La
inquietud, el opuesto al sopor, es un poderoso obstáculo para la práctica, y se
manifiesta como agitación, nerviosismo, ansiedad, y preocupación. La mente da
vueltas y más vueltas, o salta continuamente de un tema a otro. El cuerpo puede
estar lleno de esa inquieta energía, vibrando, saltando, nervioso. Cuando
estamos inquietos, sentimos que tenemos que levantarnos y movernos, encender la
televisión, comer, hacer cualquier cosa excepto sentir nuestro cuerpo. Igual
que el sopor, la inquietud puede aparecer como una respuesta al dolor y la pena
que no queremos sentir. También puede aparecer en forma de preocupación. Nos
sentamos a meditar y la mente queda atrapada con miedos y lamentos, y
permanecemos horas con esas historias. Con cualquier forma de inquietud,
nuestra meditación se vuelve dispersa, y es difícil estar presente.
Cuando
aparece este estado de inquietud, llámalo por su nombre sin enjuiciarlo o sentirte
culpable. Llámalo suavemente “inquietud, inquietud…”, y mantén tu corazón y tu
cuerpo abiertos a experimentar con sabiduría este aspecto de la vida humana.
Siéntelo en tu cuerpo completamente. ¿Qué tipo de energía es esa? ¿con cuánta
intensidad vibra en ti? ¿es cálida o fría? ¿hace que tu cuerpo y tu mente se
expanda o que se contraiga? ¿Qué ocurre cuando te abres a esa energía, cuando
la llamas por su nombre? ¿cuánto dura? ¿Qué te está contando?
Date la
oportunidad de experimentar la inquietud sin quedarte atrapado en el contenido
de su historia. Puede ser terriblemente incómodo sentir el cuerpo lleno de
energía nerviosa y la mente dando vueltas con preocupación. Pero debes tener en
cuenta que no es “tu inquietud”, sino simplemente “inquietud”, un estado
transitorio resultado de condiciones que están destinadas a cambiar. Si se
vuelve muy intenso, di para ti mismo “vale, estoy preparado. Seré el primer
meditador que muera de inquietud”. Ríndete a ella y observa lo que sucede. Como
cualquier otra cosa, la inquietud es un proceso compuesto, una serie de
pensamientos, sentimientos, y sensaciones, pero, al creer que es algo sólido,
tiene un gran poder sobre nosotros. Cuando dejamos de resistirnos y, prestando
atención, simplemente le permitimos moverse a través de nosotros, podemos ver
lo transitorio e insustancial que realmente es este estado.
Cuando la
inquietud es muy fuerte, además de llamarla por su nombre puedes intentar
practicar contando tus respiraciones, de una a diez y vuelta a empezar, hasta
que la mente vuelva a equilibrarse. Si te ayuda, puedes respirar más
profundamente de lo habitual, como una forma de reunir y suavizar cuerpo y
mente. Debes comprender que la inquietud es una etapa normal en la práctica.
Acéptala y desarrollarás cierta comprensión y claridad, así como una sensación
interna de comodidad. Cuando haces las paces con la inquietud, su energía más
profunda estará a tu disposición. La inquietud es solamente el nivel
superficial de un hermoso manantial de energía dentro de nosotros, un ilimitado
flujo de creatividad. Esta creatividad puede moverse a través de nosotros en
maravillosas formas cuando nos convertimos en un canal limpio, cuando
aprendemos a darle espacio a todo lo que surge.
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Éste es mi principal problema a la hora de meditar. Ya sabes, el caballo de mi mente está muy desbocado ^^U
ResponderEliminarMuchas gracias por este consejo y por todos los que escribes en el blog, Fernando.
¡Un abrazo!
Todo necesita práctica y paciencia. Ese caballo desbocado necesita suficiente espacio para correr y desfogarse, pero ciertos límites para que no se vaya demasiado lejos. El equilibrio entre una técnica precisa y suficiente espacio mezclado con amabilidad y cariño hacia uno mismo, son la clave para seguir avanzando y conseguir que la mente se vaya calmando.
ResponderEliminarMe alegro de que te sirvan de ayuda las publicaciones.
Un abrazo