EL VACÍO SANADOR



La última forma de sanar a través de la atención, es siendo conscientes de las leyes universales que rigen la vida. Aunque es muy difícil expresarlo con palabras, es necesario comprender el concepto de vacuidad, o vacío, para entender estas leyes universales, pero la verdadera comprensión sólo surgirá de la experiencia directa en nuestra práctica interior.

En las enseñanzas guerreras, se habla del vacío refiriéndose a la experiencia de apertura y unidad con el Universo que se da cuando se contemplan y disuelven las ideas fijas que tenemos de nuestro “yo”. Podemos tener esa experiencia al ver con claridad que nuestra vida es transitoria, igual que nuestro cuerpo, corazón y mente que aparecen y desaparecen en el continuo fluir de la vida donde todo está interconectado. En la meditación, las experiencias más profundas nos llevan a experimentar esa apertura y vacío fundamental de la vida, cuya naturaleza es el cambio continuo.


Si observamos con atención, veremos que nosotros mismos somos un continuo proceso, que se da dentro de la vida, como parte de ella. Somos como olas en el océano de la vida que, aunque aparentemente separadas unas de otras, siguen siendo en esencia parte de ese océano. En diferentes tradiciones, ese océano universal recibe diferentes nombres: el Tao, el vacío primigenio, la conciencia universal, lo divino, lo no creado. Nuestras vidas surgen de ese océano como reflejos del Universo, como movimientos de la consciencia universal. Cuando pasamos por ese proceso de experimentar el vacío del que surge la vida, es cuando se produce la sanación más profunda.


Conforme avanzamos en la práctica de la meditación vamos viendo el movimiento que se da en nuestra experiencia. Al prestar atención a los pensamientos, nos damos cuenta de que son efímeros, como nubes que vienen y van en el cielo de nuestra mente. Durante la práctica se disuelve la sensación de separación entre mente y cuerpo, llegando a experimentar con el tiempo una inmensa apertura, gozo y libertad al sentirnos conectados con todas las cosas, al conectar con el profundo misterio de la vida.

Vivimos en la ilusión y apariencia de las cosas, sin conocer la verdadera realidad. Cuando lo comprendamos, descubriremos que no somos nada, y por eso mismo lo somos todo.

Cuando establecemos contacto con ese inmenso espacio sin separación se da la sanación. Descubrimos entonces que los deseos, temores y luchas se han basado siempre en una ilusión, en el error de sentirnos separados del resto del mundo.

Descubrimos el poder sanador del vacío cuando experimentamos que todo está relacionado entre sí en un continuo fluir, manifestándose en formas diferentes a las que llamamos cuerpos, sensaciones o pensamientos, que acaban disolviéndose y transformándose en otras formas. Esa sabiduría es la que nos permite abrirnos a cada instante para vivir en el movimiento continuo de ese océano universal. Entonces podemos relajarnos y confiar en que el fluir de la vida nos llevará a buen puerto.

Es la misma atención amorosa la que sana cada aspecto de nuestro ser. Es esa atención la que puede apreciar nuestro cuerpo y disfrutar del aspecto físico de la vida. Es la atención la que nos conecta con lo más profundo de nuestro corazón, apreciando toda la gama de sentimientos. Sanamos la mente y apreciamos los pensamientos sin quedar atrapados por ellos gracias a la atención. Y, finalmente, nos muestra el gran misterio de la vida, descubriendo el vacío en la plenitud de nuestro ser y la conexión con todas las cosas en ese océano universal del que formamos parte.




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