La felicidad, como todas las cosas, es transitoria. Para que la
felicidad pueda extenderse y renovarse, debemos aprender a alimentar nuestra
felicidad.
Nada puede sobrevivir sin
alimento, incluso la felicidad. Tu felicidad puede morir si no sabes cómo
alimentarla. Incluso si ya está manifestándose la felicidad en tu vida, tienes
que continuar alimentándola. A veces a esto se le llama acondicionamiento.
Podemos acondicionar nuestro cuerpo y nuestra mente para la felicidad con las
cinco prácticas siguientes: soltar, invitar semillas positivas, práctica de la
atención, concentración, y visión interna.
1.
SOLTAR
El primer método para crear
alegría y felicidad es soltar amarras, dejar atrás. Hay cierto tipo de alegría
que surge al soltar, al dejar ir ciertas cosas. Muchos de nosotros estamos
ligados a demasiadas cosas. Creemos que esas cosas son necesarias para nuestra
supervivencia, nuestra seguridad, y nuestra felicidad. Pero muchas de esas
cosas –o para ser más precisos, nuestra creencia de su absoluta necesidad—son
realmente obstáculos para nuestra alegría y felicidad.
A veces pensamos que tener cierta
carrera, diploma, sueldo, casa, o pareja es crucial para nuestra felicidad.
Pensamos que no podemos seguir sin ello. Pero incluso cuando has conseguido esa
situación, o a esa persona, continúas sufriendo. Al mismo tiempo, sigues
temiendo que si sueltas ese premio que has conseguido, será incluso peor, serás
incluso más miserable sin el objeto al que te has aferrado. No puedes vivir con
ello, y tampoco puedes vivir sin ello.
Si te pones a mirar profundamente
en tu temeroso apego, te darás cuenta que es precisamente el verdadero
obstáculo para tu alegría y felicidad. Tienes la capacidad de soltar, de dejar
ir, pero a veces eso requiere mucho valor. Aunque una vez que lo has soltado,
la felicidad llega rápidamente, no tendrás que ir buscándola por ahí.
Imagina, por ejemplo, que vives
en la ciudad y te vas un fin de semana al campo. Si vives en una gran ciudad,
hay mucho ruido, polvo y contaminación, pero también muchas oportunidades y
entretenimientos. Un día, un amigo te invita a salir fuera un par de días. Al
principio puedes decir: “No puedo irme. Tengo demasiado trabajo. Estoy
esperando una llamada importante”.

2.
INVITAR
SEMILLAS POSITIVAS
Cada uno de nosotros
tiene muchos tipos de “semillas” en lo profundo de su conciencia. Las que
regamos son las que brotan, aparecen en la conciencia, y se manifiestan en el
exterior.
Así que en nuestra conciencia hay
infierno y también paraíso. Somos capaces de ser compasivos, comprensivos, y
alegres. Si sólo prestamos atención a las cosas negativas que hay en nosotros,
especialmente al sufrimiento de heridas pasadas, estamos dándole vueltas a
nuestras penas y no recibimos ningún alimento positivo. Podemos practicar la
atención apropiada, regando las cualidades saludables que hay en nosotros al
tocar las cosas positivas que siempre están disponibles en nuestro interior y a
nuestro alrededor. Esa es buena comida para nuestra mente.
Una forma de ocuparnos de nuestro
sufrimiento es invitar a salir a una semilla de naturaleza opuesta. Como nada
existe sin su opuesto, si tienes una semilla de arrogancia, también tienes una
semilla de compasión. Cada uno de nosotros tiene una semilla de compasión en su
corazón. Si practicamos la atención en la compasión cada día, la semilla de
compasión que hay dentro de nosotros se hará más fuerte. Sólo tenemos que
centrarnos en ella y aparecerá como una poderosa fuente de energía.

3.
PRÁCTICA
DE LA ATENCIÓN
La práctica de la
atención, o mindfulness, nos ayuda no sólo a entrar en contacto con el
sufrimiento, para que podamos abrazarlo y transformarlo, sino también a tocar
las maravillas de la vida, incluyendo nuestro propio cuerpo. Entonces respirar
se convierte en un placer, porque verdaderamente llegamos a disfrutar del hecho
de respirar.
Cuando practicamos la respiración
consciente o el caminar consciente, llevamos a nuestra mente de vuelta al
cuerpo, y nos situamos en el aquí y ahora. Nos sentimos muy afortunados por
tener ya a nuestro alcance tantas condiciones de felicidad. La alegría y la
felicidad vienen inmediatamente. Así que la atención es una fuente de alegría,
una manantial de felicidad.
La atención es una energía que
puedes generar durante todo el día a través de tu práctica. Puedes lavar los platos
con atención, puedes cocinar con atención, puedes fregar el suelo con atención.
Y con atención puedes tocar las múltiples condiciones de felicidad y alegría
que ya están a tu alcance. Tú eres un verdadero artista, que sabe cómo crear
alegría y felicidad en cualquier momento que desees. Esa es la alegría y la
felicidad que nacen de la atención.
4.
CONCENTRACIÓN
La concentración nace
de la atención. La concentración tiene el poder de atravesar y quemar las
aflicciones que nos hacen sufrir y permite que entren la alegría y la
felicidad.
Permanecer en el momento presente
requiere de concentración. Las preocupaciones y la ansiedad sobre el futuro
siempre están ahí, preparadas para arrastrarnos con ellas. Podemos verlas,
reconocerlas, y usar nuestra concentración para volver al momento presente.
Cuando estamos concentrados
tenemos mucha energía. No somos arrastrados por visiones del sufrimiento pasado
o miedos sobre el futuro. Permanecemos estables en el momento presente y
podemos entrar en contacto con las maravillas de la vida, y generar alegría y
felicidad.
La concentración siempre es
concentración sobre algo. Si te enfocas en tu respiración de una manera
relajada, ya estás cultivando fortaleza interior. Cuando vuelves a sentir tu
respiración, concéntrate en ella con todo tu corazón y toda tu mente. La
concentración no es un trabajo duro. No tienes que ponerte tenso o hacer un gran
esfuerzo. La felicidad surge de manera suave y fácil.
5.
VISIÓN
INTERNA
Con la atención,
reconocemos la tensión en nuestro cuerpo, y queremos relajarnos, pero a veces
no podemos. Lo que necesitamos es cierta visión interna.
La visión interna es ver lo que
está ahí. Es la claridad mental que puede liberarnos de las aflicciones como la
envidia o el enfado, y permite que aparezca la verdadera felicidad. Todos
nosotros tenemos esa visión interna, aunque no siempre hacemos uso de ella para
incrementar nuestra felicidad.
Por ejemplo, podemos saber que
algo (un capricho o un resentimiento) es un obstáculo para nuestra felicidad,
que nos produce ansiedad y miedo. Sabemos que eso no merece el sueño que nos
hace perder, pero a pesar de ello gastamos tiempo y energía obsesionados por
eso. Somos como un pez que ya ha sido pescado antes y sabe que dentro del cebo
hay un anzuelo. Si el pez utiliza su visión interior, no lo morderá, porque
sabe que será enganchado por el anzuelo.
A menudo, simplemente mordemos
nuestro capricho o resentimiento, y dejamos que nos enganche el anzuelo. Nos
quedamos atrapados y apegados a estas situaciones que no se merecen nuestra
preocupación. Si tenemos atención y concentración, entonces la visión interior
estará allí y podremos usarla para nadar lejos del anzuelo, libres.
Probablemente en el pasado
hayamos sufrido por una cosa u otra. Tal vez nos hemos sentido como si
estuviéramos en un infierno. Si recordamos ese sufrimiento, sin dejarnos
arrastrar por él, podremos usarlo para recordarnos a nosotros mismos: “Qué
afortunado soy ahora mismo. Ya no estoy en esa situación. Puedo ser feliz”. Eso
es visión interna, y en ese momento, nuestra alegría y felicidad pueden crecer
muy rápidamente.
La esencia de nuestra práctica como guerreros puede describirse como
transformar el sufrimiento en felicidad. No es una práctica complicada,
pero requiere que cultivemos la atención, la concentración, y la visión
interior.
Lo que requiere antes que nada es
que volvamos a nosotros mismos, que hagamos las paces con nuestro sufrimiento,
tratándolo con ternura, y mirando profundamente en las raíces de nuestro dolor.
Requiere que soltemos los sufrimientos inútiles e innecesarios y que miremos
más de cerca nuestra idea de felicidad.
Finalmente, requiere
que alimentemos la felicidad diariamente, con reconocimiento, comprensión, y
compasión por nosotros mismos y por aquellos que nos rodean. Como guerreros, utilizamos
estas prácticas para nosotros mismos, y las ofrecemos a nuestros seres
queridos, y al mundo que nos rodea. Este es el arte del sufrimiento y el arte
de la felicidad. Con cada respiración, aliviamos el sufrimiento y generamos
alegría. Con cada paso, hacemos florecer la flor de la visión interior.
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