Busca un
lugar tranquilo donde sentarte cómodamente. Deja que tu cuerpo se acomode a la
postura y descanse relajado, respirando con suavidad. Deja ir los pensamientos
que surjan en tu mente, deja ir los
pensamientos del pasado y del futuro, deja los recuerdos y los planes.
Sencillamente quédate en el presente.
Deja que tu cuerpo te muestre las
zonas donde necesita más sanación. Deja que se muestren por sí mismos los dolores de tu
cuerpo, las tensiones y heridas. Préstales una especial atención a esos puntos
que te revela tu cuerpo, con cariño lleva tu atención a esos dolores. No tengas
prisa, permanece en cada lugar sintiendo su energía. Siente la profundidad de
cada punto doloroso, si hay tensión, pulsaciones, tirones, calor, pinchazos,
contracción, malestar, cualquier manifestación de dolor o aflicción. Permite
que se manifieste libremente cada punto doloroso, aceptándolo con atención y
cariño. Extiende después tu atención a la zona que rodea ese punto de dolor.
Siente si también allí hay contracción o molestia, observa lo que te transmite
esa parte de tu cuerpo. Abre tu percepción a lo que sea que haya y respira
suavemente.

Permite a
estos pensamientos reposar durante un momento en el espacio acogedor de tu
atención amable. Después vuelve lentamente a llevar la atención a tu cuerpo.
Profundiza un poco más en las zonas de dolor, dejando que se abran por sí
mismas, sintiendo si se mueve el dolor, si es más intenso o si se disuelve en
algún momento. Observa tu dolor con una atención cariñosa, como si consolaras
amablemente a un niño herido, aceptando con cariño lo que sea que te transmita.
Respira suave y conscientemente con tu dolor, aceptándolo con una actitud
cariñosa y sanadora. Sigue con la meditación hasta que sientas de nuevo que
alguna parte de tu cuerpo te reclama, hasta que te sientas tranquilo y en paz.
Según vas
prestando atención con esa actitud amable y sanadora, puedes ir dirigiéndola de
forma habitual a puntos de tu cuerpo que suelen manifestar dolor o síntomas de
enfermedad. Después, puedes volver a explorar tu cuerpo buscando otros puntos
que estén reclamando tu atención sanadora.
De igual forma, puedes enfocar tu atención sanadora en las
profundas heridas emocionales, sintiendo primero en tu cuerpo los sentimientos de rabia,
anhelo, enfado, pena, soledad o tristeza. Con amabilidad y con cariño, siente
esas sensaciones y permanece con ellas durante un rato. Después, respira con
suavidad y extiende tu atención a cada aspecto de tensión, emoción y
pensamientos que acompañan esa sensación. Finalmente, permite que todo eso
también repose en tu atención, cariñosamente, como consolando a un niño,
aceptando todo lo que hay sin rechazarlo ni ignorarlo, hasta que te sientas tranquilo
y en paz. Puedes practicar siempre que quieras con tu corazón de esta manera,
prestándole atención de una manera abierta y cariñosa. No olvides que así
puedes sanar tu cuerpo y tu corazón siempre que quieras. Que siempre están
esperando que les prestes atención con cariño y compasión.
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu colaboración.