VIVIR AL FILO




En los “estados límite” el miedo se encuentra con la valentía y el sufrimiento con la libertad.

Los estados mentales son como ecosistemas, terrenos unas veces amistosos y otras peligrosos que son como entornos naturales que forman parte de un sistema mayor que es nuestro carácter. Es importante que estudiemos nuestra ecología interior para que podamos reconocer cuándo estamos al filo de un precipicio, en peligro de resbalar para ir de lo sano a lo patológico. Y aún cuando caigamos en esas regiones menos habitables de nuestra mente, podemos entonces aprender algo de esos peligrosos territorios.

Los filos son lugares donde se encuentran los opuestos, donde el miedo se encuentra con la valentía y el sufrimiento con la libertad. Donde el suelo que nos mantiene acaba en una pared de acantilado. Donde podemos tener una visión más amplia que nos haga comprender mucho mejor nuestro mundo. Y donde debemos mantener una gran atención para no resbalar y caer.

El viaje de nuestra vida es un viaje de peligros y posibilidades, en ocasiones de ambos al mismo tiempo. ¿Cómo podemos permanecer en el umbral entre el sufrimiento y la libertad y seguir inspirándonos por ambos mundos? Con nuestra tendencia a las dualidades, los humanos solemos identificarnos o bien con la terrible verdad del sufrimiento o con la libertad del sufrimiento. Pero, excluir cualquier parte del inmenso panorama de nuestra vida ¿no reduciría el territorio de nuestra comprensión?

Pasar por las diversas experiencias de la vida, por nuestras luchas y fracasos, nos dan una perspectiva que no podríamos imaginar antes de pasar por ellas. Nos hacen ver el gran valor del panorama completo de nuestra vida y a darnos cuenta que no deberíamos rechazar o negar lo que se nos da. Aprendemos que los imprevistos, dificultades y crisis no son obstáculos insalvables. De hecho, pueden ser las puertas a otros panoramas internos y externos mucho más amplios y ricos. Si estamos dispuestos a investigar nuestras dificultades, pueden ayudarnos a tener una visión de la realidad más valiente, inclusiva, emergente y sabia, como lo han hecho otros que cayeron anteriormente por el filo.

“Estados límite”

Hay cinco cualidades internas e interpersonales que son claves para vivir con valentía y compasión, y sin las cuales no podríamos servir ni sobrevivir. Pero si se deterioran estos preciosos recursos, pueden manifestarse como territorios peligrosos y dañinos. A estas cualidades ambivalentes las podemos llamar “estados límite”

Estos estados límite son el altruismo, la empatía, la integridad, el respeto, y el compromiso, valores de una mente y un corazón ejemplos de cuidado, conexión, virtud y fortaleza. Pero también podemos perder nuestro firme apoyo en lo alto del filo de cualquiera de estas cualidades y resbalar hasta una ciénaga de sufrimiento donde nos encontraremos atrapados en las aguas tóxicas y caóticas de los aspectos dañinos de un estado límite.

El altruismo puede convertirse en altruismo patológico. Las acciones altruistas para servir a los demás son esenciales para el bienestar de la sociedad y del mundo natural. Pero a veces, nuestros actos aparentemente altruistas nos hacen daño a nosotros o a aquellos a los que estamos intentando servir, o dañan las instituciones en las que servimos.

La empatía puede resbalar hasta convertirse en aflicción empática. Cuando somos capaces de sentir el sufrimiento de otra persona, la empatía nos acerca los unos a los otros, puede inspirarnos a servir, y expande nuestra comprensión del mundo. Pero si tomamos sobre nosotros demasiado sufrimiento de otro, y nos identificamos demasiado intensamente con él, podemos salir heridos y ser incapaces de actuar.

La integridad indica tener unos fuertes principios morales. Pero cuando nos involucramos o somos testigos de actos que violan nuestro sentido de integridad, justicia, o benevolencia, el resultado puede ser el sufrimiento moral.

El respeto es una manera en la que mantenemos seres y cosas en alta consideración. El respeto puede desaparecer en el barrizal de la tóxica insolencia, cuando vamos contra la tendencia natural de los principios del civismo y denigramos a otros o a nosotros mismos.

El compromiso en nuestro trabajo puede darle un sentido de propósito y significado a nuestra vida, especialmente si nuestro trabajo sirve a los demás. Pero el trabajo excesivo, un lugar de trabajo tóxico, y la experiencia de falta de eficacia pueden llevar al agotamiento, lo que puede causar un colapso físico y psicológico.

Incluso en sus formas degradadas, los estados límites pueden enseñarnos y fortalecernos, igual que huesos y músculos se fortalecen superando situaciones de estrés, o si se rompen o desgarran pueden sanar en las circunstancias adecuadas y volverse aún más fuertes después de su lesión.

En otras palabras, dar un traspiés y caer por la pendiente dañina no es necesariamente una catástrofe definitiva. De nuestras mayores dificultades podemos ganar humildad, perspectiva y sabiduría, ya que muy a menudo hemos creado una imagen de nosotros mismos demasiado grande. A veces es bueno que recordemos algo profundamente importante y bastante obvio: que la forma de salir de la tormenta y de la ciénaga del sufrimiento, la forma de volver a la libertad en lo alto del filo de la fortaleza y la valentía, es a través del poder de la compasión.

Cuando aprendemos a reconocer los estados límites en nuestra vida, podemos permanecer en el umbral del cambio y ver un panorama abundante, lleno de sabiduría, ternura, amabilidad, y humanidad. Al mismo tiempo, podemos ver un terreno desolado de violencia, fracaso y futilidad. Si tenemos la fortaleza de permanecer en el filo, podemos sacar lecciones de lugares de inmensa devastación, si dejamos que la esencia de nuestro corazón de guerrero, y del corazón de los demás, nos sigan nutriendo y recargando de energía para seguir adelante.


Ese es el sentido que tiene reconocer íntimamente los estados límites: Poder aprender a desarrollar la fortaleza necesaria para permanecer en el filo y tener una visión más amplia de la vida y el mundo que nos rodea, una visión que incluya todas las facetas de la vida. Para encontrar un equilibrio entre las fuerzas opuestas que fomente la vida. Para encontrar libertad estando al filo del precipicio. Descubrir que la alquimia del sufrimiento y la compasión sacan a la luz el oro de nuestro carácter, el oro de nuestros corazones.



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