El
estrés sigue siendo un aspecto inevitable de nuestra vida. El estrés forma y
siempre ha formado parte de la condición humana. Todos nos hallamos sumidos,
sin escapatoria posible, en la incertidumbre, los problemas, la enfermedad, la
vejez, la muerte, y la imposibilidad de controlar los acontecimientos entorno a
los cuales gira nuestra vida.
Pero,
sin duda, esta es la era en que el estrés ha crecido desmesuradamente, dejando
de ser un simple mecanismo de supervivencia para convertirse en el origen de
innumerables males propios de nuestro tiempo: ansiedad, irritabilidad, apatía,
tensiones musculares, inquietud, problemas digestivos, dolores de cabeza,
insomnio, fatiga crónica, abuso de medicamentos y drogas, trastornos
alimentarios…
Estudios
de laboratorio han demostrado que las prácticas habituales de Mindfulness
pueden motivar cambios positivos en la estructura cerebral, que no sólo
reflejan el bienestar físico y mental, sino también el aumento del equilibrio
emocional y la sensación de felicidad, así como la atenuación del impacto de
experiencias estresantes y traumáticas.
Las
técnicas de atención y conciencia de Mindfulness ayudan también a enfrentarse
con el estrés asociado a padecer diferentes enfermedades, dolores crónicos y
multitud de dolencias graves. De hecho, ya desde hace años, se llevan a cabo en
numerosos hospitales y clínicas programas de trabajo basados en Mindfulness
para reducir el estrés y los síntomas de muchas de estas enfermedades crónicas,
como la fibromialgia y el cáncer. Uno de los beneficios comprobados de estas
técnicas es la reducción del sufrimiento, pero no sólo del sufrimiento físico,
sino también de otros tipos, mentales o emocionales.
Por eso es muy recomendable que practiquemos habitualmente alguna actividad que implique trabajar la atención y la conciencia, pues nos ayuda a rebajar el nivel de estrés acumulado, calmando la mente y relajando el cuerpo.
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