¿RECORRO UN CAMINO CON CORAZÓN?


¿De qué sirven las victorias y las grandes hazañas si no podemos ser felices con las pequeñas cosas de cada día? Si no podemos comunicarnos con los demás, ni con el mundo que nos rodea, desde nuestro corazón ¿qué importancia tienen las batallas luchadas? Si no somos capaces de disfrutar de lo que la vida nos ofrece en cada momento… ¿habremos vivido realmente?

Al emprender el Camino del Guerrero lo más importante es bien sencillo: Asegurarnos de que nuestro camino está conectado con nuestro corazón.

El verdadero Camino del Guerrero consiste en permanecer cerca de lo cotidiano, atentos a lo que se nos presenta en cada momento, asegurándonos que cada paso que damos surge del corazón, amando cada instante, cada experiencia… emocionándonos con las pequeñas cosas.

¿Tiene este camino corazón? Si lo tiene, el camino es bueno. Si no, no sirve para nada.

Si nos quedamos quietos durante unos instantes y escuchamos en lo más profundo de nosotros, sabremos si seguimos un camino con corazón.

Para poder apreciar realmente la belleza de cada cosa, debemos recorrer nuestro camino con una atención plena en lo que nos ofrece la vida. Cuanto más presentes estemos, y más sencillamente vivamos, más surgirá de forma espontánea un amor por la tierra en que vivimos y por todos los seres que nos acompañan en este viaje, dándole vida a nuestro camino.

Las cosas más importantes en la vida no son grandiosas ni espectaculares, son los pequeños momentos en que conectamos con otro ser desde el corazón, cuando estamos presentes con atención y cariño.

Para recorrer un camino con corazón, debemos abrirnos y permitir que el mundo toque nuestros corazones, que el aroma de la ternura impregne nuestro corazón sensible, incluso dolorido de tanto sentir, de tanto ser tocado por la vida.

Queramos o no, tendremos que permitir que el constante cambio de la vida nos toque y nos atraviese sin remedio. De nada servirá luchar en contra del devenir natural del universo. La vida es tal porque siempre está en movimiento, en continuo cambio, y tendremos que aprender a soltar sin temor, a dejar de aferrarnos a las cosas y a las personas, a las circunstancias y situaciones agradables que, por más que lo intentemos, no van a seguir siempre igual.

Soltar y desplazarnos por la vida, de un cambio a otro, con serenidad y atención, nos hará madurar como guerreros, aprendiendo a vivir libres y a movernos por la vida sin tener que luchar. Finalmente, descubriremos que soltar y amar pueden ser lo mismo. En ambos casos, no buscamos poseer nada sino ofrecer a la vida lo que tenemos. Amando y soltando podemos comunicarnos de una manera auténtica con cada instante de la vida, permitiéndonos estar plenamente con lo que se nos presenta en cada momento.

Vivir como guerreros nos obliga a amar plenamente, reconociendo que no poseemos nada, que no somos dueños de nada. La profunda alegría incondicional y la sabiduría no vienen de nuestras posesiones, sino de nuestra capacidad para abrir el corazón, para amar más plenamente, para movernos libres por la vida.

La principal tarea de un guerrero es escuchar a su propio corazón y preguntarse a menudo qué es lo verdaderamente importante en su vida: ¿Qué puede llevarme a una mayor apertura, a una mayor autenticidad, y a una mayor capacidad de amar?

Así mismo, un camino con corazón debe integrar y aprovechar nuestros dones, o capacidades singulares, y nuestra creatividad. Sea cual sea el camino que escojamos, debemos manifestar nuestras cualidades creando a partir de nuestro corazón.

Es el amor del guerrero el manantial que le da energía, que le hace capaz de crear su vida y comunicarse con su mundo. Si vivimos sin conectar con nuestro corazón, hasta los más grandes logros, o victorias en la vida, pueden ser vanos y estériles, careciendo de sentido o incluso hundiéndonos en la fría oscuridad de la soledad.

El amor es la fuerza que mueve la vida. La felicidad que podemos encontrar en nuestro camino no será por poseer o ser dueño de algo, ni siquiera por el conocimiento que hayamos podido acumular. Muy al contrario, la verdadera felicidad que puede colmar nuestro ser, vendrá al descubrir nuestra capacidad de amar, de relacionarnos con amor y sabiduría con la vida en general. Este amor no es posesivo, surge de la satisfacción de ser quien eres y de la comunicación directa y sin prejuicios con todas las cosas. Es generoso y nos despierta para apreciar cada detalle que nos rodea, a la vez que disfruta el mero hecho de amar lo que nos rodea.

Si partimos del amor, nuestro camino puede llevarnos a aprender a utilizar nuestras cualidades, a curar y a servir, a crear paz a nuestro alrededor, a apreciar y honrar lo que tiene la vida de sagrado, a aceptar y disfrutar de todo lo que se presente y a desear de corazón el bien de todos los seres.

Se ha detenido la lluvia, han desaparecido las nubes
y el tiempo vuelve a ser bueno.
Si tu corazón es puro, todas las cosas de tu mundo son puras…
Entonces la luna y las flores te guiarán en el camino.
(Ryokan)

Ninguna enseñanza guerrera o espiritual sirve de nada si no podemos amar. Si no somos capaces de ser felices de la manera más básica y ordinaria, ni la mayor victoria ni las grandes hazañas tendrán ninguna importancia.


Lo que importa es cómo vivimos. Por eso es tan difícil, y a la vez importante, hacernos esta pregunta: ¿Vivo plenamente mi camino? ¿Vivo sin lamentarme? ¿Podría decir ahora mismo, si fuera el último día de mi vida: “Sí, he vivido mi camino con corazón”?






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