TRANSFORMAR LA CONFUSIÓN EN SABIDURÍA



Conforme avanza el guerrero por su camino, éste se va haciendo más amplio y elevado, hasta ser capaz de transformar la confusión en sabiduría.

La palabra “meditación” tiene tantos significados y tan diferentes para cada persona, que incluso un grupo de meditadores reunidos en una sala haciendo la misma práctica podrían estar haciendo cosas muy diversas y con diferentes propósitos. ¿Quién puede saber lo que ocurre dentro de cada uno en esos momentos?

La mayoría de personas que se acercan por primera vez a la meditación suelen hacerlo con diferentes ideas preconcebidas y diversos objetivos. Algo despierta nuestro interés o nos inspira a intentarlo. Pero según seguimos practicando, esas ideas empiezan a disolverse y se vuelve cada vez menos relevante lo que realmente está sucediendo. El contraste entre las ideas que teníamos sobre la meditación y la experiencia actual de ella se hace muy evidente.

La meditación tiene beneficios prácticos para la salud, tanto física como mental, y se ha reconocido como un importante componente de un estilo de vida saludable. Eso es estupendo, pero no llega a captar el poder de esta práctica.

La meditación tiene muchas dimensiones. No se trata solo de calmarse, también se trata de desarrollar la percepción profunda o conocimiento. En el fondo, la meditación trata del despertar, de la mente completamente despierta. En la tradición guerrera, la meditación tiene dos aspectos fundamentales: la permanencia apacible y la visión superior. Se puede tener una mejor idea de esos aspectos expresándolos con diferentes parejas de términos como asentarse y brillar, enfocarse y relajarse, concentración y expansión, y estabilización y clarificación. Muy a menudo se les denomina permanecer en calma y visión clara, o simplemente atención y conciencia.

El camino del guerrero se va desarrollando en tres etapas o fases, y en cada etapa la meditación de la atención y la conciencia tienen un papel primordial. Pero la naturaleza de la práctica, y las razones por la que la hacemos, evoluciona con el tiempo de una forma natural. A continuación, veremos cómo cambian algunos de los objetivos de la meditación conforme progresamos de una etapa a la otra.


Hacerse amigo de uno mismo y ser menos molestia para los demás

Para los guerreros principiantes, su camino es muy definido y estrecho pues la primera tarea es sencillamente domesticar su propia mente. Tenemos que calmarnos y estar más relajados, para simplificar las cosas y permanecer en calma. Es como encontrar el ojo del huracán. Está bien, pero no se considera en absoluto el objetivo final. El verdadero trabajo requiere que observemos honestamente nuestra mente y la forma en que vivimos.

Es algo muy natural: cuanto más nos calmamos, más podemos ver. Conforme vamos aminorando la velocidad, empezamos a vernos a nosotros mismos y a nuestro mundo con más claridad. Eso nos permite interrumpir los patrones de pensamientos y hábitos negativos que nos impulsan a dañarnos a nosotros mismos y a los demás. Este es un proceso continuo, una forma de hacernos amigos de nosotros mismos y de ser menos molestia para los demás.


Abrir la mente y expandir el corazón

Los dos hilos conductores de la práctica de la atención y de la conciencia continúan en la siguiente etapa, en que el camino del guerrero se hace más amplio, para no solamente trabajar con uno mismo sino también incluir a los demás en nuestra práctica. Ahora, la quietud de la atención se relaja y abre para entrever la vacuidad, y la claridad de la conciencia debilita la obsesión con uno mismo para descubrir la compasión que surge de forma natural. Esta es la base para cultivar deliberadamente una compasión que fluya más libremente a través de ejercicios contemplativos. Un componente importante de la meditación en esta etapa es la hábil aplicación de la conciencia meditativa para involucrarse compasivamente en el mundo: la meditación en acción.


Transformar la confusión en sabiduría

En la tercera etapa, el camino del guerrero se expande de tal manera que abarca el mundo entero en todas sus facetas, entonces la práctica de la atención, o práctica sin forma, se convierte en una manera de descansar en un espacio sin límites y en continua expansión, y las prácticas de la conciencia en forma de visualizaciones ofrecen un acceso directo a la energía y el brillo que impregnan ese inmenso espacio. Como una expansión explosiva de la visión de la segunda etapa, las prácticas en esta tercera revelan la sabiduría que existe en nuestras experiencias ordinarias de cada día y nos desafían a ver el mundo como una expresión pura y sagrada del Universo y como una unidad dinámica de luminosidad y vacuidad. Llegado a este punto, el camino del guerrero le ofrece una total libertad para seguir avanzando en cualquier dirección, al tiempo que va transformando a su paso la confusión en sabiduría.





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