En general, le damos demasiada importancia a las cosas.
Nuestros problemas nos parecen muy grandes e importantes. Necesitamos crear
cierto espacio para tener una actitud de aprecio hacia las cosas y, al mismo
tiempo, no hacerlas más grandes de lo que son. Puede parecer paradójico, pero
mantener simultáneamente estas dos actitudes es el origen de una gran alegría:
mantenemos un respeto hacia todas las cosas, junto con la habilidad de soltar.
Consiste en no menospreciar las cosas, pero por otra parte en no avivar el
fuego hasta conseguir tu propia guerra mundial.
Mantener equilibradas estas dos ideas nos hace sentir menos
agobiados y atrapados. El espacio que se abre de esta manera es un vacío, pero
no en un sentido nihilista, es como una sensación de ligereza.
Cuando empiezas a ver la vida desde el punto de vista de que
todo surge espontáneamente y que las cosas ni “vienen a por ti” ni “están
intentando atacarte”, en cierto momento experimentarás más apertura y más
espacio en el que relajarte. Podrás relajar tu estómago, en el que sentías un
nudo. Podrás relajar tu cuello, que estaba siempre tenso. Podrás relajar tu
mente, que estaba siempre dando vueltas y más vueltas. Así que ese vacío se
refiere al hecho de que tenemos en nosotros las semillas de apertura, frescura
y relajación.
A ese vacío, o
vacuidad, se le ha llamado a veces “la dimensión abierta de nuestro ser”. En
ocasiones esa apertura se puede experimentar como aburrimiento, otras veces se
experimenta como tranquilidad, y algunas otras como una brecha en el continuo
pensar y preocuparse.
Puedes experimentar con esa vacuidad cuando estés solo o no
haya nadie hablando contigo, cuando salgas a dar una vuelta o estés mirando por
la ventana, o cuando medites. Puedes experimentar dejando ir los pensamientos y
simplemente observar lo que hay cuando estos se van. De hecho, esa es la esencia de la
práctica de mindfulness. Te mantienes volviendo una y otra vez a la inmediatez
de tu experiencia y, después, cuando empiezan a surgir pensamientos como bueno,
malo, debería, no debería, yo, tú, estúpido, etc., dejas ir esos pensamientos y
vuelves a la inmediatez de tu experiencia. Así es como podemos experimentar con
la vacuidad, como podemos experimentar con la dimensión abierta y sin límites
del ser.
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