Las enseñanzas guerreras toman muy en serio el sufrimiento,
porque podemos aprender mucho de él al experimentarlo. En nuestra existencia
condicionada encontramos el sufrimiento en multitud de formas diversas, y
seguimos pasando por ellas una y otra vez a causa de nuestro hábito de aferrarnos
a las cosas, las personas y las situaciones.
Mientras sigamos
enredados con estas tendencias confusas, aferrándonos a una versión
predeterminada de la realidad, experimentaremos muchas formas de sufrimiento.
Pero esto no es irremediable, se puede evitar. Las enseñanzas guerreras nos
muestran que si cultivamos la actitud
adecuada y simplemente somos capaces de mirar en nosotros mismos y en nuestras
perspectivas, predilecciones y hábitos de conducta, podemos reducir y finalmente
eliminar las formas evitables de sufrimiento.
Una vez aceptamos que estamos sometidos a formas de
sufrimiento que pueden evitarse, tenemos una solución en dos partes: buscar
las causas del sufrimiento y encontrar los medios de reducirlo o pararlo. Cuando
buscamos las causas del sufrimiento, no buscamos simplemente el origen del
sufrimiento tangible, debemos también mirar cuidadosamente los estados
mentales, hábitos y actitudes que producen lo que consideramos son nuestros momentos
de placer, felicidad, o satisfacción.
Una de las profundas
enseñanzas guerreras es que no podemos basarnos en nuestras experiencias
inmediatas para decir si lo que estamos experimentando es bienestar o
desgracia. Sólo porque superficialmente nos sintamos felices o satisfechos, o
sólo porque todo parezca llevarnos a la oscuridad más absoluta, esas
impresiones no reflejan necesariamente la realidad de la situación, debemos
mirar más profundamente.
Podríamos descubrir que la falta de sustancialidad o de
permanencia en todo lo que nos rodea provoca la infelicidad y el dolor. Aunque
esto no significa que la experiencia de la transitoriedad o falta de sustancia
es por sí misma sufrimiento o la causa directa del sufrimiento. Estaríamos
malinterpretando el mensaje si pensáramos que lo que causa el sufrimiento es el
hecho de que todo sea transitorio o sin un yo sólido. Estos hechos básicos no
son la verdad del origen del sufrimiento.
El sufrimiento no es producido por las cosas o por su
naturaleza insustancial, más bien, la ignorancia condiciona nuestra mente para
que piense que la felicidad eterna puede obtenerse a través de cosas que son
efímeras o transitorias. Por eso nos dicen las enseñanzas que debemos despertar
o buscar ese estado iluminado.
Se nos dice que
debemos asentar nuestra mente en lo que es inmutable. En general, asentar la
mente en lo inmutable tiene un efecto calmante, pero también lleva a un estado
que nos permite relacionarnos con lo que es transitorio y efímero con una
actitud mental que surge de una visión más iluminada, una que no busca el
placer y la felicidad permanentes en las cosas que son transitorias e
insustanciales por naturaleza. Al hacer esto, podemos convertirnos en nobles guerreros.
Sin la verdad del sufrimiento y la verdad de la
causa del sufrimiento, no habría verdad del cese del sufrimiento, ni
la verdad del camino. Lejos de querer resaltar las características
negativas de la existencia humana, las enseñanzas guerreras presentan una
imagen muy completa de la condición humana, clarifican tanto los peligros como
las promesas de la naturaleza humana.
Las enseñanzas
guerreras en sus diversas formas, en las diferentes tradiciones, han señalado
la vida humana como la más preciosa. La encarnación humana es considerada como
el vehículo más adecuado para hacer nuestro viaje hacia el despertar. Según las
sublimes enseñanzas guerreras, nuestro
destino está en nuestras propias manos, y eso es lo que podemos ver cuando
apreciamos realmente la verdad del sufrimiento y la verdad de la causa del
sufrimiento.
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