LA CORAZA



En el mundo actual estamos más acostumbrados a la oscuridad que a la luz, pero ¿cómo puede enfrentarse el guerrero a la oscuridad? La oscuridad que impregna la sociedad en que vivimos es la actitud de esconderse en un entorno familiar, para dormir, para no querer experimentar la vida tal como es. Cuando no se quiere despertar por miedo a lo que se encontrará en la vida, por miedo a sentir el miedo, uno crea una coraza para que le proteja de la luz resplandeciente del amanecer, para esconderse y sentirse seguro.

Aunque esa coraza parece calmar el miedo, en realidad nos estamos petrificando de miedo. Nos rodeamos de pensamientos familiares y cerramos el corazón para no sentir ningún dolor. Hay tanto miedo del mismo miedo que endurecemos el corazón, nos cubrimos con una coraza para no sentir.

La cobardía consiste en encerrarse dentro de una coraza, donde uno puede seguir comportándose como siempre. Si estamos siempre haciendo lo mismo, pensando las mismas cosas, no tenemos que atrevernos a saltar a un terreno nuevo y desconocido. En ese ambiente cerrado y oscuro, donde no entra el frescor de nada nuevo, nos sentimos seguros, y nos apegamos tanto a esa coraza que parece un recuerdo de familia. Esa coraza nos ofrece un lugar cómodo y adormecedor, nos da la seguridad de lo conocido y familiar.

Dentro de la coraza no hay luz, y en algún momento sentimos añoranza por algo de espacio abierto y fresco. Cuando empezamos a observar con atención ese espacio oscuro y cerrado que hay dentro de nuestra coraza, cuando empezamos a sentir lo que es estar escondidos y encerrados siempre en el mismo sitio, surge la necesidad de salir de allí. Necesitamos aire fresco. Esa necesidad de aire, de espacio abierto, nos impulsa a salir de la oscuridad buscando el resplandor del amanecer del guerrero.

Cuando pensamos en un espacio mayor, abierto y fresco, nos damos cuenta de que estamos entumecidos por la inmovilidad de la coraza que llevamos tanto tiempo puesta. Queremos saltar y correr, vemos que hay una posibilidad de vivir sin coraza. Esa necesidad de aire fresco, esas ganas de sentir la brisa en la piel, nos hace abrir los ojos para buscar una forma de salir de la coraza.


Y, de repente, vemos que hay mucha luz fuera de nuestra acogedora y oscura coraza. Entonces, la coraza empieza a abrirse, empezamos a sentir algo nuevo. Y también nos damos cuenta de lo desagradable que es el interior de esa coraza, tanto tiempo sin ventilación, sin aire fresco. Abrimos más los ojos, buscamos más luz, ansiamos deshacernos cuanto antes de esa pesada coraza.

Pero no debemos olvidar la oscuridad de la coraza. Para poder animarnos a seguir avanzando por el camino, debemos mirar atrás y apreciar la diferencia, el contraste, entre dónde estamos ahora y dónde estábamos antes. La cuestión no es rechazar la coraza, aunque sea un peso innecesario. Debemos aceptar y comprender nuestras experiencias de la oscuridad, y también las de los demás. Si no recordáramos de dónde venimos, nuestra tendencia sería crear una nueva coraza, más reluciente y con mejor apariencia, de la experiencia del amanecer del guerrero. Pensaríamos que, ya que hemos escapado de la oscuridad, podríamos echarnos a dormir sin más.

Pero cuando miramos hacia atrás y recordamos la coraza y el sufrimiento del mundo de los cobardes, eso nos anima para seguir adelante recorriendo el camino del guerrero. En este viaje, el guerrero no está esperando llegar a algún lugar más allá del horizonte, sino que en realidad es un viaje que se realiza dentro de sí mismo. Así es como el guerrero empieza a apreciar el amanecer que ocurre en su interior, y que se manifiesta en su postura, en su rostro, en sus ojos y, sobre todo, en su forma de mirar el mundo. Ese amanecer que surge en el corazón del guerrero brilla y resplandece en cada uno de sus gestos, iluminando cada faceta de su vida.

Eso le hace sentir al guerrero aún más humano, siendo capaz de vivir su vida plenamente, con una sensación de autenticidad e integridad. Esa sensación de humanidad es algo muy real y una de las riquezas del guerrero, pues irradia cordura y salud al mundo que le rodea. Al sentirse íntegro y sano, el guerrero irradia hacia los demás su salud de forma natural.

La visión del guerrero que siente ese amanecer en su interior le impulsa a interesarse por el mundo que le rodea. Normalmente, el interés surge cuando nos encontramos con algo extraordinario, cuando nos aburrimos y buscamos entretenimiento, o cuando necesitamos protegernos de algún peligro. Pero en el guerrero el interés surge de forma espontánea, porque su vida es auténtica, íntegra, sana. Para el guerrero, cada aspecto del mundo es interesante, lo que ve, lo que siente, lo que oye, y disfruta con todo ello, sin juzgarlo, simplemente experimentando lo que sea que encuentra a cada paso, sintiéndose vulnerable y muy sensible.

El guerrero se deleita con la experiencia a la vez que siente el dolor de su vulnerabilidad ante el mundo. El interés del guerrero surge a causa de la ternura, la tristeza y la afabilidad que siente en su corazón. Se siente vulnerable y completamente abierto al mundo, y no puede evitar dejarse tocar por él. De alguna manera, esto protege al guerrero del peligro de desviarse del camino o de endurecerse. Cuando siente ese interés por su mundo, el guerrero también siente la tristeza y la ternura de su corazón, que precisamente es lo que le hace auténtico y vuelve a despertar su interés por el mundo.


El amanecer del guerrero ilumina su camino para que pueda seguir avanzando, ofreciéndole continuamente nuevas energías que le impulsan a seguir adelante. Sin importar lo que hagamos cada uno, la vida sigue pasando sin parar, y a cada momento nos encontramos con un nuevo capítulo de nuestra vida. El guerrero no necesita pasatiempos, ni entretenimientos para animarse, porque el mundo que le rodea es como es y está a su disposición continuamente, ofreciéndole nuevos momentos, nuevas experiencias. Es el amanecer de su corazón lo que le permite aprovechar la vida plenamente, sin necesidad de intentar crear un mundo diferente. Al entender esto, el guerrero da otro paso en su camino para convertirse en un guerrero auténtico.

Para el auténtico guerrero no existe la guerra, porque ya ha conseguido la victoria sobre todas las guerras, ya no tiene nada que conquistar porque ya no encuentra en su camino verdaderos obstáculos o problemas fundamentales. Esto no quiere decir que mire hacia otro lado o intente ignorar la negatividad, sino que es capaz de mirar atrás y recorrer toda su vida sin encontrar verdaderos problemas.

No es que intente convencerse de que todo está bien, sino que realmente ha descubierto que es auténtico, y que está bien ser como es. Ha visto que la vida entera está bien como es, a pesar de encontrar pruebas y desafíos constantes no se siente condenado a tener que sufrir su mundo, sino animado a seguir avanzando y superando las adversidades que aparezcan en su camino. Aunque a veces tenga miedo es capaz de superarlo, porque una vez que encuentra dónde está su cobardía, una vez que se encuentra ante el siguiente obstáculo, se atreve a seguir adelante y superarlo, tal vez con sólo un pequeño salto de confianza.





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