¿QUÉ ES MEDITACIÓN?



La meditación es una práctica que hace posible cultivar y desarrollar ciertas cualidades humanas básicas positivas de la misma manera que otras formas de entrenamiento hacen posible tocar un instrumento musical o adquirir cualquier otra habilidad.

La meditación nos ayuda a familiarizarnos con una forma clara y adecuada de ver las cosas y a cultivar cualidades íntegras que permanecen dormidas dentro de nosotros a menos que hagamos un esfuerzo para sacarlas a flote.

Así que empecemos preguntándonos a nosotros mismos: ¿Qué es lo que quiero realmente de la vida? ¿Estoy satisfecho con seguir improvisando día a día? ¿Voy a ignorar la vaga sensación de descontento que siempre siento en lo profundo de mí, aunque al mismo tiempo estoy anhelando bienestar y plenitud? Nos hemos acostumbrado a pensar que nuestros defectos son inevitables y que tenemos que seguir soportando los contratiempos que nos traen a lo largo de la vida. Damos por hecho los aspectos disfuncionales de nosotros mismos, sin darnos cuenta que es posible romper el círculo vicioso de los agotadores patrones de comportamiento.

Las enseñanzas guerreras nos dicen que cada ser tiene el potencial para despertar, y que nos movemos por la vida confundidos, como mendigos que no saben que tienen un tesoro escondido bajo su cabaña. El camino del guerrero nos enseña a descubrir y tomar posesión de esa riqueza oculta en nosotros, y poder así imbuir nuestras vidas con el significado más profundo.

El objeto de meditación es la mente. Por el momento, está confusa, agitada, rebelde, y sujeta a innumerables condicionamientos y patrones automáticos. El objetivo de la meditación no es acallar la mente o anestesiarla, sino hacer que sea libre, lúcida y equilibrada.

Según las enseñanzas guerreras, la mente no es una entidad sino un flujo dinámico de experiencias, una sucesión de momentos de conciencia. Estas experiencias están marcadas a menudo por la confusión y el sufrimiento, pero también podemos vivirlas en un estado espacioso de claridad y libertad interior.

El entrenamiento mental es crucial si queremos refinar y agudizar nuestra atención, desarrollar equilibrio emocional, paz interior y sabiduría, y cultivar la dedicación al bienestar de los demás. Dentro de nosotros tenemos el potencial de desarrollar estas cualidades, pero no se desarrollarán por sí mismas o con tan sólo desearlo. Se requiere entrenamiento, y todo entrenamiento requiere perseverancia y entusiasmo.

Si queremos observar los sutiles mecanismos de nuestro funcionamiento mental y tener un efecto sobre ellos, debemos refinar nuestro poder de visión interior. Para hacer eso, nuestra atención debe agudizarse y hacerse estable y clara. Entonces podremos observar cómo funciona la mente y cómo percibe el mundo, y seremos capaces de comprender la manera en que los pensamientos se multiplican por asociación. Finalmente, podremos seguir refinando la percepción mental hasta que alcancemos un punto en que seamos capaces de ver el estado más fundamental de nuestra conciencia, un estado perfectamente lúcido y despierto que siempre está presente, incluso en ausencia de la habitual cadena de pensamientos.

A veces se dice que los practicantes de meditación están demasiado enfocados sobre sí mismos, dando muchas vueltas a la introspección egocéntrica, pero sin tener en cuenta a los demás. Pero no podemos considerar egoísta a un proceso cuyo objetivo es arrancar de raíz la obsesión con uno mismo y cultivar el altruismo.

Hay muchas ideas erróneas sobre la meditación circulando por ahí. Hay que recalcar que la meditación no intenta dejar la mente en blanco bloqueando los pensamientos, que además es imposible. La meditación tampoco consiste en utilizar la mente para reflexionar sin fin intentando analizar el pasado o anticipar el futuro. Tampoco es un simple proceso de relajación en el que los conflictos internos son interrumpidos temporalmente en un vago estado de conciencia. No tiene mucho sentido quedarse en un estado de desconcierto interior. Por supuesto que hay un elemento de relajación en la meditación, pero está conectado con el descanso que nos da soltar las esperanzas y los miedos, los apegos y los antojos del ego que nunca deja de alimentar nuestros conflictos internos.

La forma en que tratamos con los pensamientos en la meditación no es bloqueándolos o alimentándolos indefinidamente, sino dejándolos que surjan y se disuelvan por sí mismos en el espacio de la atención. De esta forma, no se apoderan de nuestra mente. Más allá de eso, la meditación consiste en cultivar una forma de ser que no está sujeta a los patrones del pensamiento habitual. A menudo comienza con análisis y después continúa con contemplación y transformación interior. Ser libres es ser dueños de nosotros mismos, no hacer todo lo que pasa por nuestra cabeza, sino liberarnos de las limitaciones y aflicciones que dominan y obscurecen nuestra mente. Es una cuestión de tomar las riendas de nuestra vida en lugar de abandonarla a las tendencias creadas por los hábitos de la confusión mental. En lugar de soltar el timón y dejar que el barco vaya a la deriva según el viento que sople, libertad significa establecer un rumbo hacia un destino escogido, el destino que sabemos es el más recomendable para nosotros y para los demás.

La meditación tampoco es, como piensan algunos, un medio de escapar de la realidad. Al contrario, su propósito es hacernos ver la realidad tal y como es, justo en medio de nuestra propia experiencia, para desenmascarar las profundas causas de nuestro sufrimiento, y disipar la confusión mental. Para llegar a esta comprensión, meditamos, por ejemplo, en la interdependencia de todos los fenómenos, en su carácter transitorio, y en la inexistencia de un ego percibido como una entidad sólida e independiente.

Las meditaciones sobre estos temas están basadas en la experiencia de generaciones de meditadores que han empleado sus vidas observando los patrones automáticos de pensamiento y la naturaleza de la conciencia. A partir de sus experiencias, enseñaron métodos empíricos para desarrollar la claridad mental, el estado de alerta, la libertad interior, el amor altruista, y la compasión. No obstante, no podemos simplemente confiar en sus palabras para liberarnos del sufrimiento. Debemos descubrir por nosotros mismos el valor de los métodos que estos guerreros sabios enseñaron y confirmar por nosotros mismos las conclusiones a las que llegaron. Esto no es puramente un proceso intelectual, se necesita un largo estudio de nuestra experiencia para volver a descubrir sus respuestas e integrarlas en nosotros mismos a un nivel profundo. Este proceso requiere determinación, entusiasmo, y perseverancia.

Así que empezamos observando y comprendiendo cómo se multiplican los pensamientos al asociarse entre ellos y crean todo un mundo de emociones, de alegría y sufrimiento. Después traspasamos la pantalla de pensamientos y atisbamos el componente fundamental de la conciencia: la facultad cognitiva primordial de la que surgen todos los pensamientos.

Para realizar esta tarea, debemos empezar calmando nuestra mente turbulenta, que se comporta como un mono inquieto, que se enreda cada vez más con su propia cadena a causa de su agitación.

Del torbellino de nuestros pensamientos, primero surgen las emociones, y después los estados de ánimo y los comportamientos, creando finalmente los hábitos y los rasgos del carácter. Lo que surge espontáneamente no necesariamente producirá buenos resultados, no más que al lanzar semillas al viento produciremos buenas cosechas. Tenemos que comportarnos como buenos granjeros que preparan sus campos antes de sembrar las semillas. Para nosotros, esto quiere decir que la tarea más importante es alcanzar la libertad siendo dueños de nuestra mente.

Si consideramos que el beneficio de la meditación es darnos una nueva experiencia del mundo cada momento de nuestra vida, entonces no parece excesivo emplear al menos veinte minutos al día conociendo mejor nuestra mente y entrenándonos para ese tipo de apertura. El fruto de la meditación se puede describir como una óptima forma de ser, o como auténtica felicidad. Esta verdadera felicidad duradera es una profunda sensación de haber desarrollado lo máximo posible el potencial de sabiduría y realización que tenemos en nuestro interior. Trabajar para alcanzar este tipo de plenitud es una aventura en la que todo guerrero sabe que vale la pena embarcarse.







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