De la misma
forma que sanamos el cuerpo y el corazón prestando atención y haciéndonos
conscientes de los dolores ocultos, podemos también sanar nuestra mente. Igual
que aprendemos sobre la naturaleza y los ritmos de los sentimientos y
sensaciones, podemos aprender sobre la naturaleza de los pensamientos.
Cuando en la
meditación observamos nuestros pensamientos, nos damos cuenta de que no los
controlamos, de que estamos inmersos en un flujo constante de recuerdos,
expectativas, planes, lamentaciones y juicios que nos inundan la mente sin
haberlos invitado. Podemos ver que nuestra mente alberga todas las
posibilidades, muchas veces contradictorias, desde las más sublimes hasta las
más oscuras.
Pero ¿dónde
está realmente el origen de estos movimientos incesantes de nuestra mente? si
investigamos un poco descubriremos que surgen de la insatisfacción. Nuestra
mente parece buscar tanto la excitación interminable como la paz perfecta. De
manera inconsciente y sin control, estamos gobernados por nuestra mente, en
lugar de utilizarla conscientemente y a voluntad. Aunque también pueden ser muy
creativos y útiles, la mayor parte del tiempo nuestros pensamientos dominan
nuestra experiencia con ideas de apego y rechazo, de mejor y peor, de yo y los
demás.
De hecho, el
pensamiento dualista es el origen de nuestro sufrimiento. Al considerarnos
separados surge el apego y el miedo, y vivimos a la defensiva, defendiendo
nuestro territorio y ambicionando conseguir lo que no tenemos. Para proteger a
ese yo separado del resto, rechazamos ciertas cosas y nos apegamos a otras para
mantenerlo.
La sanación de la
mente se puede realizar de diferentes maneras. Una de ellas es poner la
atención en el contenido de los pensamientos, aprendiendo a dirigirlos
hábilmente por medio de una reflexión con sabiduría. Prestando atención
podemos descubrir y reducir los patrones habituales de preocupación y obsesión,
aclarar nuestra confusión y disolver las opiniones dañinas. Podemos utilizar el
pensamiento de una manera consciente para apreciar y manifestar lo que
realmente valoramos. Podemos preguntarnos, por ejemplo, “¿recorro un camino con
corazón?”. También podemos encaminar nuestros pensamientos por beneficiosos
senderos de respeto, cariño y calma mental. Incluso podemos repetir ciertas
frases para deshacer y cambiar los patrones habituales de pensamientos dañinos.
No obstante,
a pesar de lo que trabajemos con nuestra mente para reeducarla, será muy
difícil que lo consigamos completamente. Para
sanar profundamente los conflictos mentales debemos dejar de identificarnos con
ellos. Tenemos que ir más allá de las historias mentales que nos hemos
montado, soltando los conflictos y opiniones creadas, para encontrarnos con la
situación natural y sin prejuicios de nuestra mente antes de que empezáramos a
construir sobre ese terreno virgen.
Si
comprendemos que la mente, por naturaleza, piensa, analiza, divide y planea,
podremos liberarnos del estado de separación en el que nos atrapó, y realmente
descansar en un espacio abierto y sereno. Así podemos soltar las
identificaciones, expectativas, juicios y opiniones, y liberarnos de los
conflictos que crean. La mente piensa en el yo como algo separado, pero el
corazón es más sabio y sabe que somos parte de la inmensidad del Universo.

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