Los elogios y los
reproches son como ecos que no tienen una verdadera existencia, pero tenemos
que saber cómo trabajar con ellos.
Las enseñanzas guerreras sobre la realidad nos dicen que los
elogios y los reproches son meros sonidos vacíos sin una existencia real.
Esencialmente no son diferentes. No tienen una identidad independiente en sí
mismos. Estos sonidos de elogio y reproche son como sonidos no nacidos, como
ecos reverberando o truenos resonando en el cielo.
Esto puede ser bastante difícil de recordar cuando nos
enfrentamos directamente con el elogio o el reproche. Nuestras mentes son
fácilmente arrastradas por los seductores sonidos de los elogios y perturbadas
por los duros sonidos de los reproches. Por eso es útil examinar la relación
entre ellos, desarrollar métodos hábiles para trabajar con ellos, e investigar
su naturaleza última.

Además, unas mismas palabras pueden recibirse por una
persona como un elogio, mientras que otra las interpreta como un reproche. Y
esta relatividad no sólo se da desde la perspectiva de los demás sino también
por nuestra propia parte. Todos tenemos nuestras propias ideas sobre lo que es
bueno y lo que es malo, por eso los elogios y los reproches son fluidos e
indeterminados. Nuestras experiencias son creadas por nuestras mentes, por
nuestra forma de pensar, más que por los objetos externos de la realidad.
TRABAJAR CON LOS
ELOGIOS
Aunque elogios y reproches no son en último extremo reales,
eso no significa que debamos ignorarlos completamente, porque hay métodos hábiles
para trabajar con los elogios y los reproches que recibimos.
Al considerar los elogios, debemos en primer lugar ser conscientes de
los hábitos de nuestra mente. Algunos de nosotros podemos ser colmados de
elogios, pero nunca nos tocan, tenemos una vena perfeccionista y siempre
sentimos que lo podríamos hacer mejor. Ignoramos los elogios. El problema al
hacer esto es que nunca nos sentimos animados por el aprecio de los demás, y
entonces estamos perdiendo algo que puede realmente ayudarnos en nuestro
esfuerzo. En este caso es importante permitir que nos toquen los elogios. No es
necesario que los solidifiquemos y los convirtamos en un motivo de arrogancia,
pero podemos sentir que algo que hemos hecho ha afectado positivamente a otras
personas y ellas lo han apreciado. Podemos sencillamente ser tocados por los
elogios y después dejarlos ir. Esto puede darnos energía para mayores
esfuerzos. Si tenemos la tendencia a dudar de nosotros mismos y nos falta
confianza, podemos de vez en cuando recordar el aprecio que sienten otros por
nosotros para equilibrar nuestro hábito mental de vernos negativamente.
O podemos tener una tendencia hacia la arrogancia. Entonces
los elogios se convierten en la causa de sentimientos desmesurados de
superioridad. En este caso, tenemos que recordar las enseñanzas de la
transitoriedad y la interdependencia. Esta experiencia de elogio es un único
momento fugaz y no debemos obsesionarnos con él, solidificándolo, y tratando de
llevárnoslo con nosotros. Requiere mucha energía hacer eso porque el momento
pasa y desaparece de manera natural. Si nos encontramos repetidas veces
hablando con los demás sobre ello para seguir aferrándonos a ese momento, si
desarrollamos tal arrogancia basándonos en el aprecio de alguien, deberíamos
examinar si verdaderamente podemos proclamarnos como autores de ese acto.
Podemos hacer esto examinando todas las diferentes causas y condiciones
necesarias para que ese acto haya ocurrido. Cuando hacemos eso, no podemos
mantener nuestra arrogancia porque sabemos cuántas cosas más allá de nosotros
mismos han jugado también su papel en esa acción.
Por ejemplo, cuando se elogia a un maestro por su forma de
enseñar, podemos darnos cuenta que no es sólo su propio mérito, sino que ha
sido todo un conjunto de diferentes elementos que se han reunido para hacer que
esa enseñanza tuviera éxito. Podemos pensar en la amabilidad y generosidad de
sus propios maestros que compartieron antes con él su conocimiento para que ahora
pudiera compartirlo con sus estudiantes. También debemos pensar en la
inteligencia, el entusiasmo y la conducta armoniosa de los estudiantes que
ayudan a crear un entorno adecuado para que todos puedan aprender.

Así que, sin importar la respuesta positiva que podamos recibir de otros, debemos mantener un enfoque fresco en cada momento, igual que hacemos en la meditación, sin intentar recrear o agarrarnos a la experiencia. Cada momento requiere que lo vivamos de manera completa y fresca en el presente.
TRABAJAR CON LOS
REPROCHES
Cuando somos el objeto de los reproches o críticas de otros, es bueno
intentar establecer un equilibrio en nuestra reacción entre estar abiertos a la
crítica y aprender lo que podamos de ella y no sentirnos abrumados y totalmente
desanimados.
Primero creamos algo de espacio alrededor de nuestra
inmediata e instintiva respuesta. Normalmente podemos intentar rebatir las
críticas y entrar en un acalorado debate sobre la veracidad de esa acusación. O
podemos cerrar la conversación y no querer escuchar lo que nos han dicho.
También es posible que lancemos un contraataque. Sea cual sea nuestra forma
particular de reaccionar, es bueno tomar un momento para contenernos evitando
una reacción automática.
ABIERTOS A ESCUCHAR

Muchos de nosotros evitamos la confrontación y no damos muchas
veces nuestra sincera opinión, prefiriendo el camino de menor resistencia,
dejando pasar las cosas para no crear una situación tensa. Así que, si alguien
tiene el valor de dar un paso adelante y ofrecernos directamente su crítica, lo
menos que podemos hacer es escucharla.
Cuando escuchamos abiertamente, sin aferrarnos a nuestras
propias ideas, estamos más dispuestos a escuchar lo que se dice. Entonces
podemos valorar la información con claridad. Si la crítica vale la pena, esa
puede ser una maravillosa oportunidad de aprender algo. Si verdaderamente
escuchamos y examinamos la crítica y la encontramos valiosa, entonces ¿qué daño
nos ha hecho? Hemos tenido una oportunidad de escuchar el punto de vista que
tiene otra persona. Esto nos vuelve a recordar que todos nosotros creamos el
mundo en el que vivimos, la perspectiva de una persona nunca va a estar siempre
totalmente de acuerdo con la de otra. Esa es una oportunidad muy útil para ver
las brechas en lo que normalmente percibimos como una realidad uniforme en la
que todos participamos.
LA IMPORTANCIA DE LA
ADVERSIDAD
Es importante que tengamos momentos de adversidad en la
vida. Si todo fuera adorable y encantador, no habría nada con lo que trabajar.
Todo sería del mismo color. Las diferentes texturas que nos rodean en la vida
son las que nos enriquecen. Gracias a ellas podemos practicar y sentarnos a
meditar. Al tener esos momentos discordantes, se iluminan nuestros hábitos
mentales, vemos las formas en que nos apegamos, lo que queremos, y lo que
intentamos evitar.
Cuando alguien nos ofrece una visión negativa de nuestros actos, está desafiando nuestra propia imagen que tan cuidadosamente hemos construido. Entonces podemos ver claramente dónde nos hemos quedado atascados, qué nos enfada, y dónde están los límites de nuestra paciencia, compasión y habilidad. De esta forma, si llevamos estos momentos de dificultad al camino y los usamos para descubrir más sobre nosotros mismos, entonces son un gran regalo.
Cuando alguien nos ofrece una visión negativa de nuestros actos, está desafiando nuestra propia imagen que tan cuidadosamente hemos construido. Entonces podemos ver claramente dónde nos hemos quedado atascados, qué nos enfada, y dónde están los límites de nuestra paciencia, compasión y habilidad. De esta forma, si llevamos estos momentos de dificultad al camino y los usamos para descubrir más sobre nosotros mismos, entonces son un gran regalo.
TOCAR CON DELICADEZA
Por otra parte, algunos de nosotros nos fijamos
excesivamente en los reproches y críticas que recibimos de los demás. Les damos
vueltas en la cabeza una y otra vez, y nos mantienen despiertos por la noche.
Si ocurre esto, necesitamos ampliar nuestra visión. Nos hemos enfocado demasiado
sobre ellos en este caso, llevándolos a cuestas adonde quiera que vayamos,
mucho tiempo después de que la conversación haya terminado. Sea lo que sea
que ocurra… no te lo tomes todo demasiado en serio. Sea lo que sea que
aparezca… no lo veas como el problema final y último, sino como una llamarada
temporal que viene y va. En semejantes momentos, es útil expandir nuestra
visión, reconociendo que no podemos complacer siempre a todos. Siempre estamos
en este terreno inestable de la existencia, no podemos conseguir nunca que todo
sea correcto, no podemos hacer siempre feliz a todo el mundo. Lo que una
persona aprecia, a otra le disgusta.

EL ÚLTIMO TESTIGO
Aunque intentes utilizar hábiles métodos para trabajar con
los elogios y los reproches, si en algún momento te encuentras confuso y
pierdes el sentido de cuál es la interpretación adecuada de tus actos, te puede
ser útil recordar esta frase: “de los dos testigos, escoge el principal”. Esto
quiere decir que no debes quedarte solo
con la opinión que tienen los otros de ti, sino que debes siempre ser honesto
contigo mismo.
Es bueno que intentemos oír lo que los otros tienen que
decir de nosotros, pero lo más importante es escucharnos a nosotros mismos.
Esto tampoco significa que debemos quedarnos con nuestra cháchara mental
superficial, con nuestra ilusión, o con nuestras dudas neuróticas sobre
nosotros mismos. En lugar de eso, escuchemos profundamente y aprovechemos
nuestro auto conocimiento basado en la práctica de la meditación. Somos
nosotros quienes conocemos nuestra propia experiencia y nadie más puede conocerla
o decirnos lo que estamos experimentando. Nunca hemos estado separados de
nosotros mismos ni siquiera por un minuto. Nos conocemos tan bien, que somos el
mejor juez de nosotros mismos. Ya que nos conocemos mejor que ninguna otra
persona, tomar el tiempo y el espacio necesario para escuchar nuestros propios
elogios y críticas es de gran beneficio. Eso será lo más adecuado.
Debemos mantener cierta
ecuanimidad y no ser demasiado duros al tratar con los elogios y los reproches.
Mantener esa sensación de igualdad en nuestra experiencia es lo que nos permite
mantener cierta estabilidad y sensatez cuando nos enfrentamos a las apariencias
que se manifiestan extremadamente divergentes. Aunque no negamos las relativas
diferencias en nuestras experiencias, la mayoría de nosotros nos hemos alejado
demasiado de la naturaleza esencial de la experiencia. Es como estar sentados
en el extremo de un balancín, los acontecimientos nos llevan arriba y abajo. Si
podemos movernos hacia el centro del balancín, al corazón de la experiencia,
estaremos más equilibrados y estables. Esa es la forma de experimentar el sabor
único de la experiencia, sea la que sea, elogios o reproches.
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