ELOGIOS Y REPROCHES


Los elogios y los reproches son como ecos que no tienen una verdadera existencia, pero tenemos que saber cómo trabajar con ellos.

Las enseñanzas guerreras sobre la realidad nos dicen que los elogios y los reproches son meros sonidos vacíos sin una existencia real. Esencialmente no son diferentes. No tienen una identidad independiente en sí mismos. Estos sonidos de elogio y reproche son como sonidos no nacidos, como ecos reverberando o truenos resonando en el cielo.

Esto puede ser bastante difícil de recordar cuando nos enfrentamos directamente con el elogio o el reproche. Nuestras mentes son fácilmente arrastradas por los seductores sonidos de los elogios y perturbadas por los duros sonidos de los reproches. Por eso es útil examinar la relación entre ellos, desarrollar métodos hábiles para trabajar con ellos, e investigar su naturaleza última.

Un gran maestro guerrero habló del elogio y el reproche diciendo: “Cuanta más gente te alabe, más gente también te criticará”. Y, ciertamente, si miramos simplemente los elogios y los reproches en el contexto de la vida diaria, veremos que esto es muy cierto. Cuantas más personas te alaben, muchas otras te criticarán y te harán reproches. Si una flor destaca más alta que las demás, las otras la querrán cortar para que sea como ellas. Cualquier elogio que levante el ánimo a una persona, se encontrará con una fuerza equivalente para tirarla por tierra.

Además, unas mismas palabras pueden recibirse por una persona como un elogio, mientras que otra las interpreta como un reproche. Y esta relatividad no sólo se da desde la perspectiva de los demás sino también por nuestra propia parte. Todos tenemos nuestras propias ideas sobre lo que es bueno y lo que es malo, por eso los elogios y los reproches son fluidos e indeterminados. Nuestras experiencias son creadas por nuestras mentes, por nuestra forma de pensar, más que por los objetos externos de la realidad.

TRABAJAR CON LOS ELOGIOS

Aunque elogios y reproches no son en último extremo reales, eso no significa que debamos ignorarlos completamente, porque hay métodos hábiles para trabajar con los elogios y los reproches que recibimos.

Al considerar los elogios, debemos en primer lugar ser conscientes de los hábitos de nuestra mente. Algunos de nosotros podemos ser colmados de elogios, pero nunca nos tocan, tenemos una vena perfeccionista y siempre sentimos que lo podríamos hacer mejor. Ignoramos los elogios. El problema al hacer esto es que nunca nos sentimos animados por el aprecio de los demás, y entonces estamos perdiendo algo que puede realmente ayudarnos en nuestro esfuerzo. En este caso es importante permitir que nos toquen los elogios. No es necesario que los solidifiquemos y los convirtamos en un motivo de arrogancia, pero podemos sentir que algo que hemos hecho ha afectado positivamente a otras personas y ellas lo han apreciado. Podemos sencillamente ser tocados por los elogios y después dejarlos ir. Esto puede darnos energía para mayores esfuerzos. Si tenemos la tendencia a dudar de nosotros mismos y nos falta confianza, podemos de vez en cuando recordar el aprecio que sienten otros por nosotros para equilibrar nuestro hábito mental de vernos negativamente.

O podemos tener una tendencia hacia la arrogancia. Entonces los elogios se convierten en la causa de sentimientos desmesurados de superioridad. En este caso, tenemos que recordar las enseñanzas de la transitoriedad y la interdependencia. Esta experiencia de elogio es un único momento fugaz y no debemos obsesionarnos con él, solidificándolo, y tratando de llevárnoslo con nosotros. Requiere mucha energía hacer eso porque el momento pasa y desaparece de manera natural. Si nos encontramos repetidas veces hablando con los demás sobre ello para seguir aferrándonos a ese momento, si desarrollamos tal arrogancia basándonos en el aprecio de alguien, deberíamos examinar si verdaderamente podemos proclamarnos como autores de ese acto. Podemos hacer esto examinando todas las diferentes causas y condiciones necesarias para que ese acto haya ocurrido. Cuando hacemos eso, no podemos mantener nuestra arrogancia porque sabemos cuántas cosas más allá de nosotros mismos han jugado también su papel en esa acción.

Por ejemplo, cuando se elogia a un maestro por su forma de enseñar, podemos darnos cuenta que no es sólo su propio mérito, sino que ha sido todo un conjunto de diferentes elementos que se han reunido para hacer que esa enseñanza tuviera éxito. Podemos pensar en la amabilidad y generosidad de sus propios maestros que compartieron antes con él su conocimiento para que ahora pudiera compartirlo con sus estudiantes. También debemos pensar en la inteligencia, el entusiasmo y la conducta armoniosa de los estudiantes que ayudan a crear un entorno adecuado para que todos puedan aprender.

Cuando consideramos las cosas con esta perspectiva, no somos arrastrados por los elogios que recibimos. Esto es importante, no sólo para reducir nuestra propensión por los estados mentales negativos sino también para nuestro propio desarrollo. Si nos aferramos demasiado a los elogios, corremos el riesgo de intentar simplemente recrear lo que previamente nos hizo merecedores de esos elogios. Esto puede ser mortal para nuestro camino. Nos volvemos temerosos de explorar otras formas de hacer las cosas y nos quedamos atascados imitándonos a nosotros mismos. Las enseñanzas guerreras nos animan a vivir en el momento presente, en cada fresco instante, en lugar de congelar nuestra experiencia y dejar de relacionarnos directamente con lo que aparece ante nosotros.

Así que, sin importar la respuesta positiva que podamos recibir de otros, debemos mantener un enfoque fresco en cada momento, igual que hacemos en la meditación, sin intentar recrear o agarrarnos a la experiencia. Cada momento requiere que lo vivamos de manera completa y fresca en el presente.

TRABAJAR CON LOS REPROCHES

Cuando somos el objeto de los reproches o críticas de otros, es bueno intentar establecer un equilibrio en nuestra reacción entre estar abiertos a la crítica y aprender lo que podamos de ella y no sentirnos abrumados y totalmente desanimados.

Primero creamos algo de espacio alrededor de nuestra inmediata e instintiva respuesta. Normalmente podemos intentar rebatir las críticas y entrar en un acalorado debate sobre la veracidad de esa acusación. O podemos cerrar la conversación y no querer escuchar lo que nos han dicho. También es posible que lancemos un contraataque. Sea cual sea nuestra forma particular de reaccionar, es bueno tomar un momento para contenernos evitando una reacción automática.

ABIERTOS A ESCUCHAR

Uno de los mayores regalos que podemos ofrecer o recibir es dar nuestra sincera opinión sobre algo. Por eso, cuando alguien nos critica, puede ser muy beneficioso para nosotros escuchar abiertamente lo que nos están diciendo. Un antiguo proverbio dice: “Las palabras que realmente nos benefician, son las que no suenan agradables”. Lo que nos beneficia realmente escuchar no es necesariamente lo más fácil de oír, y tampoco suele ser lo más fácil de decir para los demás.

Muchos de nosotros evitamos la confrontación y no damos muchas veces nuestra sincera opinión, prefiriendo el camino de menor resistencia, dejando pasar las cosas para no crear una situación tensa. Así que, si alguien tiene el valor de dar un paso adelante y ofrecernos directamente su crítica, lo menos que podemos hacer es escucharla.

Cuando escuchamos abiertamente, sin aferrarnos a nuestras propias ideas, estamos más dispuestos a escuchar lo que se dice. Entonces podemos valorar la información con claridad. Si la crítica vale la pena, esa puede ser una maravillosa oportunidad de aprender algo. Si verdaderamente escuchamos y examinamos la crítica y la encontramos valiosa, entonces ¿qué daño nos ha hecho? Hemos tenido una oportunidad de escuchar el punto de vista que tiene otra persona. Esto nos vuelve a recordar que todos nosotros creamos el mundo en el que vivimos, la perspectiva de una persona nunca va a estar siempre totalmente de acuerdo con la de otra. Esa es una oportunidad muy útil para ver las brechas en lo que normalmente percibimos como una realidad uniforme en la que todos participamos.

LA IMPORTANCIA DE LA ADVERSIDAD

Es importante que tengamos momentos de adversidad en la vida. Si todo fuera adorable y encantador, no habría nada con lo que trabajar. Todo sería del mismo color. Las diferentes texturas que nos rodean en la vida son las que nos enriquecen. Gracias a ellas podemos practicar y sentarnos a meditar. Al tener esos momentos discordantes, se iluminan nuestros hábitos mentales, vemos las formas en que nos apegamos, lo que queremos, y lo que intentamos evitar.

Cuando alguien nos ofrece una visión negativa de nuestros actos, está desafiando nuestra propia imagen que tan cuidadosamente hemos construido. Entonces podemos ver claramente dónde nos hemos quedado atascados, qué nos enfada, y dónde están los límites de nuestra paciencia, compasión y habilidad. De esta forma, si llevamos estos momentos de dificultad al camino y los usamos para descubrir más sobre nosotros mismos, entonces son un gran regalo.

TOCAR CON DELICADEZA

Por otra parte, algunos de nosotros nos fijamos excesivamente en los reproches y críticas que recibimos de los demás. Les damos vueltas en la cabeza una y otra vez, y nos mantienen despiertos por la noche. Si ocurre esto, necesitamos ampliar nuestra visión. Nos hemos enfocado demasiado sobre ellos en este caso, llevándolos a cuestas adonde quiera que vayamos, mucho tiempo después de que la conversación haya terminado. Sea lo que sea que ocurra… no te lo tomes todo demasiado en serio. Sea lo que sea que aparezca… no lo veas como el problema final y último, sino como una llamarada temporal que viene y va. En semejantes momentos, es útil expandir nuestra visión, reconociendo que no podemos complacer siempre a todos. Siempre estamos en este terreno inestable de la existencia, no podemos conseguir nunca que todo sea correcto, no podemos hacer siempre feliz a todo el mundo. Lo que una persona aprecia, a otra le disgusta.

Aunque es bueno examinar las opiniones que recibimos de otros, al mismo tiempo no debemos obsesionarnos con ellas. Si hay algo que aprender, podemos aprenderlo, pero después simplemente dejamos que la experiencia se vaya. Ese momento en particular no define la totalidad de lo que somos. Las enseñanzas guerreras fundamentales nos dicen que no existe verdaderamente un yo al que podamos darle unas características definitivas de ninguna manera. Todos somos como sueños y reflejos, la simple reunión de causas y condiciones momentáneas, que están cambiando constantemente. Mientras reconocemos los detalles de la crítica, no debemos perder de vista el panorama completo. Igual que con los elogios, las tocamos con delicadeza, escuchamos las críticas, aprendemos lo que podemos de ellas, y después las dejamos ir.

EL ÚLTIMO TESTIGO

Aunque intentes utilizar hábiles métodos para trabajar con los elogios y los reproches, si en algún momento te encuentras confuso y pierdes el sentido de cuál es la interpretación adecuada de tus actos, te puede ser útil recordar esta frase: “de los dos testigos, escoge el principal”. Esto quiere decir que no debes quedarte solo con la opinión que tienen los otros de ti, sino que debes siempre ser honesto contigo mismo.

Es bueno que intentemos oír lo que los otros tienen que decir de nosotros, pero lo más importante es escucharnos a nosotros mismos. Esto tampoco significa que debemos quedarnos con nuestra cháchara mental superficial, con nuestra ilusión, o con nuestras dudas neuróticas sobre nosotros mismos. En lugar de eso, escuchemos profundamente y aprovechemos nuestro auto conocimiento basado en la práctica de la meditación. Somos nosotros quienes conocemos nuestra propia experiencia y nadie más puede conocerla o decirnos lo que estamos experimentando. Nunca hemos estado separados de nosotros mismos ni siquiera por un minuto. Nos conocemos tan bien, que somos el mejor juez de nosotros mismos. Ya que nos conocemos mejor que ninguna otra persona, tomar el tiempo y el espacio necesario para escuchar nuestros propios elogios y críticas es de gran beneficio. Eso será lo más adecuado.

Debemos mantener cierta ecuanimidad y no ser demasiado duros al tratar con los elogios y los reproches. Mantener esa sensación de igualdad en nuestra experiencia es lo que nos permite mantener cierta estabilidad y sensatez cuando nos enfrentamos a las apariencias que se manifiestan extremadamente divergentes. Aunque no negamos las relativas diferencias en nuestras experiencias, la mayoría de nosotros nos hemos alejado demasiado de la naturaleza esencial de la experiencia. Es como estar sentados en el extremo de un balancín, los acontecimientos nos llevan arriba y abajo. Si podemos movernos hacia el centro del balancín, al corazón de la experiencia, estaremos más equilibrados y estables. Esa es la forma de experimentar el sabor único de la experiencia, sea la que sea, elogios o reproches.





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