Siéntate en
una postura cómoda. Siente el aire que entra y sale de tu cuerpo con cada
respiración. Siente tu cuerpo sentado cómodamente. Siente la respiración sin
intentar cambiarla. Siente qué partes de tu cuerpo están cómodas y cuáles
incómodas. Date cuenta si estás realmente despierto o te estás adormeciendo.
Observa si tu mente está tranquila o muy agitada con infinidad de pensamientos.
Tan sólo observa, presta atención a lo que hay, en tu cuerpo y en tu mente. Ahora
presta atención a tu corazón. ¿Lo sientes oprimido? ¿Está abierto y sensible?
¿Se mueve entre la tensión y la apertura? ¿Se siente feliz o cansado? Acepta lo
que sientas en tu corazón, acógelo tal como es.

Mientras sigues allí
meditando, ves cómo un ser amable y maravilloso se acerca hasta ti. Observa
cómo es ese ser de sabiduría y siéntelo junto a ti. Con una sonrisa afectuosa y
dulce, se inclina lentamente hasta poner sus suaves manos en algún lugar de tu cuerpo
que albergue una de esas profundas heridas que necesitan ser curadas. Permite
que toque con su energía amorosa la parte de tu cuerpo en la que se encuentre
alguna de tus penas. Deja que te enseñe cómo realizar su toque sanador. Siente
cómo te toca, y ahora lleva tu mano a ese lugar herido, a esa zona de dolor,
tristeza o dificultad, tocándolo como si fueras tú mismo ese hermoso ser de
sabiduría y amor. Sin importar el tiempo que lleve oculto tu dolor, ni las
veces que lo hayas rechazado o ignorado, ahora finalmente puedes aceptarlo y
abrirte a él para experimentarlo sin reparos ni miedos.
Convierte tu
propia atención en la mano de ese maravilloso ser. Lleva tu atención suavemente
hasta ese lugar de dolor para tocarlo con cariño. Al tocarlo presta atención a
lo que sientes allí. ¿Está duro y con tensión? ¿Es suave o áspero? ¿Sientes
calor o frío? ¿Hay inquietud o paz? Siente el toque de tu atención como si
fuera el de un ser lleno de amor y energía curativa. ¿Qué sensación percibes en
ese lugar herido? ¿Qué temperatura? ¿Qué textura? ¿Qué color percibimos? ¿Qué
sentimientos provoca? Abre tu corazón y acoge con cariño lo que sea que
sientas. Deja que se manifieste como quiera hacerlo. Después, toca ese lugar
con aceptación y amor. Acepta el dolor y ábrete a él. ¿Cuál es el origen de
este dolor tanto tiempo reprimido? Contémplalo y siente cómo te cerraste y lo
rechazaste, cuánto tiempo lo has evitado esperando que desapareciera, y
deseando no sentirlo más. Continúa sentado en calma mientras abres tu corazón a
esa herida, sin rechazarla ni ignorarla.

Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu colaboración.