Estudiar las enseñanzas guerreras es
diferente a estudiar otros temas, porque cuando las estudiamos de la manera
adecuada pueden cambiar realmente nuestra vida.
¿Cómo
podemos hacer nuestras las enseñanzas guerreras, que lleguen a formar parte de
nosotros? Podemos hacerlo de tres formas: a través de la práctica de la
meditación, a través del estudio, y a través de nuestro comportamiento. Este
trío de meditación, estudio, y acción, es un sistema brillante de comprobar qué
componente nos supone un desafío y de equilibrarlos ayudándose unos a otros.
Estas tres formas de integrar las enseñanzas guerreras en nosotros es lo que
les permite filtrarse por todos los rincones y grietas de nuestra vida para
impregnarla de fuerza y sabiduría.
Los
estudiantes occidentales suelen interesarse más por la meditación que por el
estudio o la acción. En nuestro mundo moderno nos sentimos ahogados por un océano
de conceptos y palabras, y desbordados por un flujo incesante de datos. En este
contexto, la meditación es como un oasis no conceptual, pero nos estamos
perdiendo algo si separamos la meditación de sus disciplinas complementarias
del estudio y la acción.
Estudiar
las enseñanzas guerreras desarrolla claridad y confianza, agudiza el intelecto
y protege al meditador del embotamiento y la complacencia. El estudio y la
práctica son una pareja que se complementan dinámicamente. Cuando te vas
demasiado a la cabeza, la práctica de meditación te puede ayudar a volver a la
base de la simple experiencia de estar ahí. Cuando estás demasiado en las
nubes, el estudio puede infundir claridad y brillo a tu experiencia de
meditación.
¿Pero
cómo se entrecruzan la práctica y el estudio con el resto de nuestra vida? Aquí
es donde entra en juego la acción. Aunque es estupendo cultivar la atención y
la compasión a través del estudio y la meditación, la verdadera prueba es cuando
te relacionas con el mundo. ¿Haces lo que dices? El componente de la acción se
refiere a cómo expresas la atención y la amabilidad en tu vida diaria: en tus
relaciones, en el trabajo, y en tu comportamiento.
Es en
este contexto de los tres componentes de las enseñanzas –el estudio, la
práctica, y la acción— donde podemos utilizar una forma de estudiar que se
llama “lectura minuciosa” o “lectura activa”. Esta es una práctica que se puede
hacer individualmente, en parejas, o en pequeños grupos, y consiste en lo
siguiente:
COMIENZO FRESCO

SENTIR EL TEXTO

Ahora,
échale otro vistazo y mira si puedes descubrir la estructura lógica de la
lectura. Puede ser útil pensar en términos de la triple lógica de base, camino,
y resultado. Imagina qué dirías si alguien te preguntara sobre qué trata la
lectura y tuvieras que darle una breve explicación con tus propias palabras.
Mantén una actitud ligera y lúdica.
DESMENUZARLO

Si su
terminología o alguna parte del texto te parecen familiares, o ya lo tienes muy
visto, date cuenta si te estás quedando en el simple reconocimiento de las
palabras, pero sin penetrar más en ellas. Pregúntate: ¿Realmente comprendo lo
que este término o concepto básico quiere decir y por qué es importante?
Presta
atención a lo que se dice y a lo que no. ¿Cuáles son las suposiciones que
subyacen en el texto? ¿Cuál es el supuesto contexto? ¿Qué matiz le da a lo que
se presenta? No intentes conseguir una respuesta correcta, y no tengas miedo de
cuestionarte la enseñanza y preguntarte si lo que lees es cierto o tiene sentido
para ti. Peléate un poco con el material. Date cuenta del significado más
amplio expresado por el fluir de las palabras, el tono emocional, las imágenes,
y la estructura del texto.
Si sois
dos estudiando y practicáis juntos, primero lo lee una persona y la otra
pregunta, y después cambiáis los papeles. Si la práctica la hacéis en un grupo,
vais leyendo por turnos, y después de cada párrafo, todo el grupo examina el
texto.
ENCARNAR EL TEXTO

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