El amanecer del guerrero es una experiencia real, surge al
darse cuenta que podemos apreciar lo que somos, tal y como somos, seres humanos
con un corazón sensible. No importa dónde vivas, o en qué trabajes, puedes
simplemente levantar la mirada al cielo y sentir la grandeza de estar vivo,
respetando y apreciando quién eres, tal y como eres. A pesar de las
obligaciones diarias, el guerrero siente que vale la pena estar vivo, que vale
la pena recorrer el camino, con humildad y confianza, sin temer a la muerte,
sin temer a los cambios.
Evidentemente, la muerte llegará algún día, todo se acaba,
nuestra vida también. Pero, cuando llegue el momento, podemos dejar una vida
vivida con dignidad y plenitud, si hemos vivido apreciando la realidad y
agradecidos de cada momento que hemos experimentado. El amanecer del guerrero
se basa en su capacidad de celebrar cada momento de su vida. Es lo opuesto al
ocaso, cuando disminuye la luz y finalmente la oscuridad se adueña de todo. Mucha
gente rechaza la idea de la muerte, no quiere ni pensar en esa posibilidad, e
intenta huir de ella negándola. Esa es la visión del ocaso, que quiere ocultar
la realidad de la vida. La perspectiva del ocaso surge del miedo, porque no se
quiere ver la realidad.
En cambio, el amanecer del guerrero se basa en apreciar el
mundo, tal y como es, y en apreciarse a sí mismo de la misma forma. Porque
apreciamos nuestro mundo lo cuidamos y lo mantenemos limpio y ordenado. De
igual manera, porque apreciamos quien somos y lo que tenemos, cuidamos de
nuestro cuerpo y de nuestra mente. Al considerar el mundo como algo precioso y sagrado,
lo cuidamos con esmero, y lo mantenemos limpio. Ocuparnos de la limpieza de
nuestro mundo, en cualquiera de sus facetas, desde la naturaleza que nos rodea
hasta la cocina de nuestra casa, no es algo humillante o poco digno, al contrario,
es la oportunidad de mostrar nuestro aprecio y consideración por el espacio
sagrado donde vivimos.
Pero, para la perspectiva del ocaso la cuestión es intentar
huir de la suciedad en lugar de limpiarla, mejor esconderla o ignorarla, o que
se ocupe otro de ese desagradable trabajo. Con esa visión no se quiere ver nada
desagradable o tener que trabajar con ello, mientras que se esté disfrutando de
una comida agradable se prefiere olvidar que hay que limpiar los platos, o se
deja simplemente que los limpie otra persona.
Esa forma de ver el mundo produce una sociedad del ocaso,
injusta y egoísta, con clases privilegiadas que oprimen a los menos
afortunados, mientras unos producen suciedad y desperdicio sin medida, otros se
ocupan de limpiar el desastre que ha causado la inconsciencia de algunos. El
poder y el dinero permite que la gente se desentienda de las consecuencias de
sus actos, que no se llegue a ver la realidad en todos sus aspectos, agradables
y desagradables. En el mundo del ocaso no hay posibilidad para ser valiente
porque se intenta evitar y ocultar cualquier temor, manteniendo un mundo
controlado y seguro, no hay ninguna posibilidad para experimentar la vida
plenamente porque se niega una parte de ella.
En cambio, desde el punto de vista del guerrero, se tiene en
cuenta el valor de cada parte de nuestro mundo, se ve lo que es necesario y
comprende cómo funciona la vida. Desde la perspectiva del amanecer hay un orden
natural que no es impuesto por nadie, la vida misma se organiza de esa forma, y
el guerrero busca estar en armonía con su mundo.
El corazón despierto del guerrero resplandece con dignidad y alumbra
su mundo disipando la oscuridad. Con la perspectiva del amanecer cualquier cosa
es posible, queda todo un día, toda una vida por delante para florecer desarrollando
todo el potencial de este mundo. Cualquier persona puede cultivarse y crecer
para mostrar su hermosura y compartirla con los demás, como una hermosa flor.
Cada uno tiene su sitio en este mundo, sólo hay que averiguar cuál es y
ocuparlo con dignidad. Todos merecen que se les ofrezca una oportunidad para
florecer.
La visión del guerrero al amanecer es un mundo limpio y
puro, y perfecto tal cual es. Por eso no es un problema tener que limpiar si
comprendemos que estamos devolviendo al mundo su pureza natural, que ha quedado
oculta temporalmente por la suciedad.
El trabajo del guerrero para limpiarse a sí mismo empieza
diciendo la verdad. No debe vacilar en decir la verdad, aunque ser sincero consigo
mismo no siempre sea agradable. Podemos ser sinceros y decir que nos
encontramos mal cuando así sea, no es necesario fingir o ignorar lo que
sentimos. Podemos soltar los prejuicios y temores y ser auténticos. Tal vez una
ducha y cambiarnos de ropa pueda ayudar a “limpiarnos” del malestar que hemos
acumulado durante el día. Quizá un paseo por el campo o el jardín, para
simplemente admirar la belleza del cielo y la tierra, pueda levantarnos el
ánimo al ver la riqueza del mundo que nos rodea. Podemos darnos cuenta de que
es posible decir la verdad y sentirnos bien.
Todo nuestro ser es limpio en su origen, aunque lo
enturbiemos con nuestros miedos y conflictos emocionales. La esencia del
guerrero es pureza y bondad, es luz y calidez, es amor y compasión. Y, aunque
muchas veces no podamos ver ese resplandor en nuestro corazón, siempre está allí
dispuesto a brillar de nuevo si lo limpiamos, si le quitamos de encima todo lo
que hemos ido acumulando, y lo dejamos de nuevo en su estado original. Esta es
la perspectiva del amanecer del guerrero, siempre tenemos un nuevo día por
delante lleno de posibilidades, fresco y limpio.
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