OCUPA TU LUGAR



La transformación interior del guerrero no ocurre por casualidad, es un proceso profundo. Para abandonar sus hábitos de pensamiento y encontrar una nueva manera de ver el mundo, el guerrero necesita mantener una disciplina, encontrar y mantener un adiestramiento auténtico.

Para ocupar tu lugar en el mundo, tienes que buscar y escoger una práctica y un maestro entre todo lo que se te ofrece y, además, practicar con determinación, no abandonar la práctica aunque surjan dudas y dificultades, hasta que consigas ver realmente con claridad y comprender cuál es tu lugar.

Las tradiciones auténticas de todas las épocas ofrecen muchas y variadas disciplinas para ayudarnos a recorrer el camino que nos llevará a despertar, a encontrar nuestro lugar. Todas se utilizan para hacernos madurar, para enfrentarnos con nuestra propia vida, para ayudarnos a calmar la mente y abrir el corazón y así poder ver de otra manera el mundo que nos rodea, y a nosotros mismos.


Cuando el guerrero emprende cualquier práctica se compromete profundamente a detener la guerra, a evitar que se escape la vida. Cada práctica le trae continuamente al presente, le hace más consciente, más abierto y más honesto.

Antes de escoger una práctica, nos encontraremos con muchos que intentarán convertirnos, llevarnos a su camino insistiendo que es la única forma de llegar a despertar. Pero debemos tener en cuenta que son muchos los caminos que nos pueden llevar a la cima de una montaña, no hay solo una manera de hacer el viaje.

Como hay muchos caminos que nos pueden llevar a nuestro destino, cada guerrero debe elegir la práctica que sienta en su corazón como adecuada para él, sin depender de lo que hagan otros. No hay que olvidar que las prácticas son sólo las herramientas para abrir tu conciencia y tu corazón en el camino que te lleva a la libertad.

Antes que nada, el guerrero tiene que aprender a apreciar y utilizar una práctica hasta que le funcione realmente, lo que supone invertir mucho tiempo en ella, pero sin perder de vista que es simplemente un medio de transporte para atravesar la confusión, el deseo y el miedo, y tener en cuenta que no todos tienen que emplear el mismo método, aunque a nosotros nos vaya bien.

Pero el guerrero debe hacer su elección definitiva, escoger su práctica y comprometerse de todo corazón a llevarla a cabo hasta penetrar plenamente en ella.

Hasta que escojamos una disciplina y nos comprometamos con ella no podremos llegar a comprender profundamente el mundo en el que vivimos, ni a nosotros mismos.

El desarrollo interior requiere una práctica continua y comprometernos a mirar profundamente dentro de nosotros y en el mundo, para descubrir cuál es la verdadera causa del sufrimiento y cómo superar los conflictos sin violencia.

El guerrero se observa a sí mismo incansablemente para aprender a amar, para descubrir lo que mantiene cerrado el corazón y cómo dejar que se abra.


Para ocupar tu verdadero lugar en el mundo, has de elegir una práctica profunda, comprobada por generaciones y que conecte con tu corazón, y comprometerte a llevarla a cabo el tiempo que sea necesario hasta llegar a la transformación. Una vez escogida esa práctica, has de tener el valor y la determinación de seguir utilizándola a pesar de las dificultades que pueden surgir en el camino.


El guerrero sabe que luchar contra sí mismo no es el camino. Su camino es el Camino Medio, que no rechaza el mundo pero tampoco se apega a él, un camino de aceptación y compasión. El Camino Medio es el centro de todo, el guerrero ocupa su lugar en el centro del mundo.

Como guerreros debemos reclamar nuestro derecho a despertar, enfrentándonos con una valentía inflexible a todo tipo de dudas, penas y temores, ocupando nuestro lugar para mirar cara a cara la verdad de la vida. Y, aunque no es fácil, nos sentamos con nuestro dolor o temor para sentirlo en profundidad.


El guerrero, al sentarse a meditar se comunica con el momento presente, con su cuerpo, con la tierra. Se sienta erguido entre el cielo y la tierra y, al hacer esto, encuentra su fuerza y su dignidad. Al mismo tiempo, está relajado y abierto, aceptando la vida tal como es. Su cuerpo está presente, su corazón abierto y su mente atenta. De esta forma aprecia la capacidad del ser humano para despertar su conciencia.

Cuando el guerrero ocupa su lugar, sobre el cojín de meditación, se convierte en su propio monasterio. Crea el espacio abierto y compasivo donde puede surgir todo lo que lleva en su interior: pena, soledad, deseo, vergüenza, lamento, frustración o felicidad.

En el monasterio de nuestra meditación nos enfrentamos una y otra vez a todo lo que surge, y lo soltamos, lo dejamos ir con ternura, y nos mantenemos abiertos para contemplar lo que se presenta ante nosotros, aceptando la verdad con un corazón amable.

Cuando ocupas tu lugar descubres tu capacidad para mantenerte despierto y no temer a la vida.

Podemos tener miedo de que nuestro corazón no sea capaz de soportar las tormentas de pena, ira o terror que llevamos tanto tiempo guardando en nuestro interior. Podemos tener miedo de aceptar la vida tal como es, con toda su intensidad. Pero cuando ocupamos nuestro lugar descubrimos que somos inamovibles, descubrimos que podemos aceptar plenamente la vida en toda su magnitud, con todos sus sufrimientos y alegrías. Descubrimos que nuestro corazón es lo suficientemente grande para aceptarlo todo.

El guerrero descubre que mediante su fuerza interior, su integridad y su grandeza de corazón, aporta libertad a su vida y a los que le rodean.


Cuando ocupamos nuestro lugar en esta tierra, la fuerza vital del universo nos atraviesa y se expande por nuestro mundo.

Al comprometernos con una práctica espiritual despertamos esa fuerza que el universo nos ha dado y aprendemos a confiar en ella. Descubrimos que somos capaces de enfrentarnos a las dificultades personales, e incluso a los más terribles infiernos, y sobrevivir. Descubrimos como nuestro corazón puede abrirse y aceptarlo todo.


Cuando ocupas tu lugar, experimentas una sensación de plenitud y abundancia, que es consecuencia de estar completamente abierto a todo lo que surge sin rechazar nada. Descubres tu corazón de guerrero.






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