PONER NOMBRE A NUESTROS DEMONIOS



En las antiguas tradiciones guerreras sabían que poner nombre a lo que te da miedo podía ser una manera de empezar a dominarlo.

Aunque tenemos rituales y nombres para la mayoría de los grandes acontecimientos de la vida, muy a menudo ignoramos los nombres de las poderosas fuerzas internas que se mueven en nuestro corazón y en la vida en general. Reconocer esas fuerzas y darles un nombre es una forma de trabajar con ellas y empezar a comprenderlas. Podemos empezar nombrando y reconociendo muchos estados hermosos que disfrutamos en la vida: paz, bienestar, alegría, amor, entusiasmo, amabilidad. De esta manera, nombrándolos, los estamos apreciando y alimentando en nuestra vida. De la misma forma, nombrar las dificultades con las que nos encontramos nos da una mayor claridad y comprensión de ellas, y puede liberar la valiosa energía que hay atrapada en esas dificultades.

Las diferentes tradiciones espirituales utilizan nombres diversos para referirse a esas dificultades que todo guerrero encuentra en su camino. Con frecuencia se les llama “demonios”: el demonio del deseo, el demonio de la irritación y el miedo, el demonio de la pereza, el demonio del orgullo… También se refieren a esas dificultades como los dioses de la oscuridad o los obstáculos de la Claridad. Los nuevos aspirantes a guerreros se encontrarán inevitablemente con esas fuerzas de codicia, miedo, duda y confusión. Los guerreros más experimentados seguirán peleando con esos mismos demonios, aunque con una mayor claridad y habilidad.

Ponerle nombre a nuestra experiencia, ya sea difícil o placentera, es el primer paso para llevar nuestra atención consciente y despierta a esa situación. Poner atención reconociendo nuestra experiencia y poniéndole un nombre nos permite investigar cualquier aspecto o problema que la vida nos presenta. Al ponerle un nombre, reconocemos cada estado cuando surge y desaparece y, en ese espacio de conciencia, surge la comprensión de forma natural. Entonces, cuando sentimos claramente la experiencia que estamos viviendo y le ponemos un nombre, podemos darnos cuenta de qué es lo que conlleva y cómo podemos responder más completa y hábilmente en esa situación.


EMPEZAR A NOMBRAR

Empieza sentándote cómodamente y enfocando tu atención en la respiración. Según vas sintiendo cada respiración, reconócela con una sola palabra como, por ejemplo, “inhalar” y “exhalar”, que dices, silenciosa y suavemente en el fondo de tu mente. Esto te ayudará a seguir la respiración, dándole a tu mente una forma de apoyar tu atención en lugar de distraerse con cualquier otra cosa. Según te vayas calmando, te irás dando más cuenta de los diferentes matices y podrás ponerle nombres más precisos a tu respiración, como “respiración larga”, “respiración corta”, “respiración tensa”, o “respiración relajada”. Deja que cada respiración se muestre como es.

Conforme desarrolles tu meditación, el proceso de nombrar puede extenderse a otras experiencias que surjan en tu conciencia. Puedes poner nombres a las energías y sensaciones corporales que aparezcan, como “calor”, “frío”, “hormigueo”, “picor”, etc. También puedes nombrar emociones, como “gozo” o “miedo”. Después, puedes seguir extendiendo la práctica poniendo nombres a los sonidos, a las percepciones visuales, y a los pensamientos como “recuerdo” o “planes”.

Según vas desarrollando la práctica poniendo nombres, sigue enfocado en la respiración a menos que aparezca una experiencia más fuerte que desvíe tu atención. Si es así, incluye esa experiencia en la meditación, sintiéndola completamente y nombrándola suavemente mientras permanezca: “tristeza, tristeza, tristeza…” o “sonido, sonido, sonido…” Cuando desaparezca, vuelve a nombrar la respiración hasta que surja otra experiencia fuerte. Mantén sencilla la práctica, enfocándote en una sola cosa cada vez. Sigue nombrando lo que sea más destacado en cada momento, siendo consciente del flujo en continuo cambio de tu vida.

En un principio, sentarte en silencio y poner nombres puede parecer incómodo o molesto, ya que interfiere con tu atención y conciencia. Debes practicar nombrando de una manera muy suave, empleando el 95% de tu energía para sentir cada experiencia, y el 5% a nombrar suavemente en el fondo de tu mente. Si abusamos de poner nombres, se puede sentir como una forma de juzgar y rechazar una experiencia indeseable, como si al nombrarlas estuviéramos chillándoles para que se fueran, y no es esa la idea. Es posible que al principio nos sintamos un poco confusos sobre qué nombre usar, enfocándonos más en buscar el término más adecuado, en lugar de estar atentos y conscientes de lo que está sucediendo realmente. Recuerda que la práctica de nombrar es muy sencilla, simplemente consiste en reconocer lo que está presente en ese momento.

Cuando se te haga más fácil, podrás aplicar la práctica de nombrar a las dificultades y obstáculos que aparezcan en tu vida. Los principales obstáculos para mantener la conciencia y la claridad mental son el apego, el enfado, el sopor, la inquietud y la duda. Aunque, seguramente, te encontrarás con muchos otros obstáculos y demonios, incluso con varios unidos en diferentes combinaciones, empieza reconociendo estos básicos cuando aparezcan.





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