Ser un
guerrero es estar en un continuo viaje, aprendiendo a ser auténtico en cada
circunstancia, en cada instante.
El guerrero vive para manifestar su corazón de guerrero, su
esencia más profunda, de la manera más completa, singular y brillante a cada
instante. Y el guerrero es capaz de manifestarse de esta manera cuando se da
cuenta que lo que hay en lo profundo de su corazón no le pertenece, porque él
mismo es la bondad que reside en su interior. Por eso, el entrenamiento del
guerrero se basa en aprender a descansar en esa esencia auténtica y bondadosa
que hay en su corazón, a permanecer en ese estado de completa sencillez.
En ocasiones, a ese estado se le llama “no-yo”, y es una
experiencia muy importante para el guerrero, porque no puedes ser un verdadero
guerrero hasta que tengas esa experiencia. Si no experimentamos ese estado de
“no-yo”, el ego ocupa toda nuestra mente, llenándola de proyectos y planes
personales centrados en uno mismo. En lugar de ocuparse de los demás, el yo se
preocupa de su propia existencia, de sí mismo antes que nada y sobre todas las
cosas. Como se dice popularmente, el yo está tan “pagado de sí mismo”, que
su arrogancia y su malentendido orgullo le impide ver la realidad y le separa
de los demás, y del mundo en general.
La renuncia es lo que puede vencer al egoísmo, y nos permite
dejar atrás una existencia egocéntrica para poder ocuparnos realmente de los
demás. Como consecuencia de esa renuncia, entramos en el mundo del guerrero,
donde podemos abrir nuestro corazón para comunicarnos con los demás de una
manera más directa y cercana, aunque nos sintamos a la vez más solos y con el
corazón más dolorido.

Aunque con frecuencia la palabra “disciplina” se asocia con
la obligación impuesta y el castigo, en
el Camino del Guerrero la disciplina es la manera de llegar a ser auténtico y
amable, es la forma de ir más allá del egoísmo y de provocar el estado de
no-yo, esa naturaleza esencial que reside en el corazón del guerrero. Es
precisamente la disciplina la que le enseña al guerrero cómo tiene que hacer
ese viaje para desarrollar su potencial, es lo que le indica el camino que debe
tomar, y le enseña cómo vivir en el mundo del guerrero.


La disciplina del guerrero también incluye una conciencia
discriminadora, inteligencia e ingenio. Es por eso semejante al arco y la
flecha. Agudo y penetrante como la flecha, pero al mismo tiempo flexible y
amable como el arco que la debe impulsar. El guerrero siempre se interesa por
el mundo que le rodea, mantiene un espíritu constante de curiosidad. Pero, a la
vez, es hábil en la acción para aplicar su inteligencia en cualquier situación.
La flecha de su inteligencia se combina con el arco de la habilidad, y así el
guerrero nunca se deja seducir por las tentaciones del mundo oscuro de los
apegos y el egoísmo.

Gracias a este principio del arco y la flecha, el guerrero
aprende a decir “no” a la falta de autenticidad, a decir “no” a la agresión y
la dejadez, a decir “no” a cerrar los ojos, o mirar hacia otro lado, para no
ver. Se necesita tanto el arco como la flecha para decir “no” correctamente,
porque hay que hacerlo con suavidad, como cuando se tensa el arco, y con
agudeza y energía como la flecha al penetrar en su blanco. Cuando el guerrero
unifica esos dos principios del arco y la flecha, se da cuenta que sí puede
distinguir y diferenciar el aprecio de la complacencia. Sí se puede ver cómo
funcionan realmente las cosas cuando miramos a este mundo. Entonces, el
guerrero es capaz de dejar atrás la idea de que no podemos decir “no”, de que
no podemos decirnos “no” a nosotros mismos cuando sentimos que estamos cayendo
en el desánimo o en la autocomplacencia. Antes que nada, el principio del arco
y la flecha tiene que ver con superar las tentaciones de ese mundo de oscuridad
y egoísmo que nos intenta distraer para que no sigamos adelante en nuestro
viaje.
Cuando aprendemos a superar las tentaciones que aparecen en el camino, el
arco y la flecha, el intelecto y la acción, se manifiestan como la confianza en
el mundo que tiene el guerrero, y que anima su curiosidad. Sin dejarse engañar
por confiar en las creencias, el guerrero mira y examina con cuidado todas
las situaciones que encuentra a su paso, porque no se conforma con lo que otros
le pueden contar y quiere descubrir la realidad por sí mismo.
La confianza del guerrero se basa en que, al interesarse por
conocer y observar cualquier situación que le acontezca, está seguro de que
obtendrá una respuesta concreta. Sabe, que cualquier cosa que haga tendrá un
resultado, o bien el éxito o el fracaso. Cuando tire la flecha, alcanzará el
blanco o no. Por eso confía en que siempre recibirá un mensaje si está abierto
a verlo.
Cuando confías en esos mensajes que te da el mundo, te das
cuenta que hay una gran riqueza a tu disposición. Sientes que vives en un mundo
rico, con inagotables mensajes para despertarte. Solo nos encontramos con
problemas si intentamos manipular las situaciones en nuestro propio provecho, o
si no les prestamos la suficiente atención. Si hacemos eso es que estamos
perdiendo la confianza en el mundo, y entonces sí que podríamos quedarnos sin
esos inagotables recursos que nos está ofreciendo. Pero siempre recibes antes
un mensaje. De cualquier forma, si te estás volviendo demasiado arrogante y
altivo, el cielo hará que te inclines, y si estás siendo demasiado tímido, la
tierra te elevará para que destaques.
Normalmente, la gente piensa que confiar en el mundo quiere
decir que alguien te cuidará, que el mundo te ofrecerá lo que deseas. Pero el
guerrero no espera que nadie le salve de su situación, ni que le regalen nada.
Está dispuesto a seguir adelante arriesgándose a exponerse completamente al
mundo, confiando que le dará algún mensaje, bien de éxito o de fracaso. Y no
considera estos mensajes como reproches o alabanzas, porque no confía en el
éxito, confía en la realidad del mundo tal y como es. Porque el guerrero sabe
que se fracasa cuando no hay disciplina, cuando cuerpo y mente no están
sincronizados, y cuando nuestros actos no manifiestan la apertura y amabilidad
de nuestro corazón. El guerrero sabe que el éxito se consigue cuando nuestra
mente y nuestros actos trabajan juntos impulsados por la misma motivación, con
el mismo propósito.

Otro aspecto de la disciplina guerrera es la conciencia
meditativa, que se relaciona con la manera en que uno ocupa su lugar en el
mundo del guerrero. Esa inquebrantable disciplina que ilumina su camino hace
posible que el guerrero pueda continuar su viaje. El principio del arco y la
flecha es el arma que le ayuda a superar las tentaciones de la oscuridad y a recorrer
este mundo lleno de recursos. Pero aún se necesita algo más para hacer el
viaje, porque el guerrero necesita un asiento estable, la sensación de estar
realmente presente en el mundo. Esa conciencia meditativa es lo que le permite
al guerrero ocupar su lugar correctamente. Es lo que le enseña cómo recuperar
su equilibrio cuando lo pierde, y cómo utilizar los mensajes que le envía el
mundo para seguir avanzando, sin distraerse ni sentirse sobrepasado por las
respuestas que recibe.

Aunque ese eco sea al principio muy débil, poco a poco va
haciéndose más fuerte, y el guerrero se encuentra constantemente con ese
recordatorio de que debe mantenerse en ese preciso momento, en ese lugar,
porque ha elegido vivir como un guerrero, y no puede permitirse abandonarse
descansando a la manera de la oscuridad egoísta. Aunque a veces sienta la
necesidad de un descanso olvidándose del eco y la disciplina, cuando vuelve a
escuchar el eco lo percibe como algo fresco, porque permanecer en la oscuridad
es demasiado mortífero, ya que puedes perderte fácilmente en la confusión y la
autocomplacencia, sin escuchar siquiera un eco que te recuerde volver a tu
camino.

Confiando en la esencia de su corazón, el guerrero aprende a
mantener una base estable, a sentir la solidez de la tierra que le sustenta.
Puede sentir que está arraigado en la tierra, firmemente establecido en su
lugar, lo que no significa que tenga que estar siempre serio y aburrido.
Constantemente siente confianza en el mundo y en su corazón, y disfruta
continuamente de cada momento de su vida, por eso nunca se sobresalta. Cuando
llega a este punto de su viaje, el guerrero ya no reacciona de forma exagerada,
ni se deja llevar súbitamente por la agitación ante ninguna situación. Ya
pertenece al mundo del guerrero, y no exagera las cosas pequeñas, ya sean
buenas o malas, justas o injustas, simplemente vuelve a acomodarse sobre su
silla para seguir cabalgando, para continuar su viaje. El guerrero ya no se
asombra ante acontecimientos inesperados, no importa si se aproxima su muerte o
le toca la lotería, simplemente se vuelve a acomodar sobre su silla, y sigue su
camino, disfrutando de ese momento singular.
La conciencia meditativa también le permite al guerrero
ocupar su lugar en este mundo, le permite estar sólidamente asentado sobre la
tierra, porque está totalmente afirmado en la realidad, y su postura ante la
vida lo confirma.
En esta etapa de su viaje, el guerrero empieza a sentir esa
valentía esencial que reside en su corazón. Dispuesto y alerta ante cualquier
situación que se le presenta, siente que lleva totalmente las riendas de su
vida, porque no toma partido ni está de ningún lado en particular, ni del éxito
ni del fracaso. El éxito y el fracaso dan forma a su viaje.
Esto no quiere decir que el guerrero nunca tenga miedo, aún puede
experimentarlo a pesar de su valentía. En ocasiones, durante su viaje puede
estar tan atemorizado que tiemble de pies a cabeza sobre su silla. Casi no
tocará su silla y apenas podrá mantener su postura sobre ella. Pero aún
entonces, demostrará su valentía al seguir adelante a pesar de su miedo, si se
mantiene conectado con la solidez de la tierra que le mantiene en su sitio.
Así, continuará el guerrero su viaje, con sus altibajos, con sus miedos y
alegrías, con su corazón abierto y su mente en calma, disfrutando de cada
momento, y ofreciendo su calor y su ternura al mundo que le rodea.
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