DESCUBRIR EL CORAZÓN DE GUERRERO


Parece ser que nos cuesta mucho apreciarnos a nosotros mismos, y eso es lo que genera gran parte del caos que encontramos en la vida. Si no somos capaces de ser tiernos y amistosos con nosotros mismos difícilmente podremos vivir en paz y armonía, ni con nosotros ni con los demás, y seguiremos creando confusión en nuestro mundo.

A menudo damos por hecho nuestra existencia sin realmente apreciar la vida que tenemos, incluso a veces seguir viviendo puede parecernos una carga demasiado pesada a causa de nuestros problemas. Pero simplemente quejarnos, o sentir rencor hacia el mundo, no nos ayudará en absoluto. Debemos darnos cuenta que la responsabilidad de crear nuestra vida está principalmente en nuestras propias manos.

Si dejamos de castigarnos y condenarnos por lo que hemos hecho o dejado de hacer, podremos relajarnos y apreciar nuestro cuerpo y nuestra mente, podremos empezar a sentir ese corazón de guerrero que llevamos dentro. Si estamos dispuestos a abrirnos a nosotros mismos, podremos sentir ternura y ver más claramente, tanto nuestros problemas como nuestro potencial como guerreros.

El guerrero no cierra los ojos frente a sus problemas ni tampoco sobrevalora sus capacidades, y al sentir cariño y aprecio por sí mismo es capaz de ayudarse y ayudar también a los demás.


Si nos damos cuenta de que tenemos una mente y un cuerpo realmente valiosos, porque gracias a ellos podemos comprender este mundo, veremos que también el hecho de existir es algo maravilloso y podremos apreciar la oportunidad que tenemos. Al no saber cuánto tiempo viviremos, deberíamos apreciar la vida y aprovecharla.

Para el guerrero, la práctica de la meditación sentada es la disciplina que le permite apreciar su mundo y hacerse amigo de sí mismo. Desde hace siglos, los guerreros se han ido transmitiendo esta práctica de unos a otros, manteniendo una transmisión viva a pesar de su antigüedad. Por eso, para entender completamente esta práctica y beneficiarnos realmente de ella, debemos recibir la instrucción personalmente de un maestro guerrero experimentado.


La meditación del guerrero es muy sencilla y directa: se sienta en el suelo, adopta una buena postura, y siente que está ocupando su sitio en este mundo.

Esta es la forma en que el guerrero se descubre a sí mismo, descubre su corazón y descubre la forma de vivir en armonía con la realidad de su mundo, sin prejuicios ni expectativas.

A través de la meditación, el guerrero se entrena para poder sincronizar cuerpo y mente para, simplemente, poder ser quien es, sin engañarse a sí mismo ni a los demás, y vivir plenamente. La práctica es el vehículo que le ayuda a recorrer su camino, superando los baches de miedos y esperanzas y saboreando lo que sea que encuentre a su paso.

Para meditar, el guerrero se sienta con las piernas cruzadas, de manera natural, sin forzar la postura. Simplemente por estar en el momento presente, el guerrero siente que su vida es algo precioso, y descubre la dignidad que surge cuando, de manera sencilla, estamos tranquilos y atentos.

Es muy importante que estemos erguidos durante la meditación, ya que la postura de nuestro cuerpo influye en el estado de nuestra mente, y viceversa. Cuando nos sentamos de esta manera, relajados pero presentes, estamos proclamando que somos verdaderamente humanos, que somos guerreros.


Al sentarnos erguidos, no debemos tensar los hombros, sino buscar una posición natural, en cierta forma orgullosa, sin timidez ni vergüenza. No nos estamos  inclinando ante nada, enderezamos la cabeza y adoptamos una buena postura de cabeza y hombros. Cruzamos las piernas de forma natural y relajada, sin forzarlas ni intentar tocar el suelo con las rodillas. Relajamos los hombros y los brazos, dejando descansar las manos sobre los muslos con las palmas hacia abajo. Sentimos que estamos ocupando el lugar que nos corresponde en la vida.


Debemos sentir que estamos aquí y ahora, por eso no cerramos los ojos, aunque dirigimos la mirada hacia el suelo, dejándola descansar en una zona unos dos metros delante de nosotros. Aunque no fijamos la mirada en nada en concreto, la mantenemos dirigida en esa dirección, como si miráramos el horizonte o algo lejano.

La postura es algo que debemos cuidar, no sólo cuando meditamos sino también en nuestra vida diaria, debemos ser más conscientes de cómo nos sentamos, caminamos o miramos a los demás. Podemos extender al resto de nuestra vida esa dignidad que sentimos al meditar, sintiéndonos orgullosos de ser guerreros.

Una vez sentados con una buena postura, prestamos atención a nuestra respiración. Cuando exhalamos salimos de nosotros mismos con el aire que se disuelve en el espacio, y volvemos con la inhalación que se da de forma natural. Después volvemos a salir con el aire una y otra vez. Nos disolvemos en el espacio con cada exhalación, dejando que el aire entre de forma natural sin prestarle especial atención. Sentimos la postura y volvemos a salir con la exhalación, disolviéndonos en el espacio. Volvemos a la postura y nos disolvemos de nuevo, y así con cada respiración.

En algún momento de este proceso aparecerá un pensamiento en nuestra mente. Cuando eso ocurra, simplemente debemos reconocerlo, sin castigarnos ni abandonarnos a él, diciendo para nosotros mismos mentalmente: “pensando”. Cuando nos demos cuenta que un pensamiento nos ha arrastrado, olvidándonos de dónde estamos o lo que estamos haciendo, simplemente, y con cariño, nos decimos “pensando” y volvemos a llevar la atención a la respiración.


Cuando practicamos la meditación, no importa el tipo de pensamientos que tengamos, buenos, malos o neutros, son todos simplemente pensamientos. Los reconocemos como tales diciendo “pensando”, y volvemos a la respiración. Cada vez que nos distrae un pensamiento nos decimos “pensando” y volvemos a la respiración. “Pensando” y de vuelta a la respiración.

La meditación es una práctica muy precisa, en la que estamos presentes a cada instante. Requiere bastante esfuerzo, pero manteniendo una buena postura nos será más fácil sincronizar mente y cuerpo en la práctica. Así que nos sentamos con una buena postura y seguimos la respiración. Salimos con el aire y volvemos a la postura. Salimos y volvemos a la postura. Cuando aparece un pensamiento que nos distrae, decimos “pensando” y volvemos a la postura y a la respiración. Aunque trabajamos con la mente y la respiración, mantenemos la postura del cuerpo como punto de referencia. Trabajamos con mente y cuerpo para no apartarnos de la realidad.

La verdadera calma surge al sincronizar mente y cuerpo. Con una buena postura la respiración se da de forma natural, y la mente tiene un punto de referencia al que ir, saliendo con el aire de cada respiración.

Esta técnica de meditación nos ayuda a ser sencillos y a sentir que no somos especiales, que somos seres humanos corrientes, muy normales. Nos sentamos de forma sencilla, como guerreros, sintiendo esa dignidad de guerrero que surge en nuestro interior. Estamos aquí y ahora, presentes, conscientes, completamente aquí, con todo nuestro ser, tal y como somos. La meditación entrena al guerrero para que sea auténtico, sin engaños, sincero y fiel a su corazón.


El guerrero tiene la responsabilidad de ayudar a los demás, de ayudar a este mundo. Y,
aunque es una tarea inmensa, puede llevar la libertad a su mundo si emprende esa tarea con alegría. Empezando por uno mismo, el guerrero aprende a abrirse a los demás porque es sincero consigo mismo. Así, abriendo su corazón de guerrero, puede ayudar al mundo que le rodea. Por eso, la meditación es una excelente práctica para superar las guerras de este mundo, tanto nuestras propias guerras interiores como las guerras que se dan a nuestro alrededor.





Comentarios