se abran otras sensaciones, y se liberen nuevas
imágenes y sentimientos. De esta forma, podemos primero empezar a soltar las
contracturas físicas y los miedos corporales que teníamos. Después, podemos
expandir más la atención a nuevas sensaciones. ¿Qué sensaciones aparecen con
este patrón de pensamiento y esta tensión? Al principio pueden estar medio ocultos
o ser inconscientes, pero si sentimos cuidadosamente, las sensaciones empezarán
a mostrarse por sí mismas. La tensión del pecho puede convertirse en tristeza,
y la tristeza puede volverse en pena o dolor. Si finalmente empezamos a llorar,
el patrón se liberará.
De forma
similar, cuando nos encontramos con un repetido dolor físico o estado de ánimo
difícil, podemos expandir nuestra conciencia a nivel de los pensamientos, la
historia o la creencia que traen consigo. Con especial atención, podemos encontrar
una creencia sutil sobre nosotros mismos que perpetúa el dolor o el estado de
ánimo, quizás una historia sobre nuestra falta de valor, como, por ejemplo,
“siempre seré así”. Cuando somos conscientes de la historia o creencia, y la
vemos como simplemente eso, a menudo ese patrón se libera.

UNA CONCIENCIA COMPLETA DE LOS
SENTIMIENTOS
Este es un
segundo principio para liberar los patrones repetitivos: Abrirse a una Conciencia Completa de los Sentimientos. La mayoría
de nuestra vida interior está controlada por los sentimientos, aunque a menudo
no seamos conscientes de ellos. Nuestra cultura nos ha enseñado a contraernos y
a suprimirlos, los hombres no deben “mostrar sus emociones”, y a las mujeres
sólo se les permite ciertas emociones.
Cuando no
hemos aprendido a hablar de nuestras emociones, o ni siquiera a ser conscientes
de ellas, nuestra vida está hecha un lío. Para muchos meditadores, pedirles que
sean conscientes de sus sentimientos es un proceso largo y difícil. Pero ser
conscientes de los sentimientos es fundamental para alcanzar el despertar. Son
los sentimientos los que nos atan o nos liberan. Cuando aparecen sentimientos
agradables y automáticamente nos aferramos a ellos, o cuando surgen
sentimientos desagradables e intentamos rechazarlos, estamos creando una
reacción en cadena de enredo y sufrimiento. Eso perpetúa el cuerpo del miedo.

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