Cuando no comprendemos la profundidad de la vida, perdemos inútilmente la calma de mente y corazón.
Aunque
veamos el océano embravecido y multitud de olas sucediéndose una tras otra en la
superficie, en sus profundidades reina siempre la calma. Cuando perseguimos las
apariencias superficiales nos esforzamos inútilmente, como intentando atrapar
el aire con nuestras manos.
Los fenómenos
en la vida aparecen como resultado de la interacción de los cuatro elementos, tierra,
agua, fuego y aire, y acaban desvaneciéndose de nuevo en el vacío del universo
que les dio nacimiento, como el agua de los ríos acaba formando parte de los
océanos.
Si
dejamos de perseguir las apariencias y paramos nuestro continuo movimiento para
profundizar en nosotros mismos, nos encontraremos con el tesoro escondido que
da sentido a nuestra vida, y podremos descansar en la calma de nuestro corazón.
No podemos convertirnos en alguien que no somos, de la misma manera que no
podemos dejar de ser quien somos. Lo que sí podemos hacer es mantener la calma
que hay en lo profundo de nuestro corazón, si dejamos de perseguir los
fantasmas o ilusiones que nos distraen.
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