En la verdadera esencia del camino del guerrero encontramos
una promesa, la promesa de alcanzar el despertar. Es como una llama brillante
iluminando las enseñanzas, y la gran variedad de prácticas que se han desarrollado
en las diferentes tradiciones de guerreros están de alguna manera al servicio
de esa promesa.
En occidente, la idea de un estado despierto está bastante
dañada, en parte porque la intensidad de nuestros anhelos nos ha hecho muy
vulnerables a la decepción. Algunas personas ya no creen en ello, o piensan que
es el privilegio de sólo unos pocos muy especiales. Algunos lo han malinterpretado
como un proyecto de actualizarse a sí mismos, y han perdido el poder no sólo de
mejora si no de transformación.
¿Qué sucede cuando
abandonamos nuestras proyecciones sobre ese estado despierto? ¿Podemos
localizar el lugar donde la sabiduría nacida de generaciones de experiencias se
encuentra con nosotros, donde realmente vivimos cada uno de nosotros? ¿Podemos
arriesgarnos a emprender una práctica diaria para despertar?
La historia que se ha transmitido con esta llama es que ese estado despierto es nuestra verdadera
naturaleza y nuestro hogar, pero la complejidad de la vida humana nos ha hecho
olvidarlo. Ese olvido lo sentimos como un exilio, y creamos elaboradas
estructuras de hábitos, convicciones y estrategias para defendernos de esa desolación.
Pero esta situación no es inevitable, podemos desmantelar esas estructuras para
poder regresar del exilio, que siempre fue ilusorio, al hogar que siempre
estuvo justo bajo nuestros pies.
Aunque ese estado del despertar se puede definir de
diferentes maneras, tiene una cualidad absoluta, describiendo un estado
inalterable, algo que no está sujeto al tiempo y al espacio o a los caprichos
de la vida humana. Imaginamos que una vez cruzado ese umbral, no hay vuelta
atrás. La forma en que realmente son las cosas es el despertar, y nuestra
experiencia de la forma en que son realmente las cosas es también, el mismo
despertar. Es la naturaleza vasta e impresionante del mismo universo, y es la
forma en que cada uno de nosotros piensa, siente, y actúa cuando somos
conscientes y participamos en ese vasto despertar que se manifiesta como
nosotros.
El despertar se siente como un proceso que se desarrolla
poco a poco, lo que podría explicar por qué se han utilizado diferentes formas
de referirse a él a lo largo del tiempo: liberación, ver la verdadera
naturaleza de uno mismo, purificarse y perfeccionarse, alcanzar el Camino,
iluminación, abrir el ojo de la sabiduría, experimentar la Gran Muerte, sólo
por nombrar unos pocos.

Especialmente para los occidentales, es importante seguir
recordando que el despertar es algo diferente de los proyectos de auto
superación y de realización personal a los que estamos acostumbrados.
No se trata de ser un mejor yo sino de descubrir nuestro verdadero yo,
que es algo completamente diferente.
Desde esta perspectiva, el proceso del despertar no es tanto
un asunto de realización si no más un asunto de “ser verdad”, de ser
conscientes de la forma en que ya son las cosas. En lugar de desarrollar un yo mejorado
y por tanto más solidificado, nos disolvemos en algo que existía antes que
nosotros. Nos hacemos conscientes de nuestra continuidad con el estado
despierto, que no es otra cosa que el mismo universo. A esto se le ha llamado
nuestro rostro original, cómo nos “vemos” cuando volvemos atrás hasta el
momento antes de que el mundo de nuestros pensamientos y sentimientos
existieran.
Las enseñanzas hablan de un único pensamiento iluminado como
siendo la iluminación entera, y un solo pensamiento engañoso como la ilusión en
su totalidad. Esto reconoce que somos capaces de ambas cosas, pero por muy
seductor que sea el deseo de clasificar nuestros pensamientos en montones
separados de iluminación y engaño para escoger entonces uno por encima del
otro, esa no es la oferta. En lugar de eso, es ir más abajo del egocéntrico
reino operativo de clasificar y escoger y hundirse de vuelta al lugar de donde
surgen todos los pensamientos, apareciendo unas veces como pensamientos
distorsionados y otras como clarificadores. Ese es un lugar más verdadero donde
descansar, y uno más humilde.
Seguiremos teniendo cuerpos que se averían de las formas más
sorprendentes. Seguiremos enfrentándonos a la injusticia y el conflicto. El
despertar no será una exención de las circunstancias compartidas de la vida
humana. Pero transformará radicalmente la forma en que las experimentamos.
Ya no seremos exiliados atribulados si no personas en su hogar, incluso
en los momentos más difíciles, buscando formas de responder a las situaciones
que se nos presenten de manera que fomenten aún más el estallido de iluminación
que está siempre presente en todas partes.
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