En
el entrenamiento del guerrero, primero hay que comprender las cosas en cierta
manera de forma intelectual, y después hay que encontrar una forma de
experimentarlas. Sin experimentarlo, no podemos tener una verdadera comprensión
de lo que estamos aprendiendo. Incluso si eres capaz de explicarlo de una
manera muy inteligente y clara, eso no significa que realmente lo comprendas.
Tienes que ser capaz de hacerlo, de ponerlo en práctica. Cuando el maestro te
dice que tienes que hacerlo, normalmente se está refiriendo a la demostración
en acción de cierto principio, cuando te encuentras con algún ataque, un
obstáculo, o algún tipo de prueba en el dojo, o el campo de entrenamiento. Pero
no es suficiente con que lo demuestres en el dojo, pues el guerrero se prepara
para estar presente y consciente en cualquier conflicto, desafío o dificultad
que pueda encontrar en su vida diaria. Empezamos practicando juntos en el campo
de entrenamiento, pero después lo llevamos a nuestra vida, para practicar
experimentándolo, y no sólo practicar pensando sobre ello.
De
una manera muy sencilla y resumida, los tres niveles de respiración son los
siguientes:
- La respiración del cuerpo entero: Inhalamos lentamente imaginando que el aire que respiramos nos va llenando todo el cuerpo, empezando por el fondo y llegando hasta arriba, de los pies a la cabeza. Cuando exhalamos lentamente, imaginamos que el cuerpo se va vaciando de aire de arriba abajo, desde la coronilla hasta los dedos de los pies.
- Respiración universal: Cuando exhalamos, sentimos que el aire que expulsamos llena todo el universo, y cuando inhalamos, sentimos que el universo entero entra en nosotros y se concentra en el “hara”, en un punto del abdomen bajo el ombligo, o centro de gravedad.
- No respiración: En este nivel, no es que no haya respiración, sino que la respiración se da de una forma natural y sin tener ninguna sensación de que “yo” estoy respirando. En esta práctica hay un cambio importante, porque ya no es que te sientas en medio de una energía sin límites, sino que experimentas desde la esencia de tu ser, que tu verdadera naturaleza original y profunda es la energía misma. No hay otra cosa que la energía sin límites, pero no es que tú tengas esa energía ilimitada, tú no tienes nada, porque no hay un “yo” que pueda tener nada. Simplemente se da así, simplemente existe y eres la energía misma.
Cuando
empezamos nuestro entrenamiento, no somos muy buenos guerreros. Nos damos
cuenta de que no hacemos bien las cosas, vemos muchos fallos y defectos en
nosotros, no nos sentimos libres y como consecuencia las cosas no fluyen
adecuadamente. Es posible que incluso estemos llevando a cabo algunas
actividades en nuestra vida que no sean muy beneficiosas, ni para nosotros ni
para los demás. Así que empezamos a tomarnos el entrenamiento muy en serio.
A
través de ese proceso de entrenamiento, según vamos practicando, meditamos,
estudiamos las enseñanzas y reflexionamos sobre ellas, empezamos a convertirnos
poco a poco en mejores guerreros. Empezamos a pensar más en los demás, somos
más generosos, no sólo con el dinero sino también con el tiempo que empleamos
en ayudar a otros, estamos más abiertos a las sugerencias de los demás y no
intentamos controlarlos. En poco tiempo estamos esforzándonos lo mejor que
podemos para ser verdaderos guerreros, útiles y beneficiosos para nuestro
mundo, y eso está muy bien.
Pero
aún entonces, sigue habiendo alguien haciendo algo ¿no? En un principio no hay
diferencia entre un “buen” guerrero y un guerrero “no tan bueno”. Tal vez un
buen guerrero disfrute un poco más de la vida, viva mejor y más tranquilo, y se
relacione mejor con los demás, pero, aun así, sigue habiendo alguien que hace
algo, es decir, sigue habiendo una separación entre tú y el otro al que ayudas.
Así que aún falta algo.
La
respiración del cuerpo entero y la respiración universal, son partes
importantes del proceso por el que pasa el guerrero en su camino para estar menos
centrado en sí mismo, para tener menos opiniones personales, para sentirse
menos “experto”, y ser menos exagerado con sus necesidades, creencias o
requisitos. En resumen, esas prácticas nos hacen mejores guerreros y, si
seguimos practicando, al cabo de los años se darán de forma automática. Estas
prácticas son muy efectivas y tenemos que valorarlas, pero, en cierto momento,
se da la no respiración. Y repentinamente, de alguna manera, esta sensación de
separación desaparece. Ni siquiera sabemos cómo ocurre, es algo misterioso,
simplemente desaparece la sensación de ser alguien. Ya no hay un “yo” haciendo
algo bueno o malo, ya no hay nadie respirando, pero la acción continúa de
alguna forma. Entonces podemos decir que ya no hay un guerrero bueno o malo, el
guerrero se ha disuelto en la acción, se ha hecho uno con ella.
Pero
aún no hemos llegado al final, esa no es la etapa final del entrenamiento,
aunque sea una parte esencial de él. No podemos vivir nuestro día a día en ese
estado de disolución, aunque debemos llevarlo de alguna forma a nuestra vida
diaria.
La respiración del cuerpo entero y la respiración universal
se dan en el mundo relativo, dual, hay separación. Incluso en la respiración
universal, existe un “yo” y el universo, así que es un mundo dual. Cuando
llegamos a ese estado de no respiración, no hay más separación, ya no hay un
“yo” y lo demás. Ese es un estado no dual, sin separación. Así que primero tenemos
un estado dual, y después uno no dual. Pero aún después hay otro estado: el
estado dual-no dual.
Ese
estado dual-no dual es una perspectiva totalmente diferente, que no se puede
tener de forma intelectual. No se puede ir del estado dual al dual-no dual. No
se puede ir de un estado de separación al dual-no dual sin pasar por ese estado
intermedio no dual. Por eso es tan importante ese estado intermedio, porque es
necesario que cada uno tenga la experiencia de sincronización, de unificación
no dual, antes de poder experimentar el estado dual-no dual.
Pero
antes de experimentar ese estado no dual, empezamos a tener muchas experiencias
según empieza a resquebrajarse nuestro desesperado aferramiento a la idea de un
“yo” que está aquí. Y ese aferramiento es muy engañoso porque el que está
intentando aflojarlo es realmente el problema.
Cuando
empiezas a abandonar la esperanza de que habrá una transformación milagrosa que
te convierta en un ser iluminado, entonces empiezan a suceder pequeños cambios.
No intentes ver si son o no experiencias no duales, tan sólo experiméntalas
completamente. No intentes pensar sobre ellas, no intentes hacer nada con
ellas, simplemente quédate con ellas y ten cada experiencia como si fuera lo
único que hay en tu vida. Experiméntalo tal y como es, sin añadirle nada de ti.
Hay
que tener en cuenta que esto no es algo que sucede sólo una vez. Como se decía
al principio, no es algo secuencial, no es que hagas la respiración del cuerpo entero,
la respiración universal, después la no respiración alcanzando ese estado no
dual y ¡ya está! ¡se acabó! No, no es así. Esta es una historia que se repite
una y otra vez en nuestras vidas hasta que llegamos a dominarla, y podemos
vivir plenamente esa historia sin manipular la experiencia, y al mismo tiempo vemos
que simplemente es una historia.
El
entrenamiento conlleva cierto peligro, igual que el aprender algo conlleva
también cierto peligro. Porque nuestra mente egoísta automáticamente quiere
ganar algo, quiere crear algo para convertirnos en alguien más poderoso,
encantador y respetable, ese “yo” quiere encontrar la manera de reunir todo
eso, el entrenamiento y el aprendizaje, para sacar el mayor beneficio de ello y
convertirse en el “más de lo más”. Ese es el problema, no la solución.
Hay
que tener mucho cuidado cuando escuchamos o leemos a un maestro, pues es
sumamente fácil montarnos toda una estructura orientada hacia un objetivo
específico y obsesionarnos con eso, cuando precisamente eso es lo que te impide
llegar a tener la experiencia.
Realmente no vamos a ningún sitio, es como si al final de
nuestro viaje vamos a encontrarnos en el mismo sitio que comenzamos, y vamos a
verlo verdaderamente por primera vez. Por eso hay que mirarse a uno mismo en
lugar de estar luchando por conseguir un ideal fuera de nosotros mismos, que
hemos construido con la información que nos han dado otras personas, y no por
nuestra propia experiencia.
A
veces nos encontramos con problemas para respirar al hacer este tipo de
prácticas. Muy a menudo es el “miedo a la muerte” lo que nos impide respirar
adecuadamente. Cuando tenemos miedo, es porque hay alguien a quien intentamos
proteger de algún daño. Pero realmente no hay nadie. Si buscas bien, no vas a
encontrar a nadie. No hay nadie a quien proteger. Y de la misma manera, cuando
miramos cara a cara al miedo, o experimentamos el miedo completamente, vemos
que no hay nada tras él. Es un perro de paja que utiliza ese falso sentido de que
existe alguien para fortalecerse a sí mismo. Utiliza ese instrumento del miedo
para darle más fuerza a la sensación del “yo”.
Al
principio podemos ser muy duros con nosotros mismos al sentarnos a meditar o hacer
las prácticas de respiración, y la forma en que respiramos se hace muy dura y
dificultosa. Es posible que nos forcemos a hacer la práctica teniendo en mente
la idea de que debemos ser más disciplinados, pero estamos de alguna manera “forzándonos”
a hacerlo. Esto no suele ser muy útil. Si estamos practicando con esta actitud,
es mejor que la abandonemos de una vez y simplemente permitamos que se dé la
respiración por sí sola, lo más suave, tranquila y fácilmente que podamos,
simplemente siguiendo la respiración. La respiración universal es simplemente
una expansión de seguir la respiración. Si piensas que tienes que hacer algo,
has perdido antes de comenzar.
Cuando
practiques las diferentes técnicas de respiración, comienza simplemente
siguiendo la respiración, sin modificarla ni cambiarla de ninguna manera. Sólo
sigue la respiración. No hagas nada. Simplemente observa lo que sucede. Tal
vez, de forma espontánea, comience a darse la respiración universal por sí
sola. Porque hay que respirar para vivir.
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