La última
forma de sanar a través de la atención, es siendo conscientes de las leyes
universales que rigen la vida. Aunque es muy difícil expresarlo con palabras,
es necesario comprender el concepto de vacuidad, o vacío, para entender estas
leyes universales, pero la verdadera comprensión sólo surgirá de la experiencia
directa en nuestra práctica interior.
En las enseñanzas
guerreras, se habla del vacío refiriéndose a la experiencia de apertura y
unidad con el Universo que se da cuando se contemplan y disuelven las ideas
fijas que tenemos de nuestro “yo”. Podemos tener esa experiencia al ver con
claridad que nuestra vida es transitoria, igual que nuestro cuerpo, corazón y
mente que aparecen y desaparecen en el continuo fluir de la vida donde todo
está interconectado. En la meditación, las experiencias más profundas nos
llevan a experimentar esa apertura y vacío fundamental de la vida, cuya
naturaleza es el cambio continuo.

Conforme
avanzamos en la práctica de la meditación vamos viendo el movimiento que se da
en nuestra experiencia. Al prestar atención a los pensamientos, nos damos
cuenta de que son efímeros, como nubes que vienen y van en el cielo de nuestra
mente. Durante la práctica se disuelve la sensación de separación entre mente y
cuerpo, llegando a experimentar con el tiempo una inmensa apertura, gozo y
libertad al sentirnos conectados con todas las cosas, al conectar con el
profundo misterio de la vida.
Vivimos en
la ilusión y apariencia de las cosas, sin conocer la verdadera realidad. Cuando
lo comprendamos, descubriremos que no somos nada, y por eso mismo lo somos
todo.
Cuando
establecemos contacto con ese inmenso espacio sin separación se da la sanación.
Descubrimos entonces que los deseos, temores y luchas se han basado siempre en
una ilusión, en el error de sentirnos separados del resto del mundo.

Es la misma
atención amorosa la que sana cada aspecto de nuestro ser. Es esa atención la
que puede apreciar nuestro cuerpo y disfrutar del aspecto físico de la vida. Es
la atención la que nos conecta con lo más profundo de nuestro corazón,
apreciando toda la gama de sentimientos. Sanamos la mente y apreciamos los pensamientos
sin quedar atrapados por ellos gracias a la atención. Y, finalmente, nos
muestra el gran misterio de la vida, descubriendo el vacío en la plenitud de
nuestro ser y la conexión con todas las cosas en ese océano universal del que
formamos parte.
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