EL SOPOR


Un obstáculo muy común, y muy sutil, que encontramos al recorrer nuestro camino espiritual es el sopor, ese estado de adormecimiento y opacidad, de pereza y falta de claridad. Este obstáculo puede aparecer como pereza, cansancio, falta de vitalidad, y nebulosidad. Nuestro estado despierto y nuestra claridad mental decrecen cuando a nuestra mente le supera el sueño, entonces nuestra vida y nuestra meditación se nubla y es difícil hacer algo en ese estado. Experimentamos cansancio en nuestra vida a causa de la vertiginosa velocidad de nuestra cultura, o porque hemos perdido el contacto con nuestro cuerpo. En ese estado nos sentimos perezosos o reticentes ante cualquier tarea difícil.

El sopor se apodera de nosotros poco a poco. Cuando estamos meditando, podemos sentir como empezamos a adormecernos, como si estuviera entrando la niebla a nuestro alrededor y nos susurrara al oído: “vamos a echar una cabezadita”. Entonces la mente se dispersa y perdemos el ánimo para continuar con lo que habíamos empezado. Esto nos puede suceder muchas veces durante la meditación. Gran parte de nuestra vida la pasamos medio despiertos. Largos períodos de la vida transcurren durmiendo y caminando ensimismados como en un sueño. La meditación es despertar, así que podemos empezar a llevar la atención al sopor durante la práctica.

Llamar al sopor por su nombre

Prestemos atención a cómo se siente el cuerpo cuando está cansado: hay una sensación de pesadez, la postura decae, y pesan los párpados. Claro que si nos estamos durmiendo y dando cabezadas es difícil verlo. Aun así, observa todo lo que puedas. Presta atención cuando empieza, durante, y al final de ese adormecimiento, y a los diferentes componentes de esa experiencia. Observa las condiciones que lo causan ¿es cansancio o resistencia? A veces, el mero hecho de prestar atención conscientemente al sopor lo disuelve y trae claridad y comprensión. Otras veces volverá con más fuerza.


Cuando nos encontramos con este obstáculo y lo llamamos por su nombre, veremos que tiene tres causas. Una es el cansancio que es síntoma de una verdadera necesidad de dormir. Este surge a menudo en casa tras un largo día, cuando nos sentamos a meditar tras un período de mucha actividad o estrés, o en los primeros días de un retiro. Es una señal de que debemos respetar las necesidades de nuestro cuerpo. Podemos haber perdido el equilibrio en nuestra vida y necesitar trabajar menos y pasar más tiempo en el campo. Este tipo de sopor pasa cuando hemos descansado.

El segundo tipo de sopor surge como una resistencia ante algún estado incómodo o de temor del cuerpo o de la mente. A veces, cuando es difícil sentir algo, cuando no queremos recordar o experimentar algo, nos adormecemos.

Un tercer tipo de sopor es el resultado de estar quietos y calmados, pero sin suficiente energía despierta para mantener una atención clara.

No debemos confundir el sopor que surge como una resistencia con la pereza. Habitualmente, más que perezosos lo que nos ocurre es que estamos asustados. El obstáculo de la pereza y el sopor adopta la estrategia de la ostra, pensando: “lo que no veo no puede hacerme daño”. Cuando surge el sopor y nuestro cuerpo no está realmente cansado, es a menudo un signo de resistencia. Entonces podemos preguntarnos: “¿qué está pasando aquí? ¿qué estoy evitando al adormecerme?”. Muchas veces descubriremos un temor o una dificultad importante que se oculta bajo el sopor. Los estados de soledad, tristeza, vacío, y falta de control sobre algunos aspectos de nuestra vida son los que habitualmente intentamos evitar durmiéndonos. Cuando reconocemos esto, toda nuestra práctica puede abrirse a un nuevo nivel.


El sopor también puede ser causado por el desarrollo de una gran quietud y calma mental. Nuestra cultura activa y llena de estímulos no nos tiene acostumbrados a tratar con momentos de quietud y calma, y nuestra mente puede creer que es hora de irse a la cama. Así que, cuando nos concentramos en algo, pero no equilibramos la mente haciendo surgir una equivalente cantidad de energía, podemos quedarnos atascados en estado de calma, pero sin claridad. En esos momentos debemos llamar por su nombre a ese estado opaco y estimular la energía. Cuando te encuentres con esta forma de sopor, llámala por su nombre, siéntate derecho, y toma unas cuantas respiraciones profundas. Cuando te sientas con sopor, medita con los ojos totalmente abiertos, ponte de pie durante unos minutos, o haz meditación caminando. Si tienes mucho sueño, camina rápidamente o hacia atrás, o échate agua en la cara. El sopor es algo a lo que podemos responder con creatividad.


Se puede trabajar con el sopor, de hecho, nos puede ayudar a llevar más precisión a nuestro estado de alerta, enfocándonos en “tan solo esta respiración”, o “tan solo en este paso”, y estabilizar así la atención. Si podemos darnos cuenta de “tan solo esta respiración”, en cada instante, en cada momento, la mente se expandirá y se refrescará, y desaparecerá el sopor. Bajo el sopor existe la posibilidad de un verdadero estado de paz y descanso. No obstante, mientras tanto, si no funciona ninguna otra cosa, entonces es hora de echarse una siesta.




Más abajo puedes dejar un comentario sobre lo que te ha parecido esta publicación y también sugerir algún tema sobre el que te gustaría leer en futuras publicaciones. Gracias por tu colaboración.




Comentarios