Los hábitos son fuertes, así que necesitamos cierta
disciplina para salir de nuestro caparazón y recibir la magia de nuestro
entorno. La práctica de parar —la práctica de respirar conscientemente tres
veces en cualquier momento que notemos que estamos atascados— es una práctica
sencilla pero poderosa que cualquiera de nosotros puede hacer en cualquier
momento.
La práctica de parar puede transformar cada día de tu vida.
Crea una puerta abierta que conduce al aspecto sagrado del lugar donde te
encuentres. La amplitud, la quietud, y la magia del lugar despuntarán en ti, si
dejas que tu mente se relaje y sueltas por tan solo unas cuantas respiraciones
el guion que tanto te esfuerzas en mantener. Si paras el tiempo suficiente,
puedes volver a conectar con el lugar donde estás, con la inmediatez de tu
experiencia.
Cuando te despiertas por la mañana y aún no te has levantado
de la cama, aunque sea tarde, puedes simplemente estar atento y respirar
conscientemente tres veces. ¡Sé consciente de donde estás! Cuando estés
lavándote, o preparando el café, o cepillándote los dientes, simplemente crea
un espacio en tu mente discursiva. Respira conscientemente tres veces.
Simplemente para. Deja que haya un contraste con estar totalmente liado. Deja que
sea como una burbuja. Deja que sea tan solo un momento en el tiempo, y después
sigue adelante.
Sigues adelante con lo que tengas que hacer en el día. Tal
vez vayas en el coche, o en el autobús, o estés en una cola. Pero aun así
puedes crear un espacio respirando conscientemente tres veces y estando allí
mismo con la inmediatez de tu experiencia, ahí mismo con lo que sea que estés
viendo, con lo que sea que estés haciendo, con lo que sea que estés sintiendo.

En cualquier momento puedes sencillamente escuchar. En
cualquier momento, puedes poner toda tu atención en la inmediatez de tu
experiencia. Puedes mirar tu mano descansando sobre tu pierna, o sentir cómo
está sentado tu cuerpo sobre la silla. Puedes simplemente estar aquí. En lugar
de no estar aquí, en lugar de estar perdido pensando, planeando, y preocupándote,
en lugar de estar atrapado dentro del caparazón, desconectado de tus
percepciones sensoriales, desconectado del poder y la magia del momento, puedes
estar aquí. Cuando salgas a pasear, para de vez en cuando, para y escucha. Para
y respira conscientemente tres veces. Realmente no importa la precisión con la
que creas el espacio, simplemente encuentra una manera de puntualizar tu vida
con estos momentos libres de pensamientos. Ni siquiera tienen que ser minutos
libres de pensamientos, puede ser una respiración, un segundo. Puntualiza, crea
espacios. En cuanto lo hagas, te darás cuenta de lo grande que es el cielo, y
de lo grande que es tu mente.
Cuando estás trabajando es muy fácil ser absorbido,
especialmente por los ordenadores que, de alguna manera, te hipnotizan. Pero
puedes poner un temporizador en tu ordenador que te recuerde crear un espacio.
No importa lo interesante que sea tu trabajo, no importa cuánto te emocione,
sigue parando, sigue permitiendo que se creen espacios. Cuando te enganchan tus
hábitos, no lo veas como un gran problema, deja que se cree un espacio.
Cuando estás totalmente liado con algo y paras, se conecta
tu inteligencia natural e intuyes qué es lo que deberías hacer. Esto es parte
de la magia: nuestra propia inteligencia natural siempre está ahí para
informarnos, siempre que permitamos que se cree un espacio. Mientras estamos en
piloto automático, dirigidos por nuestra mente y nuestras emociones, no hay
inteligencia, es como una carrera de ratas. Estemos donde estemos, en un centro
de retiros o en el centro de la ciudad, ese lugar se convierte en el más
enredado del mundo.

Encuentra la forma de ir más despacio. Encuentra una manera
de relajarte. Encuentra una manera de relajar tu mente y hazlo con frecuencia,
con mucha, mucha frecuencia, continuamente durante todo el día, no solo cuando
estés atrapado sino todo el tiempo. En el fondo, estar atrapado por el
pensamiento discursivo, continuamente ocupado consigo mismo con planes
discursivos, preocupaciones y cosas similares, es apego a nosotros mismos. Es
la manifestación superficial de aferrarse al ego.
Así que, ¿Qué es lo más importante que podemos hacer cada
día? ¿Cada mañana, cada tarde, cada noche? Es dejar un espacio. No importa si
estás meditando o trabajando, hay una continuidad subyacente. Estos espacios,
estas puntualizaciones, son como agujeros entre las nubes, como agujeros en el
caparazón por donde asomarse. Y estos espacios se pueden extender para que
puedan impregnar toda tu vida, y así la continuidad ya no será la continuidad
del pensamiento discursivo sino más bien un espacio continuo.
Pero antes de dejarnos llevar por la idea de un espacio continuo,
seamos realistas sobre dónde estamos realmente. Primero debemos recordarnos a
nosotros mismos qué es lo más importante. Después tenemos que aprender cómo
equilibrar eso con el hecho de que tenemos trabajos que hacer, que pueden
hundirnos en los detalles de nuestras vidas y quedar atrapados en el caparazón
de nuestros hábitos durante todo el día. Después debemos encontrar diferentes
maneras de crear ese espacio con frecuencia, a menudo, continuamente. De esa
manera, te ofreces a ti mismo el espacio para conectar con el cielo y el
océano, con los pájaros y la tierra, y con la gracia del mundo sagrado. Date la
oportunidad de salir de tu caparazón, de quitarte la coraza.
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