Consumimos medios de comunicación de igual
forma que consumimos alimentos y, como la comida, algunos medios son saludables
y otros no. Deberíamos prestar un poco más de atención a lo que alimenta
nuestra mente.
Es
posible que cuides tu cuerpo con una dieta ética y saludable, y tal vez hagas
ejercicio físico habitualmente, pero ¿llevas de igual manera una dieta
consciente para tu mente?
Queremos
ser dueños de nuestra mente, domesticar sus aspectos desenfrenados, y para ello
practicamos meditación o mindfulness, pero no sólo es una cuestión de poder de
voluntad o de habilidad. Nuestra mente está hecha de lo que la alimentamos, así
que deberíamos saber cómo alimentarla y protegerla.
Cuando
leemos un periódico o una revista, cuando vemos una página web, una película o
la televisión, o incluso cuando mantenemos una conversación, estamos
consumiendo. Tal vez nunca nos lo hayamos planteado así. Podemos pensar que la
televisión, las revistas, los programas de radio y la música son efímeros y triviales,
que depende de cada persona lo que haga con lo que vea, lea o escuche, pero no
es realmente así.
Cuando
vemos la televisión y las películas estamos consumiendo, cuando navegamos por
internet estamos consumiendo, cuando escuchamos música o una conversación,
estamos consumiendo. Y lo que consumimos diariamente puede ser muy tóxico,
puede contener violencia, miedo, ira y desesperación.
Tal
vez sea chocante plantearse esto, pero si prestamos un poco más de atención a
lo que contienen las páginas web que visitamos, la radio y música que oímos,
las películas y programas de televisión que vemos, e incluso los temas de
conversación con los amigos, quizá nos demos cuenta que no son tan banales
después de todo. Quizás no podamos librarnos de todo ello tan fácilmente como
creíamos.
Si
observamos con atención, podemos darnos cuenta que es así, una vez que llegan a
la mente esas imágenes, sonidos, ideas y sentimientos, se quedan allí. Hay
escenas inquietantes de películas que permanecen en la mente a pesar de los
años. Algunas conversaciones pueden provocarnos náuseas. Si prestamos atención,
y somos sinceros con nosotros mismos, podemos reconocer que simplemente el
escuchar o ver algunas noticias puede sembrar semillas de miedo, desesperación,
odio o impotencia, profundamente en nuestra mente. O cómo una película puede
alimentar el odio y la agresión. O cómo la música repetitiva de un centro
comercial puede despertar tristeza, ansia o nostalgia, tan fácilmente como
puede desencadenar alegría o disfrute.
Tenemos
cierta libertad para escoger lo que queremos dejar que llegue a nuestra mente y
lo que no, pero ¿cuántos de nosotros nos permitimos ese tipo de libertad?
¿Realmente queremos seguir viendo ese programa de televisión o esas noticias?
¿O es que tenemos miedo de enfrentarnos con lo que surge en nuestro interior si
apagamos la televisión o dejamos ese periódico?
En la
actualidad tenemos mucha más información que la realmente necesaria, pero ¿es
el tipo de información adecuada? ¿Cuántas horas al día estamos absorbiendo
información? ¿Qué está entrando en nuestra mente con todo eso? ¿Es violencia,
miedo, ansiedad y desesperación que alimenta la negatividad o algo que nos
ayuda a que las semillas positivas crezcan?
Deberíamos
ser honestos con nosotros mismos y comprobar con nuestra mente y nuestro
corazón lo que consumimos, no sólo después de haberlo hecho sino también
mientras estamos consumiéndolo. Deberíamos preguntarnos cómo nos estamos
sintiendo en ese preciso momento ¿de qué me estoy alimentando?
También
es necesario que seamos conscientes del sufrimiento que se causa al consumir
despreocupadamente. Deberíamos sentarnos por un momento y plantearnos cierta
estrategia con lo que consumimos. Establecer un propósito, pensar sobre ello y
concretar un plan, individualmente o como pareja o familia, sobre cuánta
información es suficiente y, sobre todo, de qué tipo.
Podemos
plantearnos, por ejemplo, unos cinco o diez minutos diarios para ver las
noticias, que ya es bastante. Una cosa es estar informado, y otra inundado de
noticias.
A
veces tenemos tal sobredosis de información que olvidamos las sencillas
maravillas del momento presente: la presencia de nuestros seres queridos en la
mesa, el sonido del viento al mover las hojas de los árboles, las nubes
moviéndose por el cielo, el canto de los pájaros por la mañana. Cuando estamos
desayunando ¿estamos realmente desayunando o comiendo proyectos o el programa
de la radio o la televisión?
Si hay
tanta violencia en nuestra sociedad, es en parte porque en general consumimos mucha
violencia diariamente, en cada cosa que vemos, oímos y leemos. Eso contamina
nuestra compasión y nuestra paz interior.
Los
anuncios están diseñados para despertar en nosotros la semilla del deseo, para
convencernos de que sólo podemos ser felices si tenemos ese nuevo producto. Hay
todo un nuevo campo de investigación sobre la atención y cómo robárnosla.
Simplemente al pasear por la ciudad, aunque no queramos consumir, estamos
consumiendo de todas formas.
¿Es
correcto dejar que la gente se enriquezca produciendo productos que son tóxicos
para nosotros y nuestros hijos? No pueden en el nombre de la libertad
envenenarnos con sus productos, películas, programas de televisión, revistas,
libros y juegos de ordenador.
Se
habla de “la libertad de prensa”, pero ¿qué pasa con “la libertad del
consumidor de los medios de comunicación”? Si queremos cultivar mentes sanas y
compasivas, esa libertad es algo que deberemos de reclamar nosotros mismos. Y
más aún, si queremos dejar de intoxicar nuestra mente, deberemos prestar más
atención a lo que consumimos diariamente para descartar aquellos contenidos que
no nos ayudan en absoluto a tener una menta más clara y un corazón más abierto.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu colaboración.