Para
dirigir nuestra vida como guerreros, de una manera íntegra y consciente,
debemos tener en cuenta con qué personas nos rodeamos y cómo influyen en
nuestra vida.
Tal vez nos levantemos por la
mañana sintiendo confianza en el corazón de guerrero que llevamos dentro, pero,
si no hemos alcanzado ya el despertar, es muy posible que esa confianza mengue
o desaparezca a lo largo del día. A nuestros amigos les pasará lo mismo. Pero
un ser realizado, un maestro guerrero que haya alcanzado el despertar, mantiene
su perspectiva de la mañana a la noche, porque su punto de vista está basado en
la confianza en su esencia de guerrero, y no en la confianza de su concepto de
“yo”.
Al relacionarnos con nuestros
amigos, nos influimos mutuamente en la manera en que vemos el mundo, y en cómo
nos relacionamos con él. Si nuestros amigos pasan el rato en el sofá, comiendo
patatas fritas mientras ven la televisión, es posible que nos unamos a ellos
porque parece divertido. Si a nuestro compañero de trabajo le gusta cotillear,
quizá acabemos cogiéndole el gusto a eso de chismorrear. O si nuestro mejor
amigo suele gritarles a sus hijos, posiblemente empecemos a hacer lo mismo con
los nuestros.
En nuestro camino como
aprendices de guerrero, aunque tengamos el deseo de ser conscientes y actuar de
una manera íntegra y amable, en ocasiones no seremos capaces de mantener esa
visión del amanecer del guerrero cuando estemos en compañía de otros.
Olvidaremos la ley de causa y efecto, nuestra mente estará dispersa, nuestra
energía interna, ese caballo de viento que nos impulsa a avanzar por el camino,
también menguará, siendo incapaces de discernir lo que es conveniente y lo que
no, y la pereza nos impedirá practicar.
Las energías discordantes y
negativas nos nublan la visión, olvidando el sentido de nuestra vida y siendo
menos compasivos con los demás. Si estamos siempre con malas compañías, con el
tiempo seguiremos su ejemplo, y las nobles cualidades de guerrero que habíamos
desarrollado acabarán desapareciendo. En un ambiente degradado y negativo, es
muy difícil mantener nuestra energía interna elevada y clara.
La mayoría de nosotros
seguimos aún atrapados en ese estado inestable del “yo”. Aunque saboreemos
momentos de paz y estabilidad en nuestra práctica, nuestra energía interna aún
no es lo suficientemente fuerte para mantenernos continuamente en ese estado.
Para que crezca con fuerza ese caballo de viento, debemos escoger con discernimiento
y sabiduría los ambientes físicos y mentales que son realmente beneficiosos para
nosotros.
En nuestro camino como
guerreros, empezamos por tratarnos con cariño a nosotros mismos, cultivando
amistades y pensamientos que nos fortalezcan en lugar de agotar nuestra energía.
Sabemos el valor que tiene la vida y la poderosa influencia que ejercen los
demás en ella, por eso escogemos con cuidado a nuestros amigos. Las malas
compañías, que pueden ser nuestros propios pensamientos o las personas a las
que consideramos nuestros amigos, estimulan los aspectos negativos en nosotros,
como la confusión y el pensamiento discursivo, y acaban por destruir nuestras
virtudes. El guerrero sabe que la vida es muy valiosa y se pregunta con quién
la va a pasar.
Si estamos acostumbrados a dejarnos
llevar por las emociones negativas, seguramente elegiremos amistades con las
que podamos compartir nuestro limitado mundo de quejas, desagrados y
agresividad. Debemos observar qué actitud tenemos cuando escogemos a nuestros
amigos: ¿estamos reforzando el concepto y la imagen del “yo” o buscando una
amistad profunda y sincera?

La naturaleza profunda y
esencial de todos los seres es como el cielo despejado, ese azul profundo y
vasto que vemos sobre nosotros. Cuando descansamos en esa energía que fluye de
forma natural en nuestra mente, desaparecen dudas y vacilaciones, y podemos sentir
ese corazón de guerrero, intenso, profundo y vacío como el cielo que todo lo
acoge. Nuestras dudas, o las malas compañías, en forma de personas o de pensamientos
negativos, son como nubarrones en el cielo. Aunque nos parecen sólidos e
inquietantes, el sol sigue brillando tras ellos. El amanecer del guerrero, ese
sol que sigue brillando tras las nubes, es la sabiduría de nuestro corazón.

Según vamos desarrollando la
confianza en nuestra esencia de guerrero, podemos abrirnos cada vez más a los
demás de una manera auténtica. La compasión es la que hace surgir en nosotros
la intención de ayudar a los demás, la sabiduría nos muestra cómo podemos
ayudarles, y el valor nos da la capacidad de ayudarles realmente. La base de la
verdadera amistad es esa joya que reúne la compasión y la sabiduría para
satisfacer todos los deseos.
Es posible que en ocasiones
sintamos la necesidad de tener más amigos, pero si nos quedamos esperando sólo
recibir de ellos sin dar nada a cambio, difícilmente los encontraremos, ya que
nos falta lo fundamental que se intercambia en la amistad. Si queremos dirigir
nuestra vida de forma egoísta no nos irá muy bien, porque sólo estamos
intentando tomar para nosotros y no dando a los demás. Pero, si ayudamos a
nuestros amigos, satisfacemos sus deseos y, al mismo tiempo, los nuestros,
porque al ayudarles también aumenta su deseo y capacidad para ayudarnos a
nosotros. Ese es el intercambio de la amistad.
Si no ayudamos a quien nos
ayuda, estamos destruyendo esa amistad, porque consideramos esa relación como
una calle de un solo sentido, que siempre va dirigida hacia “mí”. Cuando en una
relación hay alguien que siempre habla de lo que echa en falta en la otra
persona, muy probablemente es una relación condenada al fracaso. Es un síntoma
de desesperación, aunque sus quejas sean ciertas, que muestra que ha olvidado
que es una cosa de dos mantener la amistad, y que no está aceptando los cambios
y altibajos en la relación. La amistad está basada en la ley de causa y efecto:
si ayudas al otro, la relación entre los dos se fortalecerá como consecuencia.

Si mantenemos esa actitud, la
amistad se convertirá en toda una práctica de desarrollo y conocimiento
personal, que nos enseñará a ser fuertes, a estar abiertos, y a ser generosos.
Ese corazón tierno y sensible del guerrero, genera a nuestro alrededor un campo
de energía que nos hace mostrar una presencia auténtica que va en aumento
conforme nos enfocamos en la virtud. Cuanto más en paz estemos, más ánimo
tengamos, y más generosos seamos, más felices y afortunados nos sentiremos,
atrayendo amigos y todo lo que verdaderamente deseemos.
Los maestros guerreros que han
alcanzado el despertar entablan amistad con todos y con todo lo que les rodea,
porque están totalmente dedicados a procurar el bienestar de los demás. Estos
sublimes amigos espirituales son generosos y compasivos, ayudando a los demás a
ayudarse a sí mismos, guiando a otros por el camino correcto, y teniendo
siempre presentes los intereses de los otros. Incluso son capaces de ver en un
enemigo a un futuro amigo.
Nosotros, si vivimos como
guerreros de una manera consciente y provechosa, inspirando a otros a recorrer
el camino en esa misma dirección, también podremos ser unos auténticos amigos
espirituales. Para ello, debemos ser conscientes y tener la humildad de reconocer
que, al trabajar con otros, y ayudar a otros, estamos realmente trabajando con
nosotros mismos.
Debemos hacernos amigos del
mundo que nos rodea si queremos dirigir correctamente nuestra vida. Nos debemos
preguntar: “¿Cómo puedo ser un buen amigo de mí mismo y de los demás? ¿Qué debo
cultiva y qué abandonar?”. Al hacernos estas preguntas estamos facilitando que
se abra nuestro corazón, y eso es lo que nos ayuda a hacer buenos amigos cuando
nos levantamos por la mañana.
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