GUERREROS DEL ESPÍRITU

La influencia del Budismo Zen y del Sintoísmo en las artes guerreras originó la aparición de auténticos guerreros del espíritu, ascetas que junto a un intenso entrenamiento físico que les ponía en contacto con aspectos más sutiles de su propio cuerpo como la energía vital (Prana o Ki), utilizaron prácticas de meditación, con la finalidad de trascender sus propias limitaciones físicas y alcanzar un estado de vacío mental que abriera las puertas al auto-conocimiento.

La ceremonia del Té, el arreglo floral, la caligrafía y especialmente las artes caballerescas de los guerreros samurái son un ejemplo de formas de expresión con un marcado sentido trascendente, donde el control sobre los movimientos confiere a los actos cotidianos un exquisito sentido artístico fruto de la victoria no sobre un enemigo exterior, sino sobre otro mucho más peligroso e importante: la conquista sobre los propios instintos. Comprobamos que estas artes a condición de ser practicadas con fines fundamentalmente espirituales, constituyen un medio extraordinario para vivenciar la verdadera realidad de sí mismo.

Las virtudes y los defectos, la fortaleza y la flaqueza, la sutileza y la torpeza quedan visibles para quién desea su propio enriquecimiento intimo. Los propios maestros no lo eran sólo de un único arte, sino que dominaban diversas facetas artísticas con la finalidad de alcanzar un mayor refinamiento de sus acciones, pensamientos y emociones. Existe una máxima japonesa que dice:


“Quién alcanza la maestría, lo demuestra en todos sus actos”.




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