Por el
mero hecho de estar vivos debemos tomar decisiones continuamente, tenemos que
saber qué hacer en cada momento o estar dispuestos a escoger entre las
diferentes opciones que se nos presentan diariamente. Por eso, el
discernimiento, la capacidad de saber qué elegir, es una de las herramientas
más importantes en la vida.
El
guerrero no actúa con agresión ni buscando su propio interés, por lo que le es
fundamental desarrollar su discernimiento y actuar en consecuencia.
Si
tomamos decisiones sin tener un criterio claro, lo más probable es que no sean
muy afortunadas, y nos sintamos frustrados al no conseguir la satisfacción que
esperábamos con ellas. Si somos conscientes de que el Universo entero se mueve según
los principios de causas y condiciones, sabemos que no podemos permitirnos
hacer las cosas sin pensar en sus consecuencias, no podemos esperar un buen
resultado de una acción negativa. El guerrero examina su vida y, como el tigre
en la jungla, observa todo con atención, para saber qué rechazar y que
cultivar.
Un
sencillo y útil consejo de grandes maestros es mantener una actitud positiva y
abierta desde que nos despertamos por la mañana. Antes de levantarnos de la
cama, podemos tomarnos unos instantes para estar tranquilamente en un espacio
abierto y establecer un propósito para el día que nos espera. Podemos centrar
la mente en la respiración durante unos minutos, y después utilizar el
discernimiento para contestar las siguientes preguntas: “¿Qué decisiones tendré
que tomar en este nuevo día? ¿Cómo utilizaré esas decisiones para seguir
avanzando por el camino del guerrero, con honestidad y acumulando virtud?”. Así
podremos aplicar el discernimiento en las actividades de la vida diaria.

El
tigre no es arrogante, a pesar de su poder es humilde. Observa antes de actuar,
pero cuando se lanza a la acción se entrega por completo a su cometido. El
tigre está en contacto con la tierra, se apoya y descansa sobre ella, con la
confianza de que le acogerá y le mantendrá, y se siente satisfecho con su vida
porque sabe que el momento presente le ofrece todo lo que necesita.
Los
pensamientos sobre el pasado o los proyectos para el futuro nos distraen
constantemente, pero lo único que tenemos en realidad, y de lo que podemos
estar seguros, es lo que sucede en este mismo momento. Al meditar, el guerrero
presta atención a su respiración y experimenta el momento presente, aprende a
estar simplemente donde está sincronizando cuerpo y mente.
Al
igual que un cuerpo relajado y en una buena postura ayuda a la mente, entrar en
contacto con el espacio natural de la mente le da energía al cuerpo, como si
respirara aire fresco y puro. Esa energía interior, esa vitalidad y seguridad,
se mueve con la respiración. Ese elemento energético del viento recorre los
canales del cuerpo y la mente viaja con él.
Cuando
enfocamos nuestra mente en la respiración, atentos para volver a ella cuando
nos damos cuenta que los pensamientos nos han distraído, es como estar en casa,
estamos satisfechos, no hay necesidad de buscar en otro lugar, podemos
quedarnos ahí presentes, es suficiente con estar despiertos y relajados.
A
partir de ese lugar de calma y satisfacción, podemos empezar a tomar
decisiones, respetando la ley de causa y efecto, teniendo presente que cada
decisión, por pequeña que sea, traerá sus consecuencias. Nos movemos más
despacio, examinando con cuidado los detalles y características del terreno, de
la situación en la que estamos, antes de actuar, antes de decidir lo que
decimos y lo que no, lo que debemos hacer o lo que no es conveniente.
Siendo
conscientes de dónde estamos, moviéndonos con calma y sopesando con cuidado
nuestras acciones, establecemos una dinámica sana que da sentido a nuestra
vida.
Si no
utilizamos el discernimiento para tomar decisiones, estamos perdidos en una
nube de pensamientos, incapaces de ver el espacio a nuestra disposición, y
caemos rendidos ante la preocupación, el enfado o la pereza. En esa situación,
vamos probando diferentes opciones para ver si alguna funciona, y acabamos
equivocándonos una vez tras otra.
En la
actualidad, la mayoría de la gente cree que será feliz gracias a los bienes
materiales que pueda conseguir, y el miedo de no conseguirlos o de perderlos
guía las acciones de cada día. Ante el miedo surge la cobardía, y parece que la
ira es más práctica que la compasión. Pero si permitimos que esos pensamientos
y emociones negativas se desarrollen libremente, se debilitará nuestra energía
interior y dejaremos que la oscuridad se apodere de nuestra vida.
Cuando
reina la oscuridad, nuestra ignorancia se manifiesta como prisa, llenando con
la actividad incesante el espacio abierto que necesitamos para poder apreciar
lo que hay y lo que hacemos. Esa inquietud y aceleración se apodera de nuestra
vida y, al no poder descansar en el momento presente, no estamos satisfechos y
nos movemos por la vida con agresión.
Para
ser verdaderos dueños de nuestra vida, debemos comenzar por darnos cuenta de
cómo impedimos nuestra satisfacción. Mientras estamos sentados meditando,
superamos la prisa reduciendo la actividad y fortaleciendo nuestra capacidad de
estar presentes y abiertos. Cuando nos levantamos del cojín, intentamos
mantener esa actitud durante todo el día, observando qué debemos cultivar y qué
descartar para fortalecer nuestra energía interior.
Así nos
damos cuenta que querer estar en otro lugar o hacer otra cosa distinta a la que
hacemos en este momento es una inútil pérdida de energía. Gracias al
discernimiento, podemos darnos cuenta cuando nuestra mente divaga alejándose
del presente, y podemos regresar para observar con calma y apreciar realmente
la situación en la que estamos.
La
condición humana es una oportunidad muy valiosa y no deberíamos malgastar
nuestro tiempo en actividades que no sean provechosas. Debemos estar atentos y
saber escoger lo que debemos cultivar y qué debemos descartar en nuestra vida.
Es nuestra la decisión de dejar de hacer cosas innecesarias en lugar de seguir
con ellas, de centrarnos en lugar de distraernos, de apreciar realmente nuestra
vida y utilizarla provechosamente cultivando la virtud en lugar de actuar
agresivamente para conseguir más cosas con que llenarla.
Si
queremos aprovechar verdaderamente la vida, el primer paso es tomar las riendas
y dirigirla con discernimiento, sabiendo qué aceptar y qué rechazar. Como
guerreros debemos aceptar todo lo que nos aparte de una perspectiva egocéntrica
y rechazar cualquier cosa que nos haga anteponer nuestros intereses egoístas al
bien común del mundo en el que vivimos.
Aunque
muchas veces nos levantamos por la mañana sin una motivación clara, y a cada
momento nos ponemos en primer lugar, sintiendo que el mundo está contra
nosotros, siempre podemos utilizar el discernimiento para cuestionarnos lo que
estamos haciendo. Podemos escoger en cualquier momento cambiar de actitud y
empezar a ir más despacio, mirar alrededor y recordar que tenemos una
oportunidad preciosa como seres humanos que debemos aprovechar. Esa capacidad
de reflexión sobre nosotros mismos nos permite dirigir nuestra mente en la
dirección que sea más provechosa.
Puede
parecer más cómodo dejarnos llevar por la rutina de nuestras conversaciones
internas y mantenernos ocupados para entretenernos, pero recordando al tigre,
podemos tomarnos un momento para crear un espacio en nuestra mente y ver qué
opciones tenemos disponibles antes de actuar: enfadarnos o no, manipular o no,
obsesionarnos o no, sentir envidia o apreciar lo que tenemos, agresión o paz.
La elección está en nuestras manos. Simplemente reaccionando ante lo que ocurre
no desarrollaremos la sabiduría ni la compasión, lo haremos si cultivamos el
discernimiento y escogemos con atención y conciencia.
Tampoco
es cuestión de utilizar el discernimiento durante todo el día como si fuera un
policía vigilando cada movimiento, sino aprovechar esa capacidad de distinguir
entre lo provechoso y lo que no lo es para aprovechar al máximo nuestra vida
para el beneficio de todos los seres. La meditación y la contemplación nos
ayudan a darnos cuenta que si vivimos con una visión estrecha, basándonos en la
esperanza y el miedo que surgen de una perspectiva egocéntrica, nos estamos
dirigiendo directamente a un mundo de ansiedad y sufrimiento.

Con
discernimiento utilizamos las decisiones como una forma de estabilizar nuestra
mente y fortalecer nuestra energía interior. Aprovechamos el tiempo de una
manera más eficiente, reducimos las actividades innecesarias y dejamos de
consumir los recursos positivos acumulados, porque tenemos un rumbo claro y
provechoso hacia el que dirigimos nuestra vida.
El
guerrero, como el tigre, una vez que ha tomado una decisión utilizando el
discernimiento, no cambia de idea, no mira atrás, se dirige en esa dirección
con determinación y energía. Si nos acostumbramos a cambiar de opinión
constantemente, estamos creando un hábito nada saludable, pues desarrollamos la
costumbre de tomar decisiones desde el desconcierto y la ignorancia, en lugar
de tomarlas como un medio que nos lleve a la sabiduría y la libertad.
Cualquier
cosa que hagamos, ya sea provechosa o dañina, cada vez será mayor si seguimos
haciéndola. La mente funciona así, si repetimos una acción, ese hábito cada vez
es más fuerte, y podemos aprovechar esa verdad. Con discernimiento, repetiremos
las conductas y los hábitos positivos para fortalecer esas tendencias. Gracias
al discernimiento podremos cambiar los malos hábitos para mejorar, pero sin él esos
hábitos dañinos nunca cambiarán. Una mente pequeña y egocéntrica será cada vez
más mezquina a causa de los malos hábitos, mientras que una mente amplia y
abierta, que considera el bien de los demás antes que el suyo propio, se hará
cada vez más grande con los buenos hábitos. Mantengamos como guerreros una
mente clara y un corazón abierto utilizando el discernimiento para tomar
nuestras decisiones.
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