Si dedicamos nuestra práctica a los demás,
se convierte en algo más abierto y beneficioso.
Muchas
prácticas espirituales acaban dedicando el beneficio de nuestra práctica para
aliviar el sufrimiento de los seres y ayudarles a despertar.
Cuando
hablamos de mérito, nos referimos a hacer algo valioso, que genera valor.
Cuando meditamos o realizamos cualquier otra forma de práctica espiritual como
yoga, cánticos, oraciones, etc., estamos acumulando mérito. Dedicar este valor,
esta energía acumulada, a todos los seres expande nuestra práctica más allá de
nosotros mismos.
Si no
lo hemos hecho antes, cuando por primera vez dedicamos el mérito al final de
una sesión de práctica, es muy posible que notemos un cambio significativo en
nuestra meditación. Quizás notemos que la práctica ha sido más abierta y más
fácil, porque ya no era solamente para mí. Dedicar el mérito a los demás libera
la práctica para incluir a todos los seres, y eso de alguna manera relaja las
tensiones en la meditación, haciéndola más fácil.

Al
dedicar nuestra meditación para aliviar el sufrimiento de todos los seres,
estamos llevando a cabo un tremendo acto de imaginación al pensar que todos los
seres son libres, están en paz y han alcanzado el despertar. Imaginar esto
amplía nuestra mente y crea la posibilidad para que eso ocurra realmente,
porque si no podemos imaginar algo es casi imposible que lo llevemos a cabo.
En
este tremendo acto de imaginación, nuestra visión incluye igualmente a todos en
nuestro amor. Esto desarrolla nuestra generosidad, amor compasivo, y nuestro
compromiso por ser ecuánimes con todos los seres. Este tipo de benevolencia no
condona los actos destructivos de nadie, más bien busca la posibilidad de
liberar y transformar la ignorancia que conduce a la gente a cometer esos actos
destructivos.
Dedicar
el mérito de nuestra meditación o práctica espiritual está estrechamente
relacionado con establecer una intención al principio de nuestra práctica. Esto
nos ayuda a cultivar lo que llamamos la mente despierta. De esta forma entramos
en la meditación con la intención de beneficiar a todos los seres. Después de
establecer esa intención realizamos la práctica, y después, cuando hemos acabado,
hacemos nuestra dedicación.
De la
misma manera que hacer la dedicación potencia nuestra práctica espiritual,
también puede potenciar todas nuestras acciones en la vida diaria. El mérito
acumulado por cualquier acción, incluso por lavar los platos o caminar hasta el
trabajo, puede dedicarse para el beneficio de todos los seres. Eso quiere decir
que podemos hacer una dedicación al concluir una práctica espiritual, o al
final del día, después de comer, o al concluir cualquier actividad.
Hay
muchas fórmulas de dedicación, e incluso puedes crear una dedicación con tus
propias palabras. Una de las más comunes es:
“Por este mérito puedan todos alcanzar la
omnisciencia. Pueda derrotar al enemigo, las malas acciones. De las olas
tormentosas del nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte, del océano del
samsara, pueda yo liberar a todos los seres”
A
veces se hace una dedicación simplemente a la inmensidad del espacio, al
aspecto esencial y último del Universo, el espacio en el que todos los
fenómenos se manifiestan, permanecen, y en el que se vuelven a disolver.
Un
ejemplo de este tipo de dedicación es:
“Para el beneficio de todos los seres sin
excepción, dedico sin reticencia alguna todo el mérito que haya podido acumular
a través de actos virtuosos a la incomparable expansión de la totalidad”
Pero,
como se ha comentado antes, puedes hacer una dedicación sencilla con tus
propias palabras como, por ejemplo, algo así:
“Dedico toda la energía acumulada para el
beneficio de todos los seres, que se disuelva la ignorancia de sus mentes y se
liberen del sufrimiento para siempre”
Lo más
importante es la intención que generamos en nuestra mente, tanto antes de
comenzar nuestra práctica, como al finalizarla.
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